El Bar?a, bajo el volc¨¢n del N¨¢poles
La naturaleza inestable y ciclot¨ªmica del club italiano le permiti¨® ganar el a?o pasado el ¡®scudetto¡¯ despu¨¦s de 33 a?os, pero firmar este a?o una de sus peores temporadas en la era del presidente De Laurentiis
El N¨¢poles es un equipo ciclot¨ªmico que juega con una vela a Dios ¡ªal argentino¡ª y la otra al sism¨®grafo. Un club complejo y condenado a la l¨®gica de un div¨¢n que se tambalea encima de un volc¨¢n. Anoche, por ejemplo, se cargaron a Walter Mazzarri, el segundo entrenador en lo que va de a?o, y contrataron a Francesco Calzona, que debutar¨¢ en el partido del mi¨¦rcoles en los octavos de final de Champions con el Bar?a. Es complicado explicar qu¨¦ son, porque probablemente ni ellos mismos lo saben. O porque son demasiadas cosas a la vez.
Las relaciones de amor no se eligen, te fulminan como un rayo en la tormenta. O como una ca¨ªda torpe buscando la luz del ba?o en plena noche, depende de las ¨ªnfulas de cada uno. Con los clubes ocurre algo parecido. El inter¨¦s primigenio nace por proximidad afectiva o geogr¨¢fica. El equipo de tu ciudad o de tu barrio. O del que fue tu padre. Y por eso cuando ya no le tienes en el sill¨®n del sal¨®n el domingo, cada partido te recuerda a ¨¦l. Luego, muy distinto, es buscar equipo cuando vas a vivir fuera e intentas comprender un nuevo pa¨ªs a trav¨¦s de una camiseta. Me ocurri¨® al llegar a Italia en 2018 y encontr¨¦ un club que jugaba un derbi cada fin de semana. Un equipo al que pr¨¢cticamente odia el resto y cuya afici¨®n soporta cada domingo alg¨²n insulto racista. Esa podr¨ªa ser una parte.
Hay algo de victimismo en todo este relato. Pero en los ¨²ltimos a?os no ha dejado de crecer esa animadversi¨®n. La Lazio, el Inter, el Milan, la Juventus, el Verona¡ Incluso la Roma, cuyas aficiones estaban hermanadas hace no tanto tiempo. ¡°Vesubio, l¨¢valos con fuego¡±. O la ¨²ltima moda en discotecas romanas: bailar al son de ¡°Vesuvio erutta, tutta Napoli ¨¨ distrutta¡± cambiando el estribillo de la m¨ªtica canci¨®n Freed from desire.
El antinapolitanismo es un sentimiento permeable tambi¨¦n fuera de los estadios. Y no es fobia al sur. O no solo. Los partenopeos tambi¨¦n mantienen disputas con sicilianos o calabreses. La ciudad es una fabulosa e indescifrable isla dentro del pa¨ªs. Quiz¨¢ por eso tambi¨¦n Maradona ¡ªpatr¨®n oficioso, con permiso de San Gennaro¡ª se enamor¨® de un equipo y de un lugar que eran pura contracultura. Y en la semifinal del Mundial de Italia, en el partido Argentina-Italia, pas¨® aquello. ¡°Yo quiero solo el respeto de los napolitanos, no que me animen porque ya s¨¦ que los napolitanos son italianos¡ aunque sea el resto de italianos quienes deber¨ªan entender que tambi¨¦n los napolitanos son italianos¡±. Pol¨ªtica pura. Y claro, medio estadio termin¨® celebrando la victoria albiceleste.
El caso es que, a partir de entonces, el club fue condenado a 33 a?os y tres d¨ªas en blanco desde que hab¨ªa ganado su ¨²ltimo scudetto con Maradona. La instituci¨®n quebr¨®, desapareci¨®, solo qued¨® un estadio, un pu?ado de pagar¨¦s y el eco de una afici¨®n infatigable. Lo compr¨® el productor Aurelio de Laurentiis en 2004 y aparecieron Ben¨ªtez, Higua¨ªn, Hamsik, Insigne, Mertens... Y el a?o pasado Luciano Spalletti y la inspiraci¨®n genial del presidente obraron el milagro. O m¨¢s bien una arriesgada filigrana de planificaci¨®n con la que se deshicieron de medio equipo para hacer caja y trajeron a buen¨ªsimos jugadores como Osihmen o el impronunciable Kvaratskhelia, para levantar otro scudetto y, qu¨¦n sabe, si celebrarlo durante otros 33 a?os.
Todo se ha ido al garete. De Laurentiis se equivoc¨® demasiado este verano y el N¨¢poles va noveno a nueve puntos de la zona Champions. La buena noticia para el Bar?a, justamente, es esa naturaleza volc¨¢nica del club, de la ciudad y de su presidente: quiz¨¢ la ¨²nica en el mundo m¨¢s autodestructiva que la cul¨¦. La mala, en realidad, es la misma que la buena. Y que el equipo se juega la temporada el mi¨¦rcoles.
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