Pogacar impone en el Giro de Italia la ¨¦pica de la dulzura
El fen¨®meno esloveno disfruta del d¨ªa de descanso de la ¡®corsa rosa¡¯, seguro, sin rivales que le puedan preocupar, pendiente de no pasarse en el dispendio de cara al Tour de Francia, lo m¨¢s importante
La memoria, el pasado, es una masa que retorcemos y reconstruimos, y nos la recontamos todos los d¨ªas para vivir el presente a nuestro gusto, y en la linda Livigno, Alpes de tarjeta postal, Tadej Pogacar, coffee break en mitad del entrenamiento, decenas de aficionados sigui¨¦ndole, se estira en la terraza al sol de la ma?ana y contempla enso?ando sus d¨ªas de juvenil en el vecino valle de Sankt Moritz, un viejo caser¨®n, sus laguitos, sus marchas en bicicleta con sus compa?eros de selecci¨®n eslovena y viajes en una vieja furgona, una cafetera casi, hasta Livigno para llenar el dep¨®sito de gasolina y comprar comida en el s¨²per, m¨¢s barata en Italia que en la locura suiza, y tambi¨¦n recuerda que en Livigno conoci¨® y am¨® a Urska, su novia de siempre, y desde entonces es feliz.
Pogacar es la ¨¦pica de la dulzura, el can¨ªbal que acaricia, sin violencia, killing them softly.
Y, vestido de rosa como est¨¢, un color permanente ya, puede a?adir al florilegio de sus recuerdos que all¨ª, en una estaci¨®n de esqu¨ª superpopular, se acerc¨® un poquito m¨¢s a Eddy Merckx, el Can¨ªbal que ¨¦l mismo quiere ser, y m¨¢s grande, que en 1972, la prehistoria, all¨ª mismo, la misma subida al Passo di Foscagno, el mismo repecho al Eira en el que Pogacar abati¨® a Nairo, acab¨® definitivamente con la resistencia del Tarangu, de Jos¨¦ Manuel Fuente, desafortunado atacante que pincha en el descenso final. A su alrededor los viejos periodistas tambi¨¦n recuerdan y hablan de que al d¨ªa siguiente de aquella derrota, el Tarangu que no conoc¨ªa la paz se la devolvi¨® a Merckx, ya inalcanzable, y le sac¨® dos minutos en la ascensi¨®n al Stelvio tras descender de Livigno, y, siguiendo con Merckx, hasta el Tour, hablan de un d¨ªa de descanso en Orci¨¨res Merlette en 1971 y de Luis Oca?a y sus Bic estirados en una tumbona al sol de los Alpes del sur, regode¨¢ndose en la paliza que le hab¨ªan dado el d¨ªa anterior al Can¨ªbal. Este, reconcomido, incapaz de encontrar la paz en la derrota, meditaba la respuesta que al d¨ªa siguiente puso en pr¨¢ctica: un ataque de salida en el descenso hacia el Mediterr¨¢neo, todos sus Moltenis al frente; Oca?a, cortado atr¨¢s, sufriendo.
Y cuanto m¨¢s recuerdan los viejos, m¨¢s adaptan el pasado a su capricho, m¨¢s lamentan que en el Giro no haya un Oca?a, un Tarangu, que haga dudar a Pogacar, y descubren que cuanto m¨¢s grande es el esloveno, cuanto m¨¢s hermosas sus demostraciones, m¨¢s enorme es el peso de la ausencia de un rival. Y anhelan que llegue el Tour, y all¨ª Pogacar no solo se deber¨¢ medir con las monta?as o las contrarrelojes, sino con Jonas Vingegaard, que le derrot¨® dos veces y estos d¨ªas sube y baja el col de S¨®ller, en Mallorca, una mariposa tatuada, y ya ni le duelen las costillas rotas; con Primoz Roglic, que le espera creciente; con Evenepoel, que sue?a. Como Coppi tuvo su Bartali. ¡°Y seguro que todos estar¨¢n muy fuertes, hasta Jonas¡±, dice en teleconferencia de prensa desde el hotel que comparten todos los equipos en la cima, la nariz colorada como un tomate, tanto sol, las pesta?as p¨¢lidas, transparentes, y avanza que espera una ¨²ltima semana de control, o no, ?qui¨¦n sabe?, que le gusta el d¨ªa del doble monte Grappa (el s¨¢bado), y que despu¨¦s se tomar¨¢ una semana de descanso, de chill out, para supercompensar todo el trabajo de Giro, y despu¨¦s 110% a pensar en el Tour. ¡°Necesito terminar el Giro con la moral alta, en buena forma. Ganarlo, si sucede finalmente, ser¨¢ uno de los mejores momentos de mi carrera, pero para un ciclista el mejor momento es siempre una victoria en el Tour de Francia.¡±.
Los que le acompa?an en el Giro, Thomas, Mart¨ªnez, solo pueden seguirle con la boca abierta temiendo el momento en el que le avise por el pinganillo a su Majka, a la salida de esa curva, ataco. Y cuando llega, se diluyen y se consuelan. Simb¨®licamente, de la etapa del martes ha habido que borrar el paso por la cima del Stelvio, avalanchas y corrimientos de tierras a m¨¢s de 2.600m, sustituido por uno de sus afluentes, el Umbrail Pass, frontera suiza a 2.498 metros y Cima Coppi. Premonitoriamente, adem¨¢s, los meteor¨®logos anuncian lluvias torrenciales por los valles hacia Bolzano y en la ascensi¨®n final a Santa Cristina, en Val Gardena, el Monte Pana, la gran mole de granito p¨¢lido del Sassolungo, la puerta de los Dolomitas.
El Giro queda reducido a la ret¨®rica y a la espera.
A Enrico Gasparotto, el director del Bora que gan¨® el Giro a Carapaz y Landa con Jai Hindley hace dos a?os, y no necesit¨® atacar, solo esperar a que al ecuatoriano de rosa se le atragantara la Marmolada, manejando la misma estrategia, la paciencia, la espera, la rueda del otro, con Dani Mart¨ªnez, el pr¨ªncipe de Soacha, Cundinamarca. ?Para ganar el Giro? No, claro, qu¨¦ locura (tercero en la general, el colombiano est¨¢ a 6m 56s de Pogacar), para quedar segundo, y basta, detr¨¢s del ¡°fen¨®meno¡±, y bien que le aconsej¨® el domingo que dejara de intentar seguir a Pogacar, que mejor se quedara a rueda de Thomas, que solo le aventaja 15s en la general. ¡°?Atacar?¡±, dice Mart¨ªnez. ¡°Claro que lo intentar¨¦. Thomas tiene que caer¡±.
Detr¨¢s de Pogacar, el ciclismo sigue igual.
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