La zona de confort del f¨²tbol
El VAR implica demoras y, a menudo, anticl¨ªmax. Ha abandonado la premisa original de corregir errores claros y obvios y ahora examina cualquier cosa
Cuando era adolescente iba por ah¨ª diciendo que el d¨ªa que me casase entrar¨ªa a la ceremonia con el himno de la Champions. Se lo dec¨ªa incluso a Fran, mi novio de la adolescencia, que me pon¨ªa cara de irse a pedir una orden de alejamiento. As¨ª que pod¨¦is imaginar mi genuina emoci¨®n la noche que son¨® el himno de la Champions por primera ¡ªy ¨²ltima¡ª vez en Bala¨ªdos, en aquella legendaria temporada del a?o 2004. Afortunadamente, y dado que entonces tuve ya mi momento de intimidad con el salmo futbolero, abandon¨¦ pronto el prop¨®sito nupcial. Pero el himno de la Champions nunca ha dejado de parecerme una cosa bell¨ªsima, casi una epifan¨ªa aspiracional.
La UEFA ha introducido este a?o cambios en el himno, acompa?ando las novedades en el formato de la competici¨®n. La nueva versi¨®n tiene m¨¢s densidad arm¨®nica, es m¨¢s relajante y mel¨®dica, pero suena menos ¨¦pica, epop¨¦yica y contundente. En general, infunde menos respeto. ?Por qu¨¦ modificar algo que funcionaba? ?No fue suficiente con quitarnos 15 minutos de sue?o poniendo los partidos de Champions a las nueve de la noche? ?No fue suficiente con la introducci¨®n del VAR?
Esto es una verdad irrefutable: los aficionados del f¨²tbol solemos estar en contra de cualquier cambio, por peque?¨ªsimo que sea. La brigada de la novedad, esas personas que apelan continuamente a salir de las pl¨¢cidas zonas de confort, dir¨¢n que somos obtusos y aburridos. Pero es que el f¨²tbol es un deporte simple y en su simpleza est¨¢ su encanto. El tama?o de una porter¨ªa de f¨²tbol se fij¨® en un pub de Holborn en el a?o 1863 y nos parece bien que siga siendo el mismo. No es perfecto, pero as¨ª, simple, es como nos gusta. Y, sin embargo, siempre hay alguien dispuesto a retocarlo, adaptarlo, modernizarlo, superliguizarlo. Siempre hay alguien dispuesto a hacer cortocircuitar su identidad.
Vuelvo al VAR. El punto fuerte del f¨²tbol era su pureza y espontaneidad, pero la era del VAR lo ha vuelto tan confuso que apenas puedes ya celebrar un gol por temor a que se anule. El VAR implica demoras y, a menudo, anticl¨ªmax. Ha abandonado la premisa original de corregir errores claros y obvios y ahora examina cualquier cosa, hasta tu declaraci¨®n de la renta. Los partidos acumulan, casi por defecto, ocho, nueve, hasta diez minutos de descuento con tanta deliberaci¨®n. Necesitas un doctorado en arquitectura para entender c¨®mo se tiran las l¨ªneas de los fueras de juego. La sala VAR que nos muestran por televisi¨®n parece el lugar al que llevar¨ªas a un criminal de guerra a confesar sus cr¨ªmenes, el lugar en el que te gustar¨ªa que un enemigo pasase sus ¨²ltimas horas de vida. M¨²ltiples ¨¢ngulos de c¨¢mara, recreaci¨®n en 3D de partes del cuerpo del futbolista, limb-tracking para detectar los 29 puntos corporales de los jugadores: todo ha a?adido una capa adicional de complejidad a un juego armado en su simplicidad.
Quiz¨¢s me he puesto demasiado excesiva. S¨ª, a los aficionados nos suele pasar, nos ponemos excesivos en la cr¨ªtica, somos manejables en la rutina. El f¨²tbol siempre tiene su reflejo perfecto en la vida. Y, como en la vida, con el paso de los a?os tendemos a sumergirnos en la rumia y vacilaci¨®n por cualquier peque?o cambio. Hay un tipo especial de pegamento que nos mantiene unidos a la costumbre: se llama comodidad, a veces se llama miedo. Pero, y esto siempre termina sucediendo, un buen d¨ªa el destino, las circunstancias, la suerte, o en este caso la UEFA, nos pone en una direcci¨®n completamente nueva. Y puede que, a la larga, nos termine gustando.
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