Guardiola, la construcci¨®n de una m¨¢quina de ganar
El entrenador catal¨¢n, de nuevo campe¨®n de la Premier, ense?¨® que el tikitaka tiene sentido cuando la posesi¨®n tiene sentido: el de hacer da?o. Que la est¨¦tica es necesaria cuando sirve para ganar
La ¨¦poca de Guardiola como jefe del vestuario del Barcelona se sald¨® con un sutil, apenas perceptible, cambio en la estructura social: el madridismo empez¨® a ser, por primera vez en su historia, antibarcelonista. Nos convirti¨® a los madridistas en tipos preocupados por nuestro equipo, s¨ª, pero de repente nos vimos preguntando tambi¨¦n por el horario del Bar?a-Athletic y ponerlo para animar al Athletic, o a quien correspondiese. El Madrid para el madridista era el Madrid y nada m¨¢s, importaban sus victorias y sus derrotas y nada m¨¢s, era el partido que se ve¨ªa en la tele y nada m¨¢s; el resultado por el que se preguntaba al salir de un concierto, y nada m¨¢s. Guardiola absorbi¨® el ¡°y nada m¨¢s¡± durante cuatro a?os y Messi lo prolong¨®, ya sin armamento ideol¨®gico pero con fulminantes resultados, algunos a?os.
Pero el Barcelona de Guardiola, el acaparamiento de focos, miradas y elogios, fue el ¨²nico momento en que el Barcelona era el equipo m¨¢s observado, alabado y odiado del mundo: lo que siempre hab¨ªa sido antes de ¨¦l, y volvi¨® a ser despu¨¦s de ¨¦l, el Real Madrid. No es que nos quitase los t¨ªtulos, que eso tiene que pasar. Es que nos quit¨® el protagonismo y algo a¨²n peor, nos arrebat¨® tambi¨¦n la indiferencia que la soberbia madridista aplicaba al Bar?a: de repente odi¨¢bamos al Bar?a y odi¨¢bamos a Guardiola; de repente un cul¨¦ dec¨ªa, con la toda la pachorra del mundo, que le daba igual c¨®mo quedase el Madrid, que ellos estaban a lo suyo. Hubo un a?o escandaloso en que aquel Barcelona se iba al descanso siempre con 4-0 en que estoy seguro de que los barcelonistas no se enteraban ni de cu¨¢ndo jug¨¢bamos. Y cuando jug¨¢bamos contra ellos, no solo nos ganaban, sino que al acabar el partido Xavi nos explicaba por qu¨¦. Si Dios existe, lo espectacular ser¨ªan los milagros, no la misa.
La tecla que Guardiola hab¨ªa tocado ten¨ªa que ver con lo emocional. El entrenador que empezaba a ser eminencia t¨¢ctica consigui¨® que en sus vertiginosos a?os la plantilla no se distrajese un solo segundo. Tampoco cuando el Madrid de Mourinho empez¨® a hacerle da?o y a ganar t¨ªtulos: tiene m¨¢s m¨¦rito del que se cree porque el Barcelona del sextete no baj¨® la guardia un segundo. No se trataba tanto de la gesti¨®n de egos sino de la gesti¨®n del hambre; con estrellas mundiales saciadas, muchas de las cuales volv¨ªan de Sud¨¢frica con el mayor t¨ªtulo de todos en el bolsillo, Guardiola les tir¨® la pizarra a la cabeza y les dijo que adem¨¢s de saber jugar al f¨²tbol hay que querer, por encima de todo, ganar. Que el tikitaka tiene sentido cuando la posesi¨®n tiene sentido: el de hacer da?o. Que la est¨¦tica tiene sentido cuando sirve para ganar: lo otro es galer¨ªa y generalmente rid¨ªculo. Que si das doscientos pases y el rival no corre detr¨¢s de la pelota porque los pases son est¨²pidos, al ¨²nico que cansas es a tu aficionado.
Un d¨ªa dijo en Madrid que en las salas de prensa Mou era el ¡°puto amo¡± sabiendo que en dial¨¦ctica, motivaci¨®n y excitaci¨®n previa del vestuario propio no se distingu¨ªa mucho de ¨¦l, cada uno a su manera. Desde la 2008-2009 hasta esta temporada, en la que acaba de ganar la Premier, han pasado 16 a?os. En solo una temporada se ha quedado sin ganar nada. No ha habido una derrota, por ejemplo ante su eterno rival en Champions, por humillante (0-4 en 2014) o dolorosa (2022 y 2024) que fuese, que haya hundido al vestuario m¨¢s de un d¨ªa. Otro equipo despu¨¦s de los penaltis de Manchester y los 120 minutos previos se hubiera quedado en shock rasc¨¢ndose la cabeza y viendo pasar la Premier, como aquel Madrid impresionante de Queiroz despu¨¦s de M¨®naco. Los equipos de Guardiola nunca lo hicieron. Son much¨ªsimos a?os. Demasiados como para creer, como siguen creyendo muchos, que es un f¨²tbol de laboratorio; es un f¨²tbol humano, hecho de las mismas cosas con las que se construye la victoria: cada d¨ªa es el ¨²ltimo, y el pen¨²ltimo no vale nada. Odiar es un ejercicio delicado: despu¨¦s de unos pocos a?os odiando, lo que viene a continuaci¨®n es una admiraci¨®n sorda. Nunca querr¨ªa a Guardiola en mi equipo (¨¦l tampoco), tampoco lo quiero enfrente.
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