Siempre nos queda el Athletic
Hoy es un d¨ªa so?ado durante muchos a?os. Los m¨¢s talladitos nunca han olvidado lo vivido en el 83 y 84 y ansiaban repetir. Los m¨¢s j¨®venes, cansados de escuchar tanta batallita, suspiraban por tener esa experiencia que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo tintes casi m¨¢gicos
Llega el tercer advenimiento de la Gabarra, Santo Grial y mito rojiblanco por excelencia, junto a Iribar y San Mam¨¦s. Se espera m¨¢s de un mill¨®n de personas tirando por lo bajo, todo un ej¨¦rcito compuesto por fieles seguidores con un inquebrantable sentido de pertenencia y orgullosos hasta casi la chuler¨ªa de una singular filosof¨ªa, tan peculiar como maravillosamente anacr¨®nica. Su relaci¨®n sentimental con el Athletic es intensa e indestructible, forjada desde peque?itos y que no tiene en cuenta edades, razas, g¨¦neros, recursos econ¨®micos o escalas sociales, ya que su transversalidad alcanza todos los rincones geogr¨¢ficos y sociol¨®gicos.
Hoy es un d¨ªa so?ado durante muchos a?os. Los m¨¢s talladitos nunca han olvidado lo vivido en el 83 y 84 y ansiaban repetir. Los m¨¢s j¨®venes, cansados de escuchar tanta batallita, suspiraban por tener esa experiencia que con el paso del tiempo ha ido adquiriendo tintes casi m¨¢gicos. Repetidores y debutantes, ni?os y ni?as, j¨®venes y adultos, todos se juntar¨¢n gozosos a ambas orillas del Nervi¨®n a celebrar no solo un t¨ªtulo que se ha resistido demasiado, sino para reivindicar una vez m¨¢s el profundo v¨ªnculo que existe entre el equipo y su afici¨®n. Muchos sentimientos compartidos donde sobresale un indisimulado y colosal orgullo de pertenencia que lo mismo crece con una victoria que viendo a varios de nuestros j¨®venes jugadores, en lugar de esconderse, montan una conga en plena calle compartiendo con los aficionados la alegr¨ªa que sienten.
Otra cuesti¨®n a resaltar para entender mejor el universo rojiblanco es que el aficionado del Athletic se mueve con gran soltura en el territorio de la exageraci¨®n. Han sido tiempos de locura colectiva los vividos en estas ¨²ltimas semanas y que van a concluir con el delirio de la gabarra. La fiebre fue tal, que se corr¨ªa el peligro de que al final influyese en los jugadores. Afortunadamente la supieron manejar en los momentos decisivos. Marc¨® Ohian, par¨® Yulen, no fall¨® Alex y con un estallido que debi¨® de escucharse en la luna, concluyo la traves¨ªa del desierto. De golpe y porrazo cuatro d¨¦cadas de sequ¨ªa y unas cuantas frustraciones parecieron un precio razonable por disfrutar de una felicidad plena, extrema e inenarrable. Y en medio de los gritos, abrazos y lloros, muchos nos acordamos de nuestros ausentes, que todos los tenemos.
El m¨ªo se llamaba Pablo. Hace unos a?os andaba atravesando un momento muy dif¨ªcil de su vida, metido en una doloros¨ªsima separaci¨®n con hijos por medio. En medio de la zozobra, el Athletic disputaba una eliminatoria de Copa en Valladolid. Y all¨ª se fue con su bufanda al estadio de la pulmon¨ªa, s¨®lo, entre semana y en pleno invierno. El partido fue horrible, el viento inclemente, el fr¨ªo, polar, y el resultado ni me acuerdo. Al d¨ªa siguiente, le pregunt¨¦ c¨®mo se encontraba. ¡°Bien. Menos mal que siempre queda el Athletic¡± me respondi¨®. Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªas hermano. Y es que pase lo que pase, llueva o haga sol, real o metaf¨®ricamente hablando, siempre nos quedar¨¢ el Athletic. Con gabarra o sin ella. Eso es lo de menos.
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