Luis Enrique, un seleccionador en la trinchera
Luis Enrique Mart¨ªnez Garc¨ªa, de 52 a?os, se enfrenta al reto de su vida: el Mundial de F¨²tbol masculino que comienza el pr¨®ximo domingo en Qatar. Deportista de resistencia y sufrimiento, amado y odiado a partes iguales, el campeonato supone una lucha contra el mundo y contra s¨ª mismo
Pepe, el barbero, suspira, suelta el peine y la maquinilla, improvisa sobre la encimera un campo de f¨²tbol con los frascos de colonia, jab¨®n y fijador, convierte sus dedos en jugadores y explica la formaci¨®n 4-3-3 a su cliente: ¡°Luis Enrique juega con este sistema; es un modelo r¨¢pido y ofensivo; se trata de estar siempre en posesi¨®n de la pelota y, si la pierdes, recuperarla enseguida; presionar y atacar arriba. Buscar el gol. Corres riesgos, tienes la defensa muy adelantada, te puedes agotar, pero le tocas las narices a cualquiera; es un heredero evolucionado del f¨²tbol total de Cruyff, el del Bar?a, aunque el de Luis Enrique es m¨¢s r¨¢pido e intenso que el de su amigo Guardiola¡±, sentencia mi barbero.
Dec¨ªa Napole¨®n que cada soldado franc¨¦s llevaba en su macuto el bast¨®n de mariscal. Trasplantado a Espa?a, todo aficionado al f¨²tbol lleva en su interior un seleccionador nacional. En la pr¨¢ctica solo hay uno. Se llama Luis Enrique Mart¨ªnez Garc¨ªa, tiene 52 a?os, naci¨® en Gij¨®n, comenz¨® a jugar a los siete; fue con diversa fortuna futbolista en el Madrid y el Barcelona y m¨¢s tarde entrenador de ese equipo; un jugador italiano llamado Mauro Tassotti le parti¨® de un codazo la nariz ante la pasividad del ¨¢rbitro en el Mundial de 1994, provocando un drama nacional; es un deportista de sufrimiento y resistencia; se lleva muy mal con la prensa. Y cobra por sus servicios a la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol durante su contrato como preparador de la selecci¨®n masculina (desde 2018 hasta el final del Campeonato del Mundo de Qatar, m¨¢s all¨¢ todo son conjeturas) en torno a tres millones de euros por temporada. En contra de lo que se podr¨ªa pensar, dada la trascendencia patri¨®tica de la Roja, se trata de dinero privado, como lo es la Federaci¨®n, ¡°una entidad asociativa privada, pero de utilidad p¨²blica¡±, seg¨²n explica Pablo Garc¨ªa Cuervo, su director de comunicaci¨®n, en el fr¨ªo cubo de hormig¨®n y cristal de la Ciudad del F¨²tbol de Las Rozas (Madrid). ¡°De nuestros 400 millones de ingresos, solo 1,6 millones proceden de ayudas finalistas p¨²blicas que provienen de las quinielas¡±. Por lo tanto, si Luis Enrique no recibe dinero p¨²blico, nada le obliga a ser transparente. Nadie manda realmente en ¨¦l. Da la sensaci¨®n de ir por libre. Su figura est¨¢ siempre envuelta en una atm¨®sfera de total hermetismo. Acceder a su burbuja es complicado.
Luis Rubiales, el presidente de la Federaci¨®n que lo fich¨® como seleccionador en 2018 fi¨¢ndose de su olfato, explic¨® recientemente a EL PA?S lo que esperaba de su trabajo: ¡°Una selecci¨®n reconocible, que va a tener siempre m¨¢s el bal¨®n que el rival, que va a jugar con descaro y atrevimiento¡±. Luis Enrique coincide en esa f¨®rmula que ¨¦l materializa en ¡°jugadores talentosos, no muy fuertes f¨ªsicamente, pero p¨ªcaros, pillos, listos¡±. Concordancia de ideas. Entre las condiciones de su contrato tambi¨¦n estableci¨® que no iba a conceder entrevistas, tan solo ruedas de prensa. Son para ¨¦l un mal menor. En ellas se siente como un gladiador entre fieras. Y brota lo peor de ¨¦l: el desaf¨ªo, el mal gesto, el monos¨ªlabo. Aunque sea un tipo dial¨¦cticamente brillante, capaz de monologar durante horas sin papeles y con un humor vitri¨®lico, odia esas comparecencias. Como entrenador del Bar?a (2014-2017) lleg¨® a hacer 124 en un a?o. Un exdirectivo del Barcelona lo explica: ¡°Lleva fatal hablar con los periodistas porque sabe que, si se expone medi¨¢ticamente, tiene m¨¢s posibilidades de contradecirse y meter la pata. No es tonto¡±. Para otro, ¡°necesita alguien a su lado como lo que representa Manel Estiarte para Pep Guardiola en relaci¨®n con los medios: un pacificador. Pero este no se f¨ªa ni de su sombra; es inmanejable¡±.
Luis Enrique no es un seleccionador al uso, que hasta ahora hab¨ªa sido un se?or mayor y sabio, escaso de forma y un poco gru?¨®n, en el final de su carrera deportiva, al que si todo le sal¨ªa bien pod¨ªa aspirar a un marquesado, como Del Bosque tras ganar el Mundial de 2010. Y que con la excepci¨®n de Javier Clemente entre 1992 y 1998 (que es el modelo que sigue Luis Enrique), se llevaba bien con los medios: al menos una comida de vez en cuando con su capillita period¨ªstica. Pero Luis Enrique Mart¨ªnez cree que no tiene que almorzar con nadie; no se ve al borde de la jubilaci¨®n; se siente en activo, en plenitud, con una carrera por delante; joven y con una forma f¨ªsica de ironman. Es la ¨²nica estrella de una selecci¨®n sin estrellas, de clase media, ¡°sin jugadores diferenciales¡±, como nos explica el exjugador y entrenador Jorge Valdano: ¡°Son gente muy joven que pueden ganar o perder con cualquier favorito. Nunca fue tan necesario para un equipo un entrenador tan bien formado y con una convicci¨®n tan grande como Luis Enrique¡±. Esa reflexi¨®n la comparte el veterano periodista deportivo Santiago Segurola: ¡°Es el mejor seleccionador posible; la selecci¨®n juega como ¨¦l quiere, es un juego moderno, intr¨¦pido, con coraje, aunque con carencias defensivas; es su ¨²nico l¨ªder por car¨¢cter e ideas; y van a jugar como ¨¦l quiere, sin cambiar ni un m¨ªnimo su esquema, aunque no convenza a nadie¡±. Y la abrocha Andoni Zubizarreta, el exguardameta y despu¨¦s el director deportivo que le fich¨® en 2014 como entrenador del Bar?a: ¡°El f¨²tbol es un juego de incertidumbre, el peor equipo te puede ganar en el ¨²ltimo minuto. Y el jugador no quiere incertidumbres, quiere certezas. Como entrenador tienes que convencer al jugador, eliminar parte de esa incertidumbre. Y eso lo hace muy bien Luis¡±.
Moral de victoria, como en la guerra. Los periodistas deportivos, con su afici¨®n a la ¨¦pica, califican a los seleccionados como los ¡°pretorianos¡±, ¡°centuriones¡± y hasta ¡°gurkas¡± de Luis Enrique. Esta selecci¨®n es la suya. Para bien o para mal. Con los jugadores de nacionalidad espa?ola de todas las edades, categor¨ªas y ligas que ha tenido la potestad de elegir en todo el planeta. Ha ojeado y analizado a unos 70, y a partir de ah¨ª hizo, seg¨²n sus palabras, ¡°un lifting¡±. Los convocados, est¨¦n donde est¨¦n, tienen la obligaci¨®n administrativa de acudir a sus concentraciones. Y cobran 25.000 euros por partido. Tras las puertas de la Ciudad del F¨²tbol, entre esos selectos, el modelo de juego y la visi¨®n del f¨²tbol, de la vida, de la relaci¨®n entre las personas, de la lealtad, la discreci¨®n y la rectitud son los del m¨ªster. Y si no lo asumes con ah¨ªnco, sin discutir, te marchas. Ya seas un futbolista o un miembro de su staff (as¨ª rodaron las cabezas de algunos de sus m¨¢s estrechos colaboradores, Robert Moreno, Jes¨²s Casas, Jos¨¦ Sambade o Marcos L¨®pez). En la selecci¨®n no est¨¢ permitido m¨¢s ego que el suyo. Luis Enrique es un maestro (agresivo, pero no le?ero) en el juego del uno contra uno desde que se inici¨® como profesional en el Sporting. Puro cuerpo a cuerpo. T¨² o yo. Blanco o negro. Una filosof¨ªa que se concentra en esta frase que profiere a sus chicos en el documental hagiogr¨¢fico sobre la selecci¨®n, La fuerza del grupo: ¡°?Chavales, que el d¨ªa que os puedan pisar la cabeza os la van a pisar!¡±.
Luis Enrique es, por otra parte, el introductor de la modernidad y las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n en la selecci¨®n. Capitanea un cambio de era. La anterior se inici¨® con la cremallera de victorias de 2008 (Eurocopa), 2010 (Mundial) y 2012 (Eurocopa), y concluy¨® con la derrota a la primera de cambio en el Mundial 2014. Adicto a todo lo nuevo, cueste lo que cueste, lector implacable, ha aplicado el an¨¢lisis del big data a la estrategia y la t¨¢ctica de su equipo. Cuenta con un staff de fieles cuya funci¨®n es observar c¨®mo juega la selecci¨®n y c¨®mo juegan sus rivales; cruzar toda esa informaci¨®n mediante aplicaciones inform¨¢ticas, y sacar conclusiones. Por ejemplo, c¨®mo colocarse, sobre la marcha, incluso en el descanso de un partido. Durante las concentraciones, en el campo de juego, Luis contempla evolucionar a sus chicos como un emperador desde la altura de un andamio omnipresente en la Ciudad de F¨²tbol, se comunica con cada uno de ellos con un radiotransmisor y controla a trav¨¦s de GPS y sondas situadas en sus chalecos sus movimientos, cu¨¢nto corren, a qu¨¦ velocidad, con qu¨¦ potencia y frecuencia cardiaca. Nada se le escapa. El que no juega con la intensidad exigida, se cae del equipo.
Qatar supone para Luis Enrique Mart¨ªnez el reto total. Quiz¨¢ el de su vida. Lo hace feliz representar a Espa?a. Se siente ¡°gijonudo¡±, asturiano y muy espa?ol. Exactamente igual que aquel chaval que junto al equipo de Espa?a conquist¨® el oro en los Juegos Ol¨ªmpicos en Barcelona 92 ante 100.000 personas en el Camp Nou. Es un desaf¨ªo. Algo similar a pedalear al l¨ªmite una quebrantahuesos de 205 kil¨®metros y cinco puertos; correr por el desierto de Marruecos con 10 kilos a la espalda y los pies ensangrentados; aguardar durante horas la ola perfecta en Noosa Beach (Australia) o bajar de las tres horas en un marat¨®n entre el m¨¢rmol renacentista de Florencia. En cada partido no solo se enfrenta a un rival deportivo, tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n, las redes sociales y, si es necesario, la grada. Se enfrenta a s¨ª mismo y al mundo. Lo nutre de adrenalina. Lo explic¨® tras un accidentado partido contra el Madrid cuando ya militaba en el Barcelona: ¡°Yo quer¨ªa que me silbaran mucho. Hay dos formas de volver al Bernab¨¦u: o pasando totalmente inadvertido o pute¨¢ndote mucho. Y yo prefiero que me puteen. Quer¨ªa que me silbaran mucho. Eso quiere decir que les doli¨® que me marchara¡±.
Es la historia de un seleccionador que un d¨ªa fue Luis¨ªn, despu¨¦s Lucho, m¨¢s tarde Luis Enrique y hoy, simplemente, Luis. Su sistema operativo es el mismo. ¡°Porque su juego es una reproducci¨®n perfecta de su forma de ser¡±, explica el periodista Ladislao J. Mo?ino.
Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez de Brito, de 70 a?os, atesora en su domicilio del barrio gijonense de Pumar¨ªn cuatro d¨¦cadas del f¨²tbol base en cajas de zapatos. Entre miles de fotograf¨ªas, cartas y documentos, uno se topa con la primera licencia federativa de Luis Enrique Mart¨ªnez, a¨²n sin cumplir los 10 a?os, como jugador del Xeitosa. Brito fue su descubridor. ¡°Los ni?os del barrio no ten¨ªan campo, jugaban en la calle del Bierzo, que no tiene salida y casi no ten¨ªa coches. Un d¨ªa me trajeron un chaval de siete a?os para verlo jugar. Era muy competitivo. No cre¨ªa en la derrota. Sub¨ªa muy r¨¢pido. Lleg¨® a ser muy completo. Me sorprend¨ªa que nunca llorara, era muy duro; no lo he visto soltar una l¨¢grima en mi vida¡±.
Luis Enrique vivi¨® en la calle de Guip¨²zcoa y despu¨¦s en la de Entrego en Gij¨®n. Bloques similares de clase trabajadora. Su padre, Luis Felipe, natural de Sapinas, era camionero por cuenta ajena, y su madre, Nely, de Soirana, costurera. Tuvieron tres hijos, Argen, Luis y Felipe. No les sobraba el dinero. Colegios p¨²blicos y veranos de bici y bal¨®n en el pueblo. Y jam¨¢s un abono para El Molin¨®n, el m¨ªtico estadio del Sporting. Luis¨ªn, fibroso, maquinador, liante y peinado a flequillo, iba a ser el cl¨¢sico producto de la cantera del f¨²tbol de provincias. Hizo la lenta peregrinaci¨®n por las categor¨ªas inferiores, con mucho sacrificio, sinsabores y sin cobrar un duro. Listo y r¨¢pido de reflejos, pero jam¨¢s interesado por los estudios, prob¨® la FP en el instituto de los jesuitas de Revillagigedo sin pena ni gloria. Por fin recal¨® con 19 a?os en el primer equipo del Sporting de Gij¨®n la temporada 90-91, con un sueldo de 10 millones de pesetas al a?o (60.000 euros). Hab¨ªa llegado a la tierra prometida. Su entrenador, Carlos Garc¨ªa Cuervo (que simultaneaba ese trabajo con el de ferretero), dibuja al personaje mientras paseamos por la Escuela de F¨²tbol de Mareo, donde se preparaban: ¡°Me sorprendi¨® la ilusi¨®n tan tremenda que ten¨ªa. Era muy finito, tard¨® en desarrollarse, pero era valiente y no se amedrentaba. Era delantero punta, se le met¨ªa en la cabeza el gol e iba a por ¨¦l¡±. Joaqu¨ªn Alonso, su compa?ero en aquel equipo, es sucinto en su primer juicio caminando por el c¨¦sped de El Molin¨®n: ¡°Fuerte en la disputa¡±. Luego lo completa telegr¨¢ficamente: ¡°Peleaba todos los balones; nunca daba uno por perdido; siempre pensando en ganar; apasionado; salida fuerte¡±. Aquella temporada, Luis Enrique marc¨® 17 goles con un Sporting endeudado y que fij¨® en 250 millones de pesetas el precio de su cabeza si alg¨²n equipo de Primera quer¨ªa contar con sus servicios. Y comenzaron a llamar.
Luis Enrique se convirti¨® aquel verano en el jugador de moda. La revelaci¨®n. ¡°Principito de Asturias¡±, titulaba El Mundo Deportivo en 1991. El Madrid, el Barcelona y el Atleti lo cortejaron. Ten¨ªa 20 a?os. Se compr¨® un Opel Calibra rojo y en el verano de 1991 fich¨® por el Real Madrid por cinco temporadas a 600.000 euros (100 millones de pesetas) por a?o. El Bar?a se retir¨® de la puja. Lo compar¨® con un mel¨®n sin abrir. Y se quit¨® de en medio.
?Era un madridista con alma cul¨¦? Al parecer, s¨ª. En privado no lo ocultaba. Los del Sporting eran barcelonistas por tradici¨®n, al igual que sus rivales del Oviedo, merengues. El sue?o de su abuela Argentina Garc¨ªa era verlo vestido de azulgrana. Pero se fue al Madrid. ?Por qu¨¦? Como dir¨ªa a?os despu¨¦s en una entrevista con el ciclista Ibon Zugasti: ¡°Yo trabajo por la pasta como todo dios¡±. ?Estaba convencido del paso que daba? Seg¨²n un amigo: ¡°Profesionalmente, era para ¨¦l un ¨¦xito, pero nunca tuve claro si ir al Madrid lo hac¨ªa feliz¡±. Otro ¨ªntimo recuerda una convocatoria de la selecci¨®n en Cervera de Pisuerga, en 1992, en la que el hoy seleccionador le confes¨® que no encajaba en el Madrid. Era su primer a?o de blanco y la cosa ya se hab¨ªa comenzado a torcer.
En el primer piso del diario EL PA?S, en Madrid, se conserva el b¨²nker que alberga el archivo de papel del diario. Centenares de miles de recortes de todos los peri¨®dicos de cada ¨¦poca perfectamente clasificados. La carpeta de Luis Enrique no abulta mucho. La primera parte se centra en aquellos a?os del Real Madrid. Repas¨¢ndola con calma, uno no llega a entender c¨®mo se gest¨® el desencuentro entre el jugador y la hinchada madrile?a hasta su huida al Bar?a en 1996. Era un jugador sin m¨¢s. Pero con la piel m¨¢s fina.
No lleg¨® al Madrid en un buen momento. Se sucedieron los presidentes y los t¨¦cnicos. Luis Enrique lleg¨® tarde a la entra?able Quinta del Buitre y demasiado pronto al sofisticado Madrid de los Gal¨¢cticos, que se inici¨® en 2000 con el fichaje de Figo y los posteriores de Zidane, Beckham y Cristiano. Era un jugador joven, t¨ªmido, paletillo, de la cantera del Sporting (que como el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad abastec¨ªan a los grandes) que nunca se meti¨® en el bolsillo a la afici¨®n. En lo personal, estaba solo, lejos de Gij¨®n, no com¨ªa con sus compa?eros y rehu¨ªa la vida social (aunque hizo negocios de construcci¨®n). Y, sobre todo, esquivaba y no le gustaban los reporteros. Algo que ya hab¨ªa empezado a hacer en el Sporting, seg¨²n el periodista Llu¨ªs Lainz en su libro El m¨¦todo Luis Enrique.
Se sent¨ªa infravalorado. Era delantero centro. Le hab¨ªan fichado del Sporting con fama de ser un jugador que ve¨ªa el gol. Pero los entrenadores blancos tiraron de su polivalencia y le situaron cada vez m¨¢s atr¨¢s. Imposible el lucimiento. Era un comod¨ªn. Fue lateral derecho e izquierdo, punta y extremo. Nunca se sinti¨® fijo ni seguro. Para Jos¨¦ Manuel L¨¢zaro, exdirector de comunicaci¨®n del Barcelona, ¡°un futbolista se juega mucho en muy pocos a?os. Est¨¢s o no est¨¢s. M¨¢s all¨¢ de lo econ¨®mico, tienes que estar en los t¨ªtulos, los fichajes, los titulares, las pol¨¦micas, si no te olvidan¡±. Solo marc¨® en cinco a?os irregulares y sin brillo 14 goles en 157 partidos. Su descubridor, Jos¨¦ Mar¨ªa Brito, recuerda una conversaci¨®n con su viejo pupilo: ¡°Luis hab¨ªa tocado el cielo en el Real Madrid, pero se quejaba de que no jugaba lo suficiente, que ten¨ªa mucho m¨¢s que dar. Yo le dije que mirase la edad que ten¨ªa y d¨®nde estaba¡¡±. La grada empez¨® a pitarle. Y la prensa deportiva madrile?a a zurrarle. Uno de los santones radiof¨®nicos de la ¨¦poca, Gaspar Rosety, le lanz¨® en las ondas: ¡°Luis Enrique es m¨¢s in¨²til que la primera rebanada del pan Bimbo¡±.
Su contrato con el Real Madrid venc¨ªa en 1996 y un a?o antes, su representante, Gin¨¦s Carvajal, el m¨¢s poderoso de la ¨¦poca, se puso manos a la obra. Seg¨²n confes¨® en una entrevista en 2018 a El Confidencial: ¡°Yo ten¨ªa un jugador que era imposible que conectara con la afici¨®n del Bernab¨¦u, Luis Enrique. El Real Madrid dijo que no le iba a renovar y buscamos un sitio para acomodarle¡±. Ese sitio era el Barcelona. El rumor de que se pasaba al enemigo se comenz¨® a extender. Y arreciaron las pitadas y los insultos en el Bernab¨¦u. Todav¨ªa sin cumplirse su contrato con el Madrid pas¨® en secreto el reconocimiento m¨¦dico con el Bar?a. Y le pillaron. Y agredi¨® al fot¨®grafo Luis ?ngel Alonso. D¨ªas despu¨¦s firmaba cinco temporadas con el Barcelona que ser¨ªan ocho. Despu¨¦s de 26 a?os, el madridismo a¨²n no se lo ha perdonado. Y esa situaci¨®n afecta a su papel de seleccionador. Sobre todo, cuando no convoca a casi ning¨²n jugador madridista. Y, por el contrario, lo hace con el barcelonista Ferran Torres, un joven delantero que antes jug¨® en el Manchester City, y es el novio de su hija mediana, la exitosa jinete profesional Sira Mart¨ªnez, de 22 a?os.
Para Alfredo Rela?o, periodista deportivo y exdirector del diario As, ¡°la segunda religi¨®n de este pa¨ªs es el madridismo y nunca ha olvidado su traici¨®n¡±. A la inversa, lo mismo se podr¨ªa decir del Bar?a. En el documental El caso Figo: el fichaje del siglo, se relata la oscura contrataci¨®n de Luis Figo en 2000, un h¨¦roe del Bar?a abducido por el Madrid a cambio de un tal¨®n de 60 millones de euros firmado por el entonces ascendente Florentino P¨¦rez. Y la posterior guerra sin cuartel que los extremistas cul¨¦s libraron contra su antiguo icono portugu¨¦s al grito de: ¡°Traidor, pesetero, Judas, vender¨ªas a tu madre si la conocieras¡±, mientras le arrojaban cabezas de cerdo y botellas de JB cuando regresaba al Camp Nou. En el caso de Luis, el c¨¢ntico insultante del despechado madridismo radical inclu¨ªa adem¨¢s un elemento racista que le ha perseguido durante estas d¨¦cadas: ¡°Luis Enrique, tu padre es Amunike¡±. Emmanuel Amunike es un futbolista nigeriano que lleg¨® al Bar?a el mismo a?o que el hoy seleccionador.
Con su marcha al Barcelona en 1996, Luis Enrique conclu¨ªa su juventud futbol¨ªstica e iniciaba su madurez deportiva y vital. El Bar?a le dar¨ªa todo y ¨¦l le dar¨ªa todo. Hasta gritar ¡°?visca Catalunya!¡± en la plaza de Sant Jaume. Se iba a convertir en un ¨ªdolo cul¨¦, una afici¨®n que siempre supo apreciar su defecci¨®n del gran enemigo y que, adem¨¢s, a la primera de cambio, echara le?a al fuego: ¡°La ¨¦poca en el Real Madrid no me trae buenos recuerdos. Me veo en los cromos de blanco y no me reconozco. Creo que el azulgrana me sienta mucho mejor¡±, lleg¨® a decir. Jugar¨ªa en el Bar?a ocho temporadas, 303 partidos oficiales y marcar¨ªa 110 goles. Conseguir¨ªa t¨ªtulos, dinero, la posici¨®n de capit¨¢n y, sobre todo, crear¨ªa una familia. La estabilidad que buscaba. Barcelona ha sido siempre su punto de llegada.
Al a?o de aterrizar en el Bar?a, en diciembre de 1997, contra¨ªa matrimonio con Elena Cullell i Falguera en la elegante catedral de Santa Maria del Mar de Barcelona. Solo 200 invitados y seguratas con pinganillo. Ella era una economista formada en Chicago y miembro de una familia de la alta burgues¨ªa catalana, conservadora, afincada en el Baix Llobregat, con negocios y blasones, y cercana a Converg¨¨ncia i Uni¨®. Cuando se casaron, ella dej¨® de trabajar. Se hab¨ªan conocido en el aeropuerto de El Prat y su relaci¨®n se ciment¨® surfeando en Castelldefels, donde ambos viv¨ªan y han vivido 20 a?os. Tendr¨ªan tres hijos a los que iban a poner nombres asturianos: Pacho, Sira y Xana. En muchas de las aventuras deportivas de su pareja, Elena Cullell le ha acompa?ado conduciendo la furgoneta. Y ha participado en carreras de resistencia. La familia es la aut¨¦ntica raz¨®n de ser de Luis Enrique.
De cerca, el seleccionador es menos alto de lo que parece. Apenas 1,80. Quiz¨¢ sean sus largas y finas articulaciones y su delgadez fibrosa las que causan ese efecto. Nunca llega a los 70 kilos, tiene un control preciso y diario de su peso y alimentaci¨®n, sin az¨²car ni grasas, y exhibe unos abdominales perfectos. La piel de su rostro est¨¢ siempre cortada, como azotada por el viento y el sol. Al estilo de un ciclista o un monta?ero. Como todos los grandes deportistas veteranos, camina desmadejado, con cierta inestabilidad. Es el resultado de la alta competici¨®n. Rotura de nariz y de p¨®mulo; operaciones de rodillas; una de ellas machacada; infiltraciones, tendones de Aquiles triturados. V¨ªctor Gonzalo, el exciclista que le prepar¨® durante dos a?os para correr maratones, recordaba: ¡°Un d¨ªa le escuch¨¦ decir que el lunes despu¨¦s de un partido, con todos los golpes e impactos, se levantaba como una persona anciana, peor que despu¨¦s de un ironman o un marat¨®n en tres horas¡±. Obsesionado por su aspecto juvenil, viste ropa cara pero de aire casual, de Stone Island, Replay o Diesel. Con la selecci¨®n va de El Ganso y Adidas. Tiene aspecto de chaval, un eterno Peter Pan, pero el pelo se le ha vuelto gris en poco tiempo.
En el Bar?a, de futbolista, como otros compa?eros del equipo, se aficion¨® a los tatuajes. La persona que se los realiz¨®, Llu¨ªs Navarro, casi un cham¨¢n para los jugadores barcelonistas, recuerda que le hizo tres: ¡°Una pulsera polinesia en la mu?eca, todo el hombro derecho polinesio y otro tatuaje en el otro hombro¡±. Atesora m¨¢s, alguno con el nombre de sus tres hijos. El ¨²ltimo es una gran letra X que le cubre el interior del antebrazo izquierdo. El mismo s¨ªmbolo que aparece en su cuenta de Telegram. Es la inicial de su hija Xana, que falleci¨® en agosto de 2019, a los nueve a?os, v¨ªctima de un osteosarcoma. ?l mismo lo anunci¨® en una cuenta de Twitter que apenas usa: ¡°Nuestra hija Xana ha fallecido esta tarde a la edad de nueve a?os despu¨¦s de luchar durante cinco intensos meses contra un osteosarcoma¡±. Tras su muerte, la familia se ha cerrado en s¨ª misma y mudado a una mas¨ªa aislada y entre bosques en Begues, no lejos de su mansi¨®n de siempre, junto al mar, en Castelldefells. Y Luis se ha vuelto a¨²n m¨¢s impenetrable. Aunque los que le conocen coinciden en que la tragedia le ha ense?ado a relativizar: ¡°Con la selecci¨®n desdramatiza muchas situaciones; ya no tiene miedo a perder¡±, explica un amigo.
Luis Enrique ha manejado los tiempos de su vida de una manera magistral. Ha dado los pasos en el momento justo: ha conseguido jugar 13 a?os en los dos equipos m¨¢s grandes del mundo; retirarse de cuajo en 2004 cuando con 34 a?os a¨²n le quedaba combustible para hacer caja en el f¨²tbol inferior; marcharse a vivir a Australia con la familia a surfear y aprender ingl¨¦s; superar los cursos de entrenador de la UEFA del tir¨®n entre 2005 y 2006; hacerse maratones, ultracarreras, ironmen y pruebas ciclistas m¨¢s duras del planeta; comenzar desde abajo una carrera como entrenador, con paradas en la Roma y el Celta, y estaci¨®n de llegada durante tres a?os en el Bar?a, ganando 10 millones por temporada, llev¨¢ndose Liga, Copa y Champions y plantando cara al propio Leo Messi (lo que casi le cuesta el puesto). A partir del 20 de noviembre, su apuesta a todo o nada es el Mundial. Y el ¨²nico mensaje de ¡°pap¨¢¡±, como se autodenomina entre sus chavales, es: ¡°?Ganar, ganar y ganar!¡±.
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