La selecci¨®n pregona el r¨¦dito de la diversidad
La Roja representa a un pa¨ªs que incluye entre sus mitos a vascos, gallegos, catalanes, andaluces o madrile?os. No deber¨ªan olvidarlo los que se instalan en rivalidades fan¨¢ticas
Una imagen presidi¨® el s¨¢bado la mayor¨ªa de las portadas de los peri¨®dicos: el abrazo de Mikel Oyarzabal a Unai Sim¨®n despu¨¦s de marcar el penalti que coloc¨® a Espa?a en las semifinales de la Eurocopa. Hace tres meses, Oyarzabal, capit¨¢n de la Real Sociedad, enga?¨® a Sim¨®n, portero del Athletic, y clav¨® el lanzamiento que dio la victoria a su equipo en la final de Copa. Pocas rivalidades est¨¢n m¨¢s marcadas en el f¨²tbol espa?ol. Viene de tan lejos y est¨¢ impregnada de tanta vecindad que el f¨²tbol se queda corto para definir un Athletic-Real Sociedad, o viceversa.
Adversarios feroces aquella noche celebraron con entusiasmo indescriptible el pase a la semifinal de Wembley, momento feliz del f¨²tbol espa?ol, sometido a demasiadas decepciones en los ¨²ltimos a?os. Alrededor de los dos jugadores vascos se api?¨® el resto del equipo. Acudieron los que jugaron, los que no jugaron y Adama Traor¨¦, que esta vez no figur¨® en la convocatoria. Algo de la celebraci¨®n record¨® otra, m¨¢s memorable por su trascendencia, aunque parecida por el paisaje que dibuj¨®. En aquella ocasi¨®n, hace 11 a?os, los jugadores se abalanzaron sobre Iniesta para festejar el gol m¨¢s importante en la historia del f¨²tbol espa?ol. En aquel Mundial, la selecci¨®n daba el aspecto de equipo bien avenido, compacto en su juego y en su comportamiento, sin las fisuras que provocan los egos descontrolados y las cuitas que el f¨²tbol inevitablemente registra.
Aquel fue un gran equipo, dirigido por un hombre que representaba mucho m¨¢s que la figura de un seleccionador. En su persona, Vicente del Bosque encarnaba una manera civilizada de entender el f¨²tbol y su pa¨ªs. Al d¨ªa siguiente de ganar el Mundial de Sud¨¢frica, todos los jugadores, sin excepci¨®n, recorrieron las calles de Madrid, donde una muchedumbre les salud¨® con una alegr¨ªa incontenible. Pocas veces se ha disfrutado en Espa?a de tanta unanimidad. Pareci¨® que el f¨²tbol abandonaba cualquier tentaci¨®n divisoria y congregaba a un pa¨ªs entero.
El efecto Mourinho
Dos a?os despu¨¦s, Espa?a gan¨® la Eurocopa 2012. Dej¨® para la final su ¨²ltima obra maestra, el 4-0 a Italia. Dif¨ªcil ver a un equipo mejor, pero no hubo celebraci¨®n multitudinaria. Ni los jugadores festejaron el ¨¦xito en las calles de Madrid, ni les apetec¨ªa hacerlo. Aquella selecci¨®n estaba envenenada por la discordia.
Con un af¨¢n cainita, Jos¨¦ Mourinho, entrenador del Real Madrid desde el verano de 2010, dedic¨® todos sus esfuerzos a destemplar el ambiente en la selecci¨®n. Su principal v¨ªctima fue Iker Casillas, capit¨¢n del Madrid y de la selecci¨®n. En el trofeo Bernab¨¦u que se disput¨® en agosto de 2012, Mourinho dio minutos a todo al mundo, incluidos jugadores que de ninguna manera volver¨ªan a vestir la casaca madridista. S¨®lo se los neg¨® al capit¨¢n, a Casillas. ?Su crimen? Intentar la concordia en la selecci¨®n.
De aquellos episodios sali¨® una selecci¨®n dividida, tensa y peor. No merece la pena hacer futuribles con el pasado, pero Espa?a no volvi¨® a ser la misma ni por asomo: eliminada en la primera ronda del Mundial 2014 y en los octavos de final de la Eurocopa 2016 y el Mundial 2018. Un balance trist¨ªsimo para un pa¨ªs que de alguna manera reproduc¨ªa en la selecci¨®n el deteriorado paisaje pol¨ªtico espa?ol.
Si algo caracteriza a esta selecci¨®n es la diversidad. Representa a un pa¨ªs que incluye entre sus principales mitos futbol¨ªsticos a vascos como Belauste y Zarra, a gallegos como Marcelino, a catalanes como Xavi, andaluces como Sergio Ramos y madrile?os como Casillas. No deber¨ªan olvidarlo los que tienen un sentido patrimonial de Espa?a, ni los que se instalan en rivalidades fan¨¢ticas. No ocurri¨® con Mikel Oyarzabal, Unai Sim¨®n y el resto de los jugadores que se api?aron sobre ellos. No fue el verano de 2010, pero por una vez lo pareci¨®.
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