El Real Madrid est¨¢ vivo
En el atronador Bernab¨¦u, c¨¦lebre por las remontadas, es bastante frecuente que se haga el silencio
Al f¨²tbol, como al VAR, le sienta mal una foto fija. Un equipo es un organismo vivo y lo que vemos hoy cambiar¨¢ una y mil veces a lo largo de la temporada dependiendo del estado de ¨¢nimo, el cansancio, las lesiones, el estado de forma¡ Lo sabe bien el Madrid, que por fin pudo incorporar a Mbapp¨¦, un pura sangre de los que dan espect¨¢culo y ganan partidos. Pero bast¨® un mes para que Ancelotti comprobara que un gran fichaje no soluciona los problemas, sino que los cambia. A puro peso, Mbapp¨¦ es m¨¢s que Kroos, pero a veces un simple tornillo modifica m¨¢s cosas que un motor turbo. Sin Kroos el Madrid perdi¨® paciencia, criterio, precisi¨®n. Orden.
Como no existe otro Kroos hay que buscar un nuevo equilibrio (?cuatro mediocampistas?), lo cual no solo compromete al entrenador sino a todo el equipo. El resultado sigue sin ser un problema. Cada partido parece una pel¨ªcula distinta con un argumento a¨²n d¨¦bil, pero del que sabemos el final. El equipo puede, como frente al Stuttgart, partirse por la mitad y ser sometido en buena parte del partido, pero termina ganando con un marcador holgado.
La hinchada, tambi¨¦n organismo vivo, festeja igual, a la manera del Madrid, con ratos de pasividad, otros de indignaci¨®n, con la locura espor¨¢dica de una remontada y siempre con la tranquilidad de saber que al final ganan los buenos. Vienen de a?os de grandes cosechas. Se ganaron las nueve ¨²ltimas finales, se atravesaron partidos maravillosos, se obraron milagros. M¨¢s que preocuparnos por el ego de los jugadores, siempre bajo sospecha porque los creemos ni?os malcriados, hay que alargar la mirada hacia la afici¨®n para ver qu¨¦ efecto sociol¨®gico est¨¢ teniendo tanto triunfo sobre ellos. Lo pens¨¦ de vuelta de Londres, tras la decimoquinta. El comandante del avi¨®n abri¨® el micr¨®fono y grito tres veces ¡°?Hala Madrid!¡±, pero no contest¨® ni el Tato.
Seguramente porque ser hincha es muy sacrificado y se sent¨ªan agotados, pero sobre todo porque est¨¢n acostumbrados. Mal acostumbrados. Aquello era un s¨ªntoma. En el atronador Bernab¨¦u, c¨¦lebre por las remontadas, es bastante frecuente que se haga el silencio. No es nuevo. En su d¨ªa a Puskas se le hizo la pregunta: ¡°?Por qu¨¦ los madridistas no gritan?¡±, y contest¨® con una genialidad costumbrista (si es que eso existe): ¡°Porque tienen la boca llena¡±. Claro, empacho de triunfos, de t¨ªtulos, de campeonatos. Esa actitud est¨¢ en la naturaleza de cualquier hincha, un animal de costumbre. Pero la singularidad del madridista es que m¨¢s que pedir, exige. Visto desde el vestuario es la parte odiosa del mito y, sin embargo, la m¨¢s valiosa porque m¨¢s que invitar, obliga. As¨ª las cosas, ya lo dije en alguna ocasi¨®n, el jugador del Madrid corre en defensa propia.
Un buen amigo al que tengo, m¨¢s que como madridista, como madrid¨®logo, me dijo: ¡°A los madridistas no nos gusta que los futbolistas nos den lecciones¡±. Lo dec¨ªa con respecto a Vinicius y su gusto de andar dialogando con las gradas. A mi amigo no le gusta esa actitud, le incomoda, como si el di¨¢logo igualara al empleado con sus due?os. Yo no estoy tan seguro porque veo que cuando Vinicius incita, la gente se viene arriba. Ser¨¢ que el turisteo est¨¢ cambiando el perfil de la hinchada. En todo caso, no es la primera vez que el madridismo me desconcierta.
Como los malos patrones, la afici¨®n se apodera de los triunfos y le asigna los fracasos a los jugadores, al fin y al cabo sus empleados, que por algo les pagamos. Yo, en cuanto socio, me incluyo en el reclamo porque s¨¦ que da buen resultado. Habrase visto.
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