Nadie se atreve con el voraz y dominador Pogacar

El Giro empieza a parecer una cuesti¨®n de dependencia. Nada pasa sin el permiso del l¨ªder, todos los movimientos se adec¨²an a lo que decida ¨¦l, que con su permanente sonrisa cuando se baja de la bicicleta, y su rostro p¨¦treo cuando se monta, causa pavor entre sus supuestos contendientes, con una mirada. O con una pedalada. El pelot¨®n de los ?favoritos? se paraliza a la espera de lo que decida Pogacar que, sin embargo, no parece un tirano al estilo de Lance Amstrong, el ciclista que nunca existi¨®, sino un chico que lo quiere ganar todo y no regalar nada. Solo eso. Como si fuera sencillo.

Toda la jornada por el cintur¨®n s¨ªsmico de Italia, en el comienzo de los Apeninos, la espina dorsal de la pen¨ªnsula it¨¢lica, se desarrolla al albur de las apetencias del l¨ªder. Se forma una fuga numerosa, pero nunca alcanza una diferencia suficiente como para que alguno de sus componentes acaricie la idea de ganar en la meta de Prari di Tivo, un lugar que Pogacar ya conoce. Gan¨® all¨ª en la Tirreno el pasado 13 de marzo, por delante de Yates e Higuita.

Quiere repetir, as¨ª que los fugados, entre los que est¨¢ Romain Bardet, que abandona su rol de l¨ªder para dedicarse a la caza de etapas, saben que el UAE juguetea con ellos, ya que no les concede la m¨ªnima posibilidad de creer en una haza?a. La escuadra de Pogacar obedece ¨®rdenes. No es nada personal, solo negocios. En el descenso de Croce Abbio, de tercera, tira con fuerza para disminuir la diferencia hasta la m¨ªnima expresi¨®n, apenas medio minuto que consigue desmoralizar a los valientes. El grupo se disgrega por las cunetas. Solo Valentin Paret-Peintre conserva un rescoldo de moral y se queda solo en cabeza, aunque con el grupo que lidera el UAE cada vez m¨¢s cerca, y que, a un ritmo sostenido, va descolgando ciclistas seg¨²n se acercan a la llegada. Al final, el franc¨¦s desiste cuando quedan 4,2 kil¨®metros. Otra vez ser¨¢ lo que decida Pogacar.

Pero al l¨ªder le falta alguien que encienda la chispa de su motor a reacci¨®n. Queda un kil¨®metro, salta Antonio Tiberi, del Barhain, con todas sus fuerzas puestas en el empe?o, lleva un rato regulando sus energ¨ªas despu¨¦s de doce kil¨®metros de ascensi¨®n y siente que tiene piernas. Y sale tras ¨¦l Tadej, sin levantarse del sill¨ªn, y le enfr¨ªa los ¨¢nimos. Luego es Thymen Arensman, del Ineos de Thomas, que no digan, el que prueba y sucede lo mismo. Como quien lava, Pogacar no tarda ni dos segundos en cerrar la brecha. Casi parece que va silbando. Otra vez Tiberi, de nuevo la respuesta del l¨ªder, con suavidad, como la de la madre que sujeta al beb¨¦ que da sus primeros pasos y se intenta alejar de su regazo. Geraint Thomas ni lo intenta, sabe lo que va a pasar, y no quiere que pase. Llega por detr¨¢s Rafal Majka, el compa?ero del tirano amable y se pone delante del grupo, quedan 500 metros. ¡°No era la mejor subida para nosotros, no ten¨ªa la dureza suficiente¡±, reconoce despu¨¦s el eficaz gregario polaco. ¡°A dos kil¨®metros le pregunt¨¦ a Tadej si aceleraba para que se fuera, y me dijo que no, que en la meta¡±.

As¨ª fue. Todos los planes del l¨ªder, otra vez de rosa al completo, se cumplen. A 200 metros de la meta en Prati di Tivo se puso delante, aceler¨® con su brutalidad habitual, y gan¨® su tercera etapa en ocho d¨ªas; en la primera jornada de monta?a, en los Abruzzos, a la sombra del Gran Sasso de Italia, un d¨ªa despu¨¦s de su descomunal esfuerzo en la contrarreloj. Nadie se recupera como ¨¦l, todos dependen de Pogacar, que no se sabe si dice una mentirijilla o es sincero en la meta: ¡°No esperaba ganar aqu¨ª en absoluto¡±, aunque luego se descubre un poco. ¡°Desde que pasamos la primera subida, mis compa?eros quer¨ªan que me llevara la etapa¡±, y, por fin, relata lo que todos saben, que, ¡°m¨¢s o menos lo ten¨ªa todo bajo control¡±. Daniel Felipe Mart¨ªnez y Ben O¡¯Connor, segundo y tercero, se pueden jactar de que entraron con el mismo tiempo.

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