Evenepoel gana, se pone l¨ªder y se parte la cara en la meta

M¨¢s ce?udo que nunca, aunque se le suaviza el gesto despu¨¦s, Remco Evenepoel, que no quiere ser el mono del circo, sentado en el suelo, consigue quitarse el casco con la ayuda de un auxiliar, y descubre un rostro ba?ado por la sangre que le mana de la ceja. Su arranque en seco, que solo Vingegaard intenta neutralizar, le da unos metros de ventaja en los ¨²ltimos cien de la etapa. Agarrado a la parte alta del manillar, el latigazo es suficiente para ser el primero en la meta y vestirse de rojo otra vez. Se golpea el pecho, las manos sueltas, y gira cuesta abajo cuando por el camino se le cruza la auxiliar de otro equipo, que sufri¨® la rotura de un brazo. Chocan y se van al suelo, Remco con un volat¨ªn por encima de su bicicleta.

¡°La gente estaba s¨®lo cincuenta metros despu¨¦s de la l¨ªnea. Ya es el tercer d¨ªa consecutivo que pasa algo en la Vuelta¡±, dice el l¨ªder. ¡°Ya estoy harto¡±. Pero ¨¦l, cegado por la victoria, no ha frenado, como Vingegaard y Ayuso, que llegan por detr¨¢s y se paran a tiempo, antes de acceder a la zona en la que espera el personal de todos los equipos, en un espacio reducido, el que permite la cima de la estaci¨®n de esqu¨ª.

Anda enfadado con el mundo el fen¨®meno belga desde que comenz¨® la Vuelta, pero eso no le impide centrarse en el trabajo. En la primera aproximaci¨®n a la monta?a, en territorio andorrano, fue el mejor entre los mejores, que corrieron juntos en los kil¨®metros decisivos a un ritmo que permiti¨® que no se descolgara nadie, salvo Geraint Thomas, al que remolc¨® Egan Bernal, que avanza paso a paso en su recuperaci¨®n, y que parec¨ªa tener fuerzas pero las gast¨® en ayudar a su jefe.

Los dem¨¢s estaban ah¨ª, en Ordino primero, en Arinsal despu¨¦s, con Enric Mas discreto, como queriendo pasar desapercibido, pero siempre atento, siguiendo la misma estrategia que Primoz Roglic, en el segundo vag¨®n del Jumbo, a unos metros de distancia de la locomotora de Vingegaard. Solo hasta los momentos decisivos. A Ayuso se le ve m¨¢s, como a Marc Soler, que lo intenta a un kil¨®metro de la meta. Les ha hecho el trabajo Vine, que ha puesto un ritmo exigente. Tiene piernas, y la moral suficiente como para desafiar a una manada que no tiene miramientos ante los d¨¦biles, como Bardet, que ataca antes, a dos kil¨®metros, recibe la visita de Kelderman, se para y se descuelga, para llegar medio minuto tarde.

Engullidos Kamna y Caruso, los supervivientes de una fuga numerosa que empieza a disgregarse al cruzar la frontera, como las excursiones que buscan los chollos en los centros comerciales, los principales pedalean y guardan la ropa, desconfiados todos, casi sin escaramuzas, salvo cuando arranca Ayuso y le sigue Vingegaard para reintegrarlo al redil. Nadire m¨¢s se mueve. Entre las vallas del ¨²ltimo kil¨®metro forman un curioso grupo, similar al autob¨²s de los rezagados, que ocupa todo el ancho de la calzada.

Solo en los ¨²ltimos 200 metros aceleran, y Evenepoel el que m¨¢s. Aprieta los pedales con esa ambici¨®n que le da victorias; sale detr¨¢s Vingegaard y tambi¨¦n Ayuso. El grupo se hace fila india pero ya nadie puede alcanzar al belga, que gana con el ce?o fruncido, se golpea el pecho y despu¨¦s se parte la cara antes de vestirse de rojo, un color que le empieza a ser familiar. ¡°No tengo nada grave, solo una herida¡±. Est¨¢ harto, dice, pero no de ganar, que de eso nadie se cansa. El segundo en la General es Enric Mas, Vingegaard es cuarto, a 31 segundos, Roglic est¨¢ a 37 y Ayuso a 38. Hay Vuelta.

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