Chovinistas todos (o la paradoja ol¨ªmpica)
Los franceses, se?alados por agitar demasiado la bandera, citan a Romain Gary: ¡°El patriotismo es el amor de los suyos. El nacionalismo es el odio de los otros¡±
L¨¦on Marchand apareci¨® en la grader¨ªa mientras Estados Unidos se enfrentaba a Brasil en los cuartos de final de baloncesto, y la grader¨ªa rompi¨® a gritar: ¡°?L¨¦on! ?L¨¦on! ?L¨¦on!¡±
La escena propici¨® un malentendido. LeBron James crey¨® que el p¨²blico coreaba su nombre y no el del ¨ªdolo de la nataci¨®n, y empez¨® a gesticular para celebrarlo. El peat¨®n, que estaba ah¨ª, lo entendi¨® as¨ª pero cuando en la pantalla apareci¨® la imagen de L¨¦on en las gradas, se dio cuenta de que hab¨ªa que cantar ¡°L¨¦on¡± y no ¡°LeBron¡±. El Rey James debi¨® entenderlo igualmente, porque dej¨® de gesticular. Una lecci¨®n de humildad.
Es una an¨¦cdota reveladora, y no solo de la personalidad del baloncestista estadounidense. Tambi¨¦n de la actitud del p¨²blico franc¨¦s en estos JJ OO, menos pendiente de lo que suced¨ªa en la pista que de animar a los suyos.
Basta mirar cada noche Quels Jeux! (?Vaya Juegos!), el programa diario en la cadena p¨²blica France 2: es como si estos fueran los JJ OO solo de Francia y solo Francia participase ellos. En un ambiente de euforia desbocada los presentadores, L¨¦a Salam¨¦ y Laurent Luyat, repasan los triunfos de la jornada y reciben a los medallistas mientras suena la pegadiza sinton¨ªa ol¨ªmpica de Victor Le Masne o entonan La Marsellesa.
El colega Leo Klimm, del semanario alem¨¢n Der Spiegel, cont¨® algo parecido en un programa de la cadena p¨²blica France Inter en el que coincidimos el mi¨¦rcoles: ¡°Hay una cr¨ªtica que se podr¨ªa hacer a Francia. En los medios franceses t¨¦ explican la medalla francesa en una competici¨®n, pero no el oro y la plata en la misma competici¨®n¡±. Otro colega franc¨¦s me mand¨® el mismo d¨ªa un mensaje desde el extranjero, donde estaba de vacaciones, y dec¨ªa: ¡°No lamento no estar en Par¨ªs. Hay buen ambiente, pero no me gusta el chovinismo que generan las competiciones deportivas¡±.
He aqu¨ª una palabra francesa, chovinismo, convertida en universal. Pero este peat¨®n tiene la sensaci¨®n de que esta ¨®ptica nacional no es exclusiva de los franceses. Lo de fijarse en el bronce propio e ignorar el oro y la plata de los dem¨¢s no es solo un pecado de Francia. Es la paradoja del olimpismo. Dicen que el deporte hermana a la humanidad, pero no hay deporte sin banderas, sin un m¨ªnimo grado de chovinismo.
George Orwell, que casi siempre acertaba, escribi¨® en 1945: ¡°Siempre me ha impresionado escuchar a la gente decir que el deporte fomenta la buena voluntad entre las naciones y que si las personas normales del mundo pudieran reunirse para jugar a f¨²tbol o a cr¨ªquet, no tendr¨ªan ninguna inclinaci¨®n por verse en el campo de batalla¡±. El autor de 1984 no tragaba. Ve¨ªa en el auge del deporte de competici¨®n el auge del nacionalismo. Y defin¨ªa el nacionalismo como ¡°la lun¨¢tica costumbre moderna de identificarse a uno mismo con unidades de poder m¨¢s amplias y de verlo todo en t¨¦rminos de prestigio competitivo¡±.
Quiz¨¢ haya que hacerle caso a otro escritor que los franceses citan estos d¨ªas, Romain Gary: ¡°El patriotismo es el amor de los suyos. El nacionalismo es el odio de los otros¡±. Quiz¨¢ la celebraci¨®n, en la ceremonia de apertura, de una Francia diversa y universal fue un ejemplo de patriotismo bien entendido y por eso cabre¨® tanto a los nacionalistas.
O quiz¨¢ hay otra manera de mirar al medallero, que es la plasmaci¨®n de esta competici¨®n chovinista: sumando las medallas de la Uni¨®n Europea. Y entonces nos damos cuenta de que ni Estados Unidos ni China dominan el deporte mundial. Es Europa. Pero eso ser¨ªa pol¨ªtica ¨Dperd¨®n: deporte¨D ficci¨®n.
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