¡°Vai Alfonsina!¡±, el grito que acompa?¨® hace 100 a?os a la primera y ¨²nica mujer que corri¨® el Giro con los hombres
Mussolini, en el poder desde 1922, quiso distinguirla, pero ella nunca acudi¨® a recibir el honor, recorri¨® toda Italia y media Europa actuando en circos, en teatros, aceptando desaf¨ªos y compitiendo en serio, batiendo, incluso, el r¨¦cord de la hora
¡°Vai Alfonsina!¡±, le grita Costante Girardengo, y la voz de ¨¢nimo del primer campionissimo de la historia del ciclismo acalla todas las dudas en su cabeza y todos los insultos, todos los ?vacaburra!, ?marimacho!, ?virago!, que la ensordecen, voceados desde las cunetas aquella ma?ana de niebla que el sol derrota, 4 de noviembre de 1917 en Mil¨¢n. Comienza as¨ª el Giro de Lombard¨ªa, una de las grandes cl¨¢sicas del calendario, y una mujer, Alfonsina Strada, de 26 a?os, compite de igual a igual con los mejores ciclistas del momento. Pelo cortado a mordiscos, tantos trasquilones con las tijeras, como a los ni?os pobres, jersey negro, culotte negro. Es la primera vez que ocurre, que una mujer compita con hombres. Y sus rivales en la carrera, ganadores de Tours como Thijs y P¨¦lissier, ganadores de Giros, como Girardengo y Belloni, otros grandes, como Everardo Pavesi, que le lanza un sprint en un repecho, y todos, que conocen su historia, su lucha, la acogen como hermanos. Son 200 kil¨®metros. M¨¢s de siete horas. Parten 54. Terminan 29. Alfonsina llega la ¨²ltima, pero llega.
¡°Eres una de los nuestros¡±, le dice Girardengo, que, como canta Di Gregori, corr¨ªa por rabia y por amor, y por rabia y por amor corr¨ªa tambi¨¦n Alfonsina, y tambi¨¦n por el deseo irrefrenable de huir de la nada y la tristeza, de alcanzar la luna dando pedales.
Pedaleando bajo la luna llena, a escondidas, a los 13 a?os, en la bicicleta de su padre, pobre jornalero del campo, Alfonsina hab¨ªa descubierto el valor liberador de la desobediencia en la Italia pobr¨ªsima de principios del siglo XX, una infancia en Fossamarcia, a las afueras de Bolonia, en una chabola junto a una laguna de mosquitos y una huerta de coles que cuando las coc¨ªan inundaban de su olor todo el paraje, dos camastros para ocho hermanos, y m¨¢s ni?os a¨²n, enfermos de tisis y malnutridos, que su madre, Virginia, recib¨ªa del asilo para amamantarlos, nodriza, y la mayor¨ªa mor¨ªan. ¡°Voy a misa¡±, dec¨ªa los domingos por la ma?ana, antes de coger la bici y volar aun a costa de recibir palizas cuando se descubr¨ªa la mentira.
Su vida la escribe la novelista Simona Baldelli, Alfonsina y la strada (Alfonsina y la carretera). Su vida atraviesa la primera mitad del siglo XX, la Primera Guerra Mundial, el fascismo de Mussolini, la Segunda Gran Guerra.
Se llamaba a¨²n Alfonsina Morini. Con la bici descubre que las fronteras de su vida no son la miseria y la desesperanza, que hay mundo, y se lanza desinhibida a descubrirlo. La llaman la Loca, El Diablo con faldas. Trabaja de modista y con la bici busca clientas y traslada los encargos los domingos. Pero quiere m¨¢s. Quiere ser ciclista. Las convenciones sociales, el horror de tener una hija deportista, el qu¨¦ dir¨¢n, puede m¨¢s que el amor de Virginia. ¡°O te vas de casa o dejas de correr¡±, le dice su madre una ma?ana de 1905. ¡°Para escaparte tendr¨¢s que hacer lo que hicimos todas, c¨¢sate¡±. Alfonsina no se casa, pero encuentra a Luigi Strada, un herrero so?ador y sensible, y con ¨¦l se va a Mil¨¢n. Tiene 14 a?os. ?l tiene 17. Le regala una bici de carreras. Ella cambia su apellido. Ya es Alfonsina Strada. Viven juntos y solo 10 a?os despu¨¦s se casan. ?l es su mec¨¢nico. Su entrenador. Ella es feliz. Viaja y compite. Bate el r¨¦cord de la hora. Es ya la Reina de las Bielas. Compite en Francia y en Rusia. La condecora la zarina Alejandra en el Palacio de Invierno de San Petersburgo. En Par¨ªs act¨²a en circos.
La bicicleta fue la gran herramienta de la liberaci¨®n de la mujer trabajadora a comienzos de siglo, escriben soci¨®logos e historiadores de las dos ruedas. Alfonsina quiz¨¢s lo sepa, pero s¨ª sabe segura que es la herramienta de su liberaci¨®n, del conocimiento, de la aventura. La m¨¢quina que la empuja siempre a buscar sus l¨ªmites m¨¢s all¨¢. A preguntarse por qu¨¦ no podr¨ªa competir con los hombres. Convence a los responsables de la Gazzetta dello Sport, los organizadores de la carrera, para que le dejen correr el Giro de Lombard¨ªa: ¡°El reglamento dice que es una carrera reservada a ciclistas. No dice de qu¨¦ g¨¦nero¡±. Corre en 1917, una semana despu¨¦s de la gran derrota italiana en la batalla de Caporetto, decenas de miles de soldados muertos en la frontera con el Imperio Austroh¨²ngaro, y en 1918. Tambi¨¦n lo termina, y ya no es la ¨²ltima. Despu¨¦s, nuevamente la miseria. La pobreza. Luigi, ya su marido, enloquece y debe ingresarlo en un psiqui¨¢trico. El regreso a Fossamarcia. El trabajo de modista de nuevo. Mientras en Italia avanza el fascismo, la rebeli¨®n de Alfonsina, que en 1923 se planta de nuevo en las oficinas de La Gazzetta y propone correr el Giro de Italia de 1924.
¡°Puede que no sea muy est¨¦tico y bonito una mujer montando en bicicleta¡±, les dice Alfonsina, que ya tiene 33 a?os. ¡°Pero tengo un marido en el manicomio al que tengo que ayudar y una ni?a peque?a en el colegio que me cuesta 10 liras al d¨ªa. ?Qu¨¦ voy a hacer yo, ponerme de puta?¡±
M¨¢s que su argumento conmovedor, a los organizadores les convence el aspecto publicitario. Los grandes campeones ¨CGirardengo, Belloni, Brunero, Binda, Bottecchia¡ªhan renunciado al Giro porque consideran muy escasa la recompensa econ¨®mica. Sin cracks, el Giro corre el riesgo de ser un desastre. La participaci¨®n de una mujer puede salvarlo. Lo promete: ¡°A falta de figuras, yo ser¨¦ la atracci¨®n¡±.
Lo cumple. A las 4 de la ma?ana, del 10 de mayo de 1924, el pelo pulcramente recortado que entonces llevaba el vejatorio apodo de corte de pelo de beb¨¦, camiseta negra y pantalones cortos negros, el n¨²mero 72 a la espalda, y un morral al hombro con un cuarto de pollo, un filete, dos bocadillos de jam¨®n y dos de mermelada, tres huevos crudos, dos pl¨¢tanos, dos manzanas, una naranja, unas galletas y una tableta de chocolate, Alfonsina Strada es una mujer en un pelot¨®n de 107 hombres que espera en Porta Ticinese de Mil¨¢n el disparo de salida de la primera del 12? Giro de Italia. Destino G¨¦nova. En la lista de dorsales que publica La Gazzetta figura como Alfonsin, y como Alfonso en Il Corriere. No quieren crear esc¨¢ndalo antes de tiempo. Pero es ella, la Reina de las Bielas, de Fossamarcia (Emilia), la que parte en la oscuridad. Luna en cuarto creciente. Les esperan 3.613 kil¨®metros en 12 etapas, 300 kil¨®metros m¨¢s que el Giro de un siglo despu¨¦s, la mitad de etapas. Su longitud var¨ªa entre 230 y 415 kil¨®metros por carreteras que son caminos, de 10 a 18 horas diarias en bicicletas de 20 kilos, y un d¨ªa descanso entre medias.
Alfonsina aguanta. Termina las etapas, siempre retrasada respecto del primero, pero siempre por delante de algunos hombres, hasta que en la octava, 296 kil¨®metros entre L¡¯Aquila y Perugia, a trav¨¦s de los Abruzos y los Apeninos bajo un diluvio, la m¨¢s dura, cae dos veces, pincha, rompe el cuadro, que arregla con un palo de escoba, y rompe una rueda. Llega fuera de control. Queda oficialmente eliminada, pero todo el pelot¨®n ruega por ella, que contin¨²e, piden al organizador. El organizador no solo cede, sino que decide pagarle el alojamiento, la asistencia y la manutenci¨®n aunque corra fuera de concurso. Es, como as¨ª sab¨ªan, la gran atracci¨®n, la raz¨®n del aumento de ventas de La Gazzetta durante un Giro que gana Giuseppe Enrici, italiano nacido en Pittsburgh, cuyas venturas importan al p¨²blico menos que las desventuras de Alfonsina Strada, a quien espera en meta la muchedumbre para aclamarla. Terminan la carrera 30 hombres, y Alfonsina. Nunca m¨¢s la permitieron volver a apuntarse al Giro.
Mussolini, en el poder desde 1922, quiere distinguirla, pero ella nunca acudi¨® a recibir el honor. Recorri¨® toda Italia y media Europa actuando en circos, en teatros, aceptando desaf¨ªos. Tambi¨¦n compite en serio. Bate el r¨¦cord de la hora en Longchamps, 35,280 kil¨®metros. Enviuda de Luigi en 1950 y vuelve a casarse, abre una tienda de bicicletas y un taller, y vuelve a enviudar. Tiene 60 a?os. Sigue desplaz¨¢ndose en bicicleta, pero se compra una moto roja, una Guzzi de 500cc, para viajes largos, para disfrutar como espectadora de las carreras. El domingo 13 de septiembre de 1959, viaja con su Guzzi a Varese para disfrutar de la Tres Valles Varesinos. Regresa a Mil¨¢n ya de noche. Cuando intenta llevar la moto al garaje, esta no arranca. Incapaz siempre de rendirse, Alfonsina pisa una y otra vez el pedal de arranque. El motor se niega a encenderse. Tambi¨¦n su coraz¨®n decide pararse. Alfonsina se desploma sobre su moto, muerta. Ten¨ªa 68 a?os. Hab¨ªa llegado a la Luna pedaleando, y m¨¢s all¨¢.
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