San Marcelino regatea a Franco
El autor del gol que dio a Espa?a su primera Eurocopa no se qued¨® a recoger la Copa ni dio la vuelta de honor, por el cariz pol¨ªtico del partido
Hasta hace 13 a?os, el 21 de junio de 1964 era el d¨ªa de San Marcelino, patr¨®n del f¨²tbol espa?ol. Ese domingo lluvioso, en un Santiago Bernab¨¦u con 100.000 aficionados, el delantero gallego del Zaragoza se hizo eterno con su tanto de cabeza a la URSS (2-1), que dio a la selecci¨®n la Eurocopa, el primer t¨ªtulo de su historia. Lejos quedaba, 44 a?os, la plata de los Juegos Ol¨ªmpicos de Amberes. Y tuvieron que pasar otros 44 a?os para que, en 2008, San Marcelino guiara a Fernando Torres hasta el altar del gol a Alemania y pasar a compartir honores patrios.
Marcelino Mart¨ªnez Cao (Ares, A Coru?a, 81 a?os) era el l¨ªder de un Zaragoza que se codeaba con los grandes del f¨²tbol espa?ol con una de las delanteras m¨¢s sonadas de siempre. Los cinco magn¨ªficos: Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. A sus 24 a?os, Marce, como le llamaban los compa?eros, ganaba el doble que Di St¨¦fano en el Real Madrid, ya era un rebelde con causa y nunca quiso salir del Zaragoza. Las lesiones le obligaron a retirarse con 29 a?os.
Son¨® el pitido final y antes de que un buen pu?ado de aficionados saltaran al c¨¦sped a abrazar a los campeones, el nueve de Espa?a ya estaba en las tripas del estadio. No vio ni la entrega de la Copa. Ni dio la vuelta de honor con sus compa?eros. ¡°Yo era as¨ª¡±, dice. No le gustaba la orientaci¨®n pol¨ªtica que se hab¨ªa dado al partido y la que se le pudiera dar despu¨¦s. Marcelino sab¨ªa por amigos directos que a Franco no le gustaba nada el f¨²tbol. ¡°Le gustaban los toros y la caza¡±, sentencia al respecto. Adem¨¢s, pensaba que la Federaci¨®n y el Gobierno no med¨ªan a todos los clubes por el mismo rasero. Su Zaragoza siempre tuvo que jugar como visitante las finales de la Copa del General¨ªsimo para las que se clasific¨®, cuatro consecutivas (1963-66). El presidente de su club le confes¨® un d¨ªa que Franco, en el palco, le lleg¨® a preguntar: ¡°?Esto c¨®mo es? Ven¨ªs cuatro veces seguidas a jugar la final de mi Copa. ?Qu¨¦ pasa, siempre jug¨¢is vosotros y otro?¡±.
La noche del partido, despu¨¦s de la cena oficial, se fue con Luis Aragon¨¦s y Lapetra a ¡°tomar una copita¡± y a la ma?ana siguiente prefiri¨® ir a la recepci¨®n de Franco en El Pardo en el Mercedes de su compa?ero Rivilla y no el autocar oficial del equipo. As¨ª lleg¨® cuando le pareci¨® oportuno y huy¨® de las fotos de rigor que no le gustaban. Y menos esas.
Eso s¨ª, recuerda perfectamente su gol. El gol por antonomasia del f¨²tbol espa?ol hasta ese momento. ¡°Todo comenz¨® en un c¨®rner contra nuestra porter¨ªa. Despej¨® Rivilla de cabeza y el bal¨®n me vino a m¨ª, que hab¨ªa bajado a defender. Se lo devolv¨ª al primer toque y me fui hacia el ¨¢rea rival para buscar mi posici¨®n. Revilla se fue por su banda y se la dio a Pereda, que hizo un quiebro como que se iba para dentro y se fue hacia fuera. Yo ya estaba ya en el punto de penalti, cuando lleg¨® el centro de Chus me lanc¨¦ hacia el bal¨®n y me ven¨ªa un poco retrasado. Tir¨¦ el cuerpo hacia atr¨¢s y con el bal¨®n ya por delante, cabece¨¦ como me gustaba, justo hacia la raya de la porter¨ªa. Fue un golpe seco. A Yashin no le dio tiempo ni a tirarse¡±.
El premio por el t¨ªtulo fue de 150.000 pesetas. La mitad lo abon¨® la Federaci¨®n y la otra mitad un particular del que nunca se quiso decir el nombre. Tal cual.
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