Vauquelin gana la segunda etapa y Tadej Pogacar vuelve a vestirse de amarillo en el Tour de Francia
Jonas Vingegaard demuestra que est¨¢ con buenas piernas y resiste un ataque del ciclista esloveno a pocos kil¨®metros de meta
Gana la etapa un debutante franc¨¦s, K¨¦vin Vauquelin, normando de 23 a?os, gente nueva en el frente que ya mostr¨® car¨¢cter en la Flecha Valona, segundo. Francia, feliz, pese a la incertidumbre de las elecciones.
Tadej Pogacar se viste de amarillo en el Tour de Francia casi dos a?os despu¨¦s de la ¨²ltima vez que lo hizo y suspira feliz. ¡°Estoy fuerte¡±, dice. ¡°Estoy en buena forma. Me gusta el amarillo¡±.
Jonas Vingegaard es el ¨²nico que resiste el ataque en la cuesta de San Luca. ¡°Qu¨¦ bueno¡±, dice. ¡°Estaba seguro de que iba a perder tiempo¡±. Solo de entre los prefavoritos Remco Evenepoel consigue, tras dura persecuci¨®n, enlazar con los dos.
El Tour es otra vez, quinto a?o consecutivo, un asunto entre los dos que mejor interpretan los duelos, tan diferentes, tan parecidos. La afici¨®n, feliz, claro.
?Qui¨¦n quiere hablar de tragedias una brillante tarde de verano en Bolonia, tan hermosa, tanta gente, tanto ruido?
??? @kevin_vauquelin wins in Bologne! What a ride!
— Tour de France? (@LeTour) June 30, 2024
??? @kevin_vauquelin s¡¯impose ¨¤ Bologne ! Quel num¨¦ro du jeune Fran?ais ! #TDF2024 pic.twitter.com/GzmO8bUJOx
Michael Rasmussen, ciclista maldito del Tour, habla de Marco Pantani, y la voz se le entrecorta, y ense?a un brazo y su piel de gallina cuando cuenta que ha aprovechado la ma?ana para visitar la tumba del Pirata en Cesenatico, 20 a?os enterrado ya, de donde sale la etapa. En el jolgorio exterior suena incidental entrecortada m¨²sica disco hortera llegada de chiringuitos playeros invasivos, y quiz¨¢s en el alma estremecida del dan¨¦s expulsado por sospechas de dopaje cuando lideraba el Tour de 2007, el primero que gan¨® Contador, sonaba, estruendosos sus golpes, el destino, la m¨²sica f¨²nebre y ¨¦pica de la muerte de Sigfrido, asesinado por la espalda, y por amor. Ah, es Italia, es hipocres¨ªa y olvido de lo que duele, la madre de Pantani adorada por el director del Tour en el podio de salida, dice Rasmussen, coraz¨®n italiano y tumulto en su escu¨¢lido cuerpo, mientras pasa a su lado hacia el tablado de firmas Primoz Roglic abrigado con un chaleco de hielo, indiferente a cualquier cosa que no sea su propio confort competitivo.
Roglic era un ni?o cuando Pantani muri¨® en Rimini cercana y triste y m¨¢s ni?o era Tadej Pogacar, a quien, plantados, torso desnudo, Pogi escrito con rotulador en sus pechos musculosos, cuatro colosos le alientan a la puerta de su autob¨²s. Callan al pantanismo, fe de nost¨¢lgicos con complejo de culpa y youtubers alimentados de leyendas recreadas. Son el ya y el ahora. La exigencia. La l¨ªrica del rayo y el trueno. La chispa. La necesidad de cerrar una incongruencia, una herida. El c¨¢lculo. El plan. En el Tour pasado estuvo casi dos semanas tan cerca del amarillo de Vingegaard, a 9s algunos d¨ªas, y estaba tan fuerte, que daba la impresi¨®n de que no era l¨ªder porque no quer¨ªa. Pero esos 9s se convirtieron en dos minutos en la contrarreloj y el amarillo se alej¨® forever.
Hasta Bolonia.
A Pogacar los peri¨®dicos y las redes le recuerdan que San Luca, la cuesta que bordea Bolonia al final de los inacabables soportales, es territorio comanche en el que tantos golpes ha recibido, y ah¨ª siempre le ha podido Roglic, y hasta Enric Mas le hizo doblar la rodilla, y tan pocos ha dado, y Pogacar responde, tan bravo, tan seguro de s¨ª, tan ansioso para poner a prueba al ¨²nico rival al que teme, a Jonas Vingegaard, y en la segunda subida al santuario bolo?¨¦s, cuando la victoria de etapa ya le pertenece a un normando en fuga, K¨¦vin Vauquelin, ordena, director de orquesta con buen pulso, un allegro a su fiel Adam Yates, que el ingl¨¦s ejecuta feliz para desaz¨®n de los rivales, voluntariosos jinetes con cubitos de hielo en la nuca y maldiciones en su cabeza. Quedan 14 kil¨®metros para Bolonia. Uno cuesta arriba y 13 en suave descenso. Quedan 500 metros menos cuando Pogacar culebrea entre las vallas y Yates, un lugar por el que solo ¨¦l puede pasar, una aceleraci¨®n relampagueante que no sorprende a quien tanto le vigila, a Vingegaard de hielo, que se levanta y sin m¨¢s esfuerzo se pega a la rueda del esloveno.
Vingegaard est¨¢ vivo.
Por primera vez en lo que va de temporada excepcional, un ciclista responde, y aguanta, a un ataque de Pogacar, solitario monarca en el Giro, en la Volta, en Lieja, en Siena. Solo Vingegaard, herido hace tres meses. Recuperado, arm¨®nico. El Vingegaard de siempre. Ni Evenepoel, al que le cuesta, ni Roglic, desplazado, ni Carlos Rodr¨ªguez ni Enric Mas ni Egan. Todos se al¨ªan para no ahogarse y llegan a 21s. Todos los focos para Pogacar y Vingegaard, que juega y suspira.
Igual que Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena, se burlaba de aquellos para quienes la poes¨ªa era transformar la frase ¡°lo que pasa en la calle¡± en ¡°los eventos consuetudinarios que acontecen en la r¨²a¡±, y viva el diccionario de sin¨®nimos, siempre en Deportes, as¨ª en el ciclismo la precisi¨®n exige que a las ca¨ªdas se les llame ¡°eventos disruptivos¡±, y cuando Van Aert y Jorgenson se caen junto a De Plus en el circuito de Imola despu¨¦s de descender la cuesta de Gallisterna, donde Alaphilippe gan¨® el Mundial del 20, el an¨¢lisis exige que a ese evento que hiere a dos del Visma, se le considere, parad¨®jicamente, una buena se?al, la querida antifragilidad que da fuerzas a Vingegaard, y sabidur¨ªa, y mata su miedo cuando descendiendo el roce de su pedal con el asfalto en una curva le recuerda, clic, una d¨¦cima de segundo, un pavor amagado, la ca¨ªda en el traidor Olaeta de la Itzulia. Despu¨¦s del ataque, Pogacar le pide un relevo, a¨²n subiendo, y Vingegaard, que quer¨ªa, por supuesto, seguir adelante con la aventura, pues hac¨ªa sufrir a otros rivales, y les marcaba psicol¨®gicamente, le dijo que no. ¡°Sab¨ªa que si le relevaba a¨²n subiendo me iba a volver a atacar, as¨ª que esper¨¦ al descenso y al llano¡±, dice el dan¨¦s. Exceptuando al Evenepoel y Carapaz, que enlazaron, los dem¨¢s fuertes llegaron a 21s, y Romain Bardet tambi¨¦n, rey por un d¨ªa, y siempre feliz.
Como en el Giro, Pogacar es l¨ªder desde el segundo d¨ªa. Como en los ¨²ltimos Tours, Vingegaard sabe que su terreno son las largas ascensiones. El martes, el Galibier. Fr¨ªo. Una hora de ascensi¨®n hasta casi 2.700 metros. Media de descenso. Segundo escenario para el duelo sin fin que da sentido a la afici¨®n al ciclismo.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.