Sin paz para Gareth Southgate
Pese a su meticulosa preparaci¨®n de las tandas, el t¨¦cnico vuelve a estrellarse en Wembley, como en la semifinal de 1996, cuando era jugador
Al llegar al ¨²ltimo d¨ªa del torneo, a Gareth Southgate le quedaba un cap¨ªtulo del manual por explorar, el de la tanda de penaltis, sobre cuya meticulosa preparaci¨®n hab¨ªa ido dejando pistas a lo largo de todo el torneo. Como jugador, ¨¦l se hab¨ªa estrellado en el desempate en la semifinal contra Alemania de la Eurocopa de 1996, tambi¨¦n en Wembley, cuando fall¨® el tiro decisivo. Por eso, llevaba meses preparando esa suerte. En los entrenamientos, los futbolistas simulaban el pase¨ªllo desde el centro del campo hasta el bal¨®n, el silbatazo, la visualizaci¨®n, las respiraciones, qui¨¦n deb¨ªa lanzar, qui¨¦n pod¨ªa hablar con los futbolistas antes de empezar a tirar. Y en la final, 25 a?os despu¨¦s de su propio cataclismo, puso en marcha el plan.
Para empezar, dos minutos antes de acabar la pr¨®rroga, meti¨® a Rashford y a Sancho. Luego, cuando se juntaron los futbolistas, parec¨ªa que todos sab¨ªan de qu¨¦ se trataba. No hab¨ªa pasitos a un lado y otro, sino que mostraban una calma asombrosa. No se juntaron enseguida, sino que guardaban distancias, mientras Trippier les recordaba ¡°calma¡± y Southgate repasaba la lista en la libreta. Con todo organizado, ya s¨ª se juntaron en corro, como los italianos, y despu¨¦s se fueron a dilucidar si la ciencia y el ensayo bastaban para derrotar a la angustia.
Pero no. Hay momentos del f¨²tbol que no son reproducibles en el laboratorio, redenciones fuera del alcance de la mayor minuciosidad. Fall¨® Rashford, que hab¨ªa entrado solo a eso, y fall¨® pese a que aguant¨® casi diez segundos despu¨¦s de la se?al del ¨¢rbitro, siguiendo lo ensayado, controlando el tiempo. Al palo.
Y fall¨® tambi¨¦n Sancho, a quien le detuvo el lanzamiento Donnarumma. Y tambi¨¦n Saka, de 19 a?os, escogido como quinto tirador para cerrar la serie. Y as¨ª, con otra parada del portero, como la noche negra de Southgate, acab¨® el sue?o de Inglaterra y la posibilidad de redenci¨®n absoluta del t¨¦cnico. ¡°Es mi responsabilidad¡±, dijo luego a la BBC. ¡°Yo decid¨ª los lanzadores bas¨¢ndome en lo que hab¨ªan hecho en los entrenamientos. Nadie est¨¢ solo. Ganamos y perdemos juntos como equipo. Pero en cuanto a los penaltis, fue mi decisi¨®n; no de los jugadores. Es mi responsabilidad totalmente¡±. Asumi¨® el peso como hizo hace 25 a?os.
Hasta entonces, el torneo parec¨ªa haber querido ir d¨¢ndole la raz¨®n. Sus decisiones recolectaban cr¨ªticas, hasta que se empezaba a jugar. El f¨²tbol parec¨ªa empe?ado en darle la raz¨®n. Como al principio de la final. Despu¨¦s de meses de debate sobre si deb¨ªan jugar con cuatro atr¨¢s o con tres centrales y dos carrileros, el seleccionador fue haciendo lo que le pareci¨®: unas veces cuatro y otras tres, como en la final.
El 0-1 brot¨® de una coreograf¨ªa entre los dos carrileros, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda. Un parabrisas. Shaw empez¨® la jugada dej¨¢ndole la pelota a Kane, que se mov¨ªa retrasado, lejos de la zona de influencia de Bonucci y Chiellini. El capit¨¢n ingl¨¦s aguard¨® a que su gente tomara posiciones. Recibi¨® Trippier, que hab¨ªa alcanz¨® el borde del ¨¢rea, y tampoco tuvo prisa, hasta que Kane se instal¨® en el ¨¢rea, reuni¨® a los centrales a su alrededor y dej¨® a su espalda una parcela desde donde Shaw pudo estampar el gol. De carrilero a carrilero.
Funcion¨® su plan, pero todav¨ªa era el segundo minuto de partido. A¨²n quedaban m¨¢s de dos horas para que volviera a enfrentarse, ahora desde el banquillo, a una tanda de penaltis en Wembley, que puede volver a marcarle a ¨¦l, y quiz¨¢ tambi¨¦n al imberbe Saka. ¡°No est¨¢ solo. Va a ser una estrella¡±, dijo Southgate.
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