Desaparecido Messi, el heredero es Mbapp¨¦
Cuando el franc¨¦s asom¨® por el t¨²nel del Reale Arena fue un suceso, una de esas apariciones de las que uno espera qui¨¦n sabe qu¨¦ acontecimientos
El hombre que rompe el aire
Un partido est¨¢ lleno de promesas. Pagamos una entrada o encendemos la tele con la esperanza de que se hagan realidad, pero nadie la asegura y muchas veces no se cumplen. Salvo cuando un Super crack se apodera de la escena y atrae las miradas, las expectativas, las ilusiones de los suyos y el terror de los rivales. Suelen ser una garant¨ªa. O sea, Mbapp¨¦, que cuando en San Sebasti¨¢n asom¨® por el t¨²nel del Reale Arena fue un suceso, una de esas apariciones de las que uno espera qui¨¦n sabe qu¨¦ acontecimientos. Su sola presencia, rotunda y ya m¨ªtica por su fuerza medi¨¢tica, nos remiti¨® a un escuadr¨®n letal de un solo hombre. Cuando empieza el partido con un futbolista de esta categor¨ªa, en realidad debemos estar preparados para ver dos partidos: el general, previsible, f¨ªsicamente exigente y de una perfecci¨®n mec¨¢nica; y el suyo, una maravilla visual, una deslumbrante r¨¢faga de viento huracanado cuando arranca imparable hacia el peligro.
El gran futbolista se esconde en el cerebro
La primera descripci¨®n me sali¨® demasiado f¨ªsica, porque es m¨¢s f¨¢cil ver el galope de ese pura sangre que corre tras el bal¨®n, que entender las soluciones posibles, algunas aprovechadas y otras descartadas, que pasan por esa cabeza a una velocidad tambi¨¦n inconcebible. Siempre me fascin¨® asomarme al cerebro de un genio en acci¨®n. En su primer gol, las arrancadas y los frenos le permitieron ganar medio metro donde no exist¨ªan espacios, para sacar un tiro inesperado y letal. En el segundo, su larga carrera result¨® imparable. Si seguimos con el s¨ªmil del pura sangre, a aquello no se lo pod¨ªa detener ni dispar¨¢ndole al jinete ni dispar¨¢ndole al caballo. Pero el futbolista apareci¨® al final, cuando la mirada, el cuerpo y el pie apuntaron al segundo palo, para ajustar el tiro imparable al primero. Cuando Remiro descubri¨® el enga?o ya era tarde. La eliminatoria hab¨ªa terminado.
El mejor, ya sin rival
Mbapp¨¦ sabe esperar. Recostado sobre la izquierda (en su momento tendr¨¢ problemas de jurisdicci¨®n con Vinicius), parece ajeno al partido hasta que un bal¨®n lo convoca y, entonces, como perro al que le tiran un hueso, arranca con decisi¨®n y entusiasmo para mostrarnos un repertorio riqu¨ªsimo. Porque su juego contiene la mentira del amague, la capacidad de mirar cerca y lejos para regatear en el primer caso o para habilitar a un compa?ero en el segundo, e incluso se permite la pausa, lo que en un velocista es muy meritorio. Precisi¨®n en velocidad, visi¨®n, amague, pausa, capacidad de s¨ªntesis para construir peligro, goles a granel para que las estad¨ªsticas se queden tranquilas. Desaparecido Messi de los grandes escenarios, Mbapp¨¦ se erige como el ¨²nico heredero. El indiscutible mejor jugador del mundo en este momento.
Entre la esperanza y la amenaza
Al d¨ªa siguiente, un deslucido Real Madrid, demasiado preocupado por el control, gan¨® con angustia al RB Leipzig. Como el hincha tambi¨¦n sabe jugar con la imaginaci¨®n, se tranquiliz¨® pensando que para la pr¨®xima temporada a la ecuaci¨®n habr¨¢ que agregarle a Mbapp¨¦. Tan deslumbrados est¨¢n que, r¨¢pidamente, le perdonaron la ¡°traici¨®n¡± a la primera invitaci¨®n de Florentino y despejaron la preocupaci¨®n de que su condici¨®n de estrella pueda romper la convivencia. Tranquilos, a la convivencia es m¨¢s f¨¢cil que la rompa un mediocre. Olvidamos que los mejores lo son gracias a su inteligencia. Se me dir¨¢ que m¨¢s bien a su instinto, pero es que el instinto es la velocidad punta de la inteligencia. Solo veo un problema, y es que la temporada a¨²n no termin¨® y esa mina vagante que est¨¢ sin desactivar a¨²n puede detonar en el flamante Bernab¨¦u.
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