Fahad est¨¢ feliz
Cuando Al-Dawsari hizo el gol de su vida y puso a Arabia Saud¨ª por delante de Argentina, todos en casa empezaron a saltar y a abrazarse

A Fahad se le est¨¢ poniendo cara de felicidad o al menos eso piensa su madre mientras le mira en el desayuno. Cuando empez¨® la Copa del Mundo su cara mostraba la frustraci¨®n de no poder jugar con sus amigos, pero seg¨²n pasan los d¨ªas una sonrisa empieza a destensar su ce?o.
Creo que en mi anterior art¨ªculo se me olvid¨® contarles que Fahad es centrocampista, de esos que no son muy grandes y que siempre escucha en su club, y a su padre, que le dice que con ese f¨ªsico ya no se puede jugar en esa demarcaci¨®n. Que hace falta gente fuerte, de gran potencia f¨ªsica y muchos kil¨®metros en sus piernas. Pero Fahad se dice a s¨ª mismo que si un jugador como Modric es tan bueno que hasta ha llegado al Bal¨®n de Oro, ese elemento f¨ªsico no puede ser freno para sus sue?os. Y ¨¦l se fija y sue?a con poder ser Pedri, tan delgadito, con ese aspecto de que no ha roto un plato pero lleno de genio para jugar y robar siempre en el tiempo justo.
Aunque cuando se mira en el espejo se da cuenta de que tiene el referente cambiado y que, tal vez, Gavi ser¨ªa su opci¨®n m¨¢s factible: trabajo, intensidad, ritmo y valent¨ªa para jugar contra cualquier rival. Todo eso le gustaba, pero cuando le vio marcar ese gol con un remate con el exterior de su pie se dio cuenta de que ser competitivo no excluye los elementos de calidad en torno al bal¨®n, es m¨¢s, los potencia. Cuando vuelvan a abrir la ciudad deportiva podr¨¢ decirle a su entrenador que no limite su juego, ni sus sue?os, porque sus referentes le dicen que se puede ser grande siendo peque?o.
Tambi¨¦n me ha contado Fahad que algo extra?o est¨¢ pasando en su casa, porque hasta hace unos d¨ªas siempre le hab¨ªan contado que sus vecinos saud¨ªes no eran gente en la que se pudiera confiar. Por eso, y porque en Argentina juega Messi y si uno es peque?o y sue?a con el f¨²tbol siempre ha de ser de Messi, cuando comenz¨® el partido entre Argentina y Arabia Saud¨ª todos en casa soplaban en la direcci¨®n albiazul, pero cuando Arabia consigui¨® el empate y, sobre todo, cuando Al-Dawsari hizo el gol de su vida y puso a los saud¨ªes por delante, todos en casa empezaron a saltar y a abrazarse. Cree Fahad que en esos abrazos hab¨ªa una cura a la tristeza y humillaci¨®n que sufrieron en el partido inaugural entre Qatar y Ecuador, ese en el que, cuando acab¨®, su padre le recomend¨® apretar fuerte en los estudios porque era imposible que un catar¨ª llegara a la ¨¦lite del futbol.
Y que cuando vieron a su emir, el jeque Tamim bi Hamad Al Thani celebrar la victoria de Arabia con su bandera puesta a modo de pa?uelo en el cuello, empezaron todos a pensar que esos vecinos no eran tan malos, que eran casi de su mismo bando y que la alegr¨ªa permite unir hasta lo que parece imposible.
Pero Fahad, en medio de la alegr¨ªa familiar, miraba de reojo el caminar triste de Messi, ese andar cansino con el que parec¨ªa que Leo retardaba su salida del campo como si ese primer paso fuera del c¨¦sped, y no el silbatazo final del ¨¢rbitro, fuera el momento verdadero en el que se hacen realidad las pesadillas del futbolista.
Fahad le ha dicho a su padre que quiere ver ese Argentina-M¨¦xico, otra selecci¨®n con peque?os y din¨¢micos jugadores que mueren por su pa¨ªs y visten de verde, porque cree que ese va a ser el gran momento de Messi. Y su padre le dice que ya veremos, mientras observa a su hijo, ese que de tan enfadado por no jugar no quer¨ªa ver ni un segundo del Mundial.
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