Cuando dejar el alpinismo es la mejor decisi¨®n: ¡°Si subimos, nunca bajaremos; pero si bajamos ahora, quiz¨¢ sobrevivamos¡±
En 1981, Nick Colton, Tim Leach y Javier Alonso abandonaron las monta?as tras ver de cerca la muerte en lugares tan peligrosos como el Annapurna III o el Cordier a la Verte
A finales de 1981, tres jovenc¨ªsimos alpinistas de ¨¦lite, los brit¨¢nicos Nick Colton y Tim Leach y el vasco Javier Alonso-Aldama, Javo, abandonaron casi al mismo tiempo el alpinismo. Los dos primeros lo hicieron de forma inopinada; el tercero de forma brutal. Aunque no llegaron a conocerse, se cruzaron a menudo en Chamonix firmando por separado grandes ascensiones. Un futuro brillante les aguardaba. Solo ten¨ªan que sobrevivir a sus actividades: un alpinista solo se retira si fallece o cuando la edad lo aconseja. Un d¨ªa de agosto de 1976, tras escalar el Pilar Bonatti al Dru, Javo tuvo que vivaquear en la cima. Esa noche se removi¨® en su saco de dormir buscando algo de calor y observ¨® dos puntos de luz junt¨¢ndose y separ¨¢ndose frente a ¨¦l, en plena cara norte de las Grandes Jorasses. Juzg¨®, desde su privilegiado mirador, que esas luces no pod¨ªan estar ah¨ª. No deb¨ªan estar, porque oscilaban en terreno desconocido: si los dos puntos de luz no estaban en la Cassin a la Punta Walker, ni en el espol¨®n Croz, solo pod¨ªan estar abriendo un nuevo itinerario. As¨ª fue. Aquella jornada, los brit¨¢nicos Nick Colton y Alex Mcintyre abrieron la hoy c¨¦lebre ruta que porta sus apellidos, cometiendo de paso un peque?o golpe de Estado, ejecutando un relevo en el establishment del alpinismo que sus propios compatriotas hab¨ªan impuesto en el arranque de los a?os 70. Los j¨®venes llegaban con ideas renovadas de pureza, de estilo, de osad¨ªa y de compromiso: el estilo alpino deb¨ªa imponerse. Colton y Mcintyre reclamaban su sitio frente a la vieja guardia de Chris Bonington, Doug Scott, Dougal Haston o Don Whillans. Y su manera de hacerse un hueco, a codazos, ten¨ªa mucho que ver con su valent¨ªa. Aquella madrugada, Colton sufri¨® una ca¨ªda cuando una presa de roca de su mano se parti¨®: sali¨® volando pero tuvo tiempo de pensar que el ¨²nico punto s¨®lido entre ¨¦l y su compa?ero era un pit¨®n mal colocado y endeble. Pese a todo, Macintyre detuvo su ca¨ªda soportando el peso de la cuerda sobre su hombro. No se hace historia sin sobresaltos.
En el verano de 1981, Javo y un amigo completaron la primera repetici¨®n de la v¨ªa Sea-Jackson en la cara norte de las Droites, el tercer teatro preferido de los alpinistas en el entorno de Chamonix. Aquel d¨ªa, en la parte inferior de la pared, un escalador ingl¨¦s les adelant¨® y les pregunt¨® la hora. Como llevaba una cuerda que colgaba de su arn¨¦s, pensaron que al final de la misma habr¨ªa otro escalador, pero no. Tim Leach escalaba en solo integral, llevaba la cuerda as¨ª para que no le molestase y poder usarla en los r¨¢peles de bajada. Ese mismo a?o de 1981, la vida de Javo explot¨®. Contaba 23 a?os. Las brillantes carreras de Nick Colton (26, entonces) y Tim Leach (23) se apagaron igualmente. ¡°De alguna manera, me siento conectado a ellos¡±, concede Javo, hoy en d¨ªa profesor de filolog¨ªa griega en la Universidad del Pa¨ªs Vasco. En noviembre de ese mismo a?o, la rotura de una cornisa barri¨® de la ruta Cordier a la Verte al propio Javo y a sus dos compa?eros: Marisa Montes y Manolo Mart¨ªnez, apodado Musga?o. Si los dos ¨²ltimos murieron en el acto, Javo sobrevivi¨® sin que a¨²n se explique c¨®mo, pero tuvo que dejar el alpinismo de ¨¦lite. Mientras se recuperaba en un hospital de Grenoble, Colton y Leach, se enfrentaron a la imponente arista sureste del Annapurna III (7.555 m) tras haber estrenado una nueva (y a¨²n hoy legendaria) ruta en el Monte Huntington de Alaska. Los or¨ªgenes socio econ¨®micos de uno y otro no pod¨ªan ser m¨¢s opuestos: Colton, hu¨¦rfano de madre, tuvo que cuidar y educar a sus hermanos y contribuir a la econom¨ªa dom¨¦stica trabajando duro desde su adolescencia. Leach, de padre banquero, se cruz¨® con la escalada a los 16 como pod¨ªa haberlo hecho con el remo o el cr¨ªquet. Su talento y frialdad eran excepcionales dada su juventud. Otro joven alpinista de talento, Steve Bell, les acompa?¨® pero al ver el perfil siniestro del Annapurna III, decidi¨® bajarse de la empresa. Escalando como posesos en un terreno complejo y expuesto, Colton y Leach alcanzaron la altitud de 6.550 metros. Y se plantaron. Ning¨²n intento posterior a la monta?a super¨® el punto que alcanzaron, ni siquiera la del poderoso equipo formado por David Lama, Alex Bl¨¹mel y Hansjorg Auer en 2016. Cuando la arista sureste del Annapurna III parec¨ªa un reto inalcanzable, los alpinistas ucranios Nikita Balabanov, Mikhail Fomin y Viacheslav Polezhaiko firmaron en 2021 la hoy conocida como ascensi¨®n del siglo, invirtiendo 18 d¨ªas en la monta?a. Hab¨ªan pasado 40 a?os tras el intento de Colton y Leach.
En 2012, la revista Alpinist entrevist¨® por separado a ambos ingleses. ?Qu¨¦ pas¨® en el Annapurna III? Lleg¨® un momento en el que ambos j¨®venes comprendieron que el compromiso al que se enfrentaban resultaba tan insoportable que solo la muerte podr¨ªa aliviarlo. El miedo a lo desconocido resultaba opresivo, angustioso. Toda la enormidad de la monta?a parec¨ªa inclinarse y apoyarse sobre ellos. Puede que se mirasen el uno al otro y se dijesen, sin palabras: ¡°Si subimos, nunca bajaremos; pero si bajamos ahora, quiz¨¢ sobrevivamos¡±. Colton asegura que fue ¨¦l quien tom¨® la decisi¨®n de abandonar. Leach hab¨ªa enfermado al inhalar el gas de un cartucho defectuoso que guardaba al calor de su saco de dormir. Pero asegura que Leach jam¨¢s hubiera aceptado la derrota y le hubiera seguido hasta morir. En cambio, Leach tiene una versi¨®n radicalmente diferente: seg¨²n su testimonio, Colton le dijo que decidiese por los dos, y ¨¦l escogi¨® bajar, pese a que el d¨ªa se presentaba radiante.
Lucharon tanto por sobrevivir, que al alcanzar el glaciar y la salvaci¨®n se encontraron desnudos, tratando de imaginar qu¨¦ vidas deseaban tener. Por separado llegaron a la misma conclusi¨®n: deseaban vivir, posibilidad que el alpinismo de vanguardia que defend¨ªan nunca garantizar¨ªa. En 1982, Alex Mcintyre ya hab¨ªa fallecido alcanzado por una roca en la cara sur del Annapurna. Ese a?o tambi¨¦n murieron Peter Boardman y Joe Tasker, en la arista noreste del Everest, mientras que otro adepto del estilo alpino como Roger Baxter-Jones cay¨® en 1985. Ser alpinista entonces obligaba a enfrentarse a un juego macabro con la muerte. No cab¨ªan medias tintas, ni pasos atr¨¢s. Colton y Leach concluyeron que necesitaban algo m¨¢s en sus vidas: hab¨ªan visto con claridad sus l¨ªmites, frontera que no deseaban cruzar. Algo muri¨® en ellos en el Annapurna III. Algo naci¨®, tambi¨¦n, en sus conciencias. Colton sigui¨® escalando de forma amateur, sigui¨® vinculado al alpinismo a trav¨¦s del equivalente ingl¨¦s de nuestras federaciones. Leach estudi¨® arquitectura y lider¨® el grupo de trabajo para la remodelaci¨®n de la Royal Opera House de Londres a finales de los a?os 90. Ambos resoplaron cuando supieron que, finalmente, la arista sureste del Annapurna III hab¨ªa sido escalada: se hab¨ªan adelantado tanto a su tiempo que estuvieron a punto de quedarse sin ¨¦l para imaginar nuevas formas de vida.
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