El tenis moderno se come a los ¡®terr¨ªcolas¡¯
El modelo actual se lleva por delante la figura del especialista sobre arcilla y uniformiza todas las superficies. Ganan presencia las torres y el golpeo plano
El tenis de hoy, tambi¨¦n en tierra, se expresa as¨ª, bajo la l¨®gica empresarial: la m¨ªnima inversi¨®n para el m¨¢ximo beneficio. Sirva de ejemplo el careo del s¨¢bado entre Aryna Sabalenka y Paula Badosa, en el que ¨²nicamente siete de los 118 puntos dirimidos se debatieron por encima de los nueve pelotazos. El resto, tralla y m¨¢s tralla; 74 de ellos decididos entre uno y cuatro tiros, 37 entre cinco y ocho. Sucedi¨® en la Philippe Chatrier, hasta hace no mucho escenario de largu¨ªsimos intercambios que poco a poco van reduci¨¦ndose a historia pura y dura. Hoy, en esta modernidad, las normas han cambiado. Tallos cercanos a los dos metros abri¨¦ndose paso en el terreno de los pizarreros, de la estrategia, de los efectos, los ¨¢ngulos y las bolas altas.
¡°Al jugar todos de una manera mucho m¨¢s recta, mucho m¨¢s directo y con m¨¢s potencia, esos cambios est¨¢n perdi¨¦ndose. Hay muy pocos jugadores que sean capaces de hacerlo. Est¨¢n Nadal o Ruud, pero no hay muchos¡±, apunta Jordi Arrese, excapit¨¢n de la Copa Davis y plata en Barcelona 92, refiri¨¦ndose a una realidad cruda y cada vez m¨¢s palpable: all¨¢ quedaron los terr¨ªcolas, los especialistas sobre una superficie que, de alguna forma, ha dejado de interesar por una mera cuesti¨®n pr¨¢ctica. El tenis se ha cubierto de cemento, el juego se ha transformado. De los 72 torneos que organizar¨¢ este a?o la ATP, 42 de ellos ser¨¢n sobre r¨¢pida, 21 en arcilla y ocho en c¨¦sped. En la WTA, m¨¢s de lo mismo: de 58, 39 ser¨¢n sobre dura.
Hoy manda la homogeneidad, se difuminan las fronteras entre lo rojo, el verde y lo azul. Imposible un nuevo Muster, un Vilas o un Nadal; solo la polaca Iga Swiatek sigue los pasos de las Evert, Seles, Arantxa o Henin. ¡°Se han igualado todas las superficies mucho. Todos los jugadores son capaces de moverse bien y de competir en todas ellas. Las pistas duras se han hecho m¨¢s lentas, y las bolas son muy lentas, as¨ª que eres capaz de pelotear hasta en Wimbledon¡ Es hacia donde est¨¢ llev¨¢ndonos el circuito, a que todos podamos competir en todas las superficies¡±, apunta a este peri¨®dico Pablo Carre?o. ¡°Son pistas m¨¢s jugables. Antes la diferencia de estilos estaba supermarcada, pero ahora no tanto. Es la evoluci¨®n¡±, a?ade Jaume Munar.
Cuenta el mallorqu¨ªn que a ¨¦l personalmente le gusta el reto de la adaptaci¨®n al suelo y al formato (cubierto-descubierto), pero admite que va desapareciendo el ¡°romanticismo de los estilos contrastados¡± y de una superficie que ha ido perdiendo presencia. Est¨¢ la tradicional franja de la primavera ¡ªde Montecarlo a Roland Garros¡ª y los picoteos de febrero (Sudam¨¦rica) y julio (Hamburgo, Bastad, Gstaad, Umag¡), pero el modelo anglosaj¨®n he terminado imponi¨¦ndose de manera abrumadora. ¡°Hay pocos torneos sobre tierra, pero a excepci¨®n de los de la gira de abril a junio, a los jugadores importantes no les interesa jugar; lo que les interesa es adaptarse a la pista r¨¢pida, porque al final es donde se juega durante casi todo el a?o y la que te da los puntos¡±, precisa Arrese, que a la vez incide en que hoy d¨ªa, incluso sobre arcilla ¡°se va mucho m¨¢s hacia lo recto y la pedrada, pensando poco y con poca t¨¢ctica¡±.
Alergia, saque y un oasis
No son pocas las figuras que reconocen abiertamente que la arena no les termina de agradar. De hecho, los hay como Daniil Medvedev, quien directamente dice que no le gusta ¡°comer tierra¡±. Nunca se ha sentido c¨®moda Naomi Osaka ¡ª¡°tengo que aprender a resbalar¡±¡ª y jugadores cerebrales como Casper Ruud o Stefanos Tsitsipas son excepciones en un mundo donde prevalece de manera inequ¨ªvoca la potencia y el minimalismo; cuanta m¨¢s velocidad se le pueda aportar a la pelota y menos desgaste requiera cada punto, mejor. El austriaco Dominic Thiem, que colgar¨¢ la raqueta a final de curso, es el ¨²ltimo descendiente puro de una especie abocada a la extinci¨®n.
¡°Es cierto, est¨¢ perdi¨¦ndose¡±, apunta Munar. ¡°Creo que sigue habiendo aspectos y escuelas que diferencian a unos jugadores de otros; t¨² ves a un australiano o a un estadounidense, y lo comparas con un espa?ol o un italiano, y son totalmente diferentes¡±, matiza. Espa?a, un oasis. De las 13.534 pistas existentes en el pa¨ªs, un 60% son de arcilla, seg¨²n datos facilitados por la Real Federaci¨®n Espa?ola de Tenis (RFET); en sentido contrario, de las 23.000 distribuidas por todo el Reino Unido, solo 1.300 (un 5,6%) son de tierra.
¡°Se han perdido los cambios de altura y la apertura de ¨¢ngulos¡±, lamenta Arrese, que ejemplifica el cambio de modelo con dos nombres: Zverev (1,98) y Hurkacz (1,96). ¡°Hoy d¨ªa, el que saca manda¡±. Y en paralelo, lamenta Badosa. ¡°Me da pena, al cien por cien. Pr¨¢cticamente ya no quedan terr¨ªcolas. El 80% del a?o jugamos en r¨¢pida y luego est¨¢ la hierba, as¨ª que debes jugar de una manera concreta y lo entiendo, porque no vas a cambiarla solo por tres o cuatro semanas al a?o¡±, contesta la catalana a EL PA?S; ¡°pero a m¨ª me da pena, porque la tierra me encanta; es un tenis muy t¨¢ctico y supervisual para el espectador. Me parece diferente, y me da pena que lo estemos perdiendo, sobre todo en el tenis femenino. Muchas juegan igual aqu¨ª que en r¨¢pida. Vamos hacia ah¨ª, a ser muy agresivos, y a m¨ª no me queda otra que adaptarme a eso¡±.
UNA GIRA POR ENCIMA DEL 1,90
Ben Shelton (Houston): 1,93
Berrettini (Marrakech): 1,96
Hubert Hurkacz (Estoril): 1,96
Stefanos Tsitsipas (Montecarlo): 1,93
Casper Ruud (Barcelona y Ginebra): 1,83
Marton Fucsovics (Bucarest): 1,88
Jan-Lennard Struff (Múnich): 1,93
Andrey Rublev (Madrid): 1,88
Alexander Zverev (Roma): 1,98
Giovanni Mpetshi Perricard (Lyon): 2,01
Media de altura: 1,92.
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