Una cuadrilla con valor y afici¨®n

Eliseo Capilla, Paco Honrubia y F¨¦lix Guill¨¦n tuvieron, una espl¨¦ndida actuaci¨®n, que el p¨²blico correspondi¨® con grandes ovaciones. Lo que el domingo pudo verse en el segundo de la tarde es exactamente lo que deber¨ªa verse todos los, d¨ªas y en todos los toros. Porque el espect¨¢culo taurino es eso: un toro fiero en el ruedo, un matador que no se aflige ante las dificultades, una cuadrilla que est¨¢ en su sitio y sabe cumplir su obligaci¨®n.Y de ah¨ª para arriba, si tambi¨¦n hay arte, y nunca para abajo, por que ya no hay lidia si falta alguno de aquellos requisitos. Ese segundo toro, nada m¨¢s que terciado, pero serio, result¨® blando en varas, manse¨®, escarbaba, se puso berre¨®n. A banderillas lleg¨® desarrollando sentido, pero se encontr¨® con tres subalternos que conocen su oficio y dispuestos a superar los problemas con valor y sentido de la responsabilidad. Guill¨¦n pon¨ªa al toro en suerte. Capilla y Honrubia encontraron terreno donde no parec¨ªa haberlo. El ?regalito? de Charco Blanco, aunque estuvo a la defensiva y tiraba tarascadas, se vio desbordado y herido con tres pares arriba. Se los pusieron limpiamente. Capilla y Honrubia le iban de frente, despacio, cuadraban en la cara y sal¨ªan de la suerte andando; dejaban al toro at¨®nito, clavado en la arena. Esto favoreci¨® la faena de Fabra, quien tuvo la gentileza de brind¨¢rsela, a sus magn¨ªficos subalternos. Aun as¨ª, la fiera constitu¨ªa un problema pues probaba las embestidas y acomet¨ªa sin fijeza. La cuesti¨®n era aguantar y mandar, y en definitiva jugarse el tipo. Fabra lo hizo as¨ª. Se centr¨® en tres tandas de derechazos aceptables y en dos con la izquierda, la primera de las cuales, buena de veras, oblig¨® al toro a humillar y a seguir todo el recorrido,'un largo recorrido, de la muleta. Los pases de pecho fueron ligados y aut¨¦nticos. Con el toro ya entregado, se adom¨®. No hubo exquisiteces, pero s¨ª la emoci¨®n del toreo, lo cual es m¨¢s importante. Vibr¨® el, p¨²blico, por supuesto, como no puede hacerlo, ni lo har¨¢ nunca, cuando se destapan esencias o se fabrican pases, pero no hay lidiaporque por el toril salen unos borregos que nada tienen que lidiar. Ejemplo inmediato, el s¨¢bado en Alcal¨¢.

Toda la corrida result¨® dura y seria. El resto no ten¨ªa un pase. Benjumea, nada m¨¢s salir en su reaparici¨®n, vio centellear ante elojo el ga?af¨¢n terrible que parec¨ªa un rayo. y se tir¨® de cabeza al callej¨®n. Con la muleta tuvo que hacer otro tanto. Le pudo el genio y el sentido del toro. El cuarto, por flojo, acab¨® in¨²til para el toreo. Frascuelo, que hizo quites, puso tres pares de banderillas f¨¢ciles y dio cuatro largas de rodillas; hubo de terminar ali?ando, sin embargo, pues sus toros, poco picados, le med¨ªan las embestidas con ganas de coger. Fabra castig¨® al quinto en busca de la igualada, despu¨¦s de sufrir una colada escalofriante.

As¨ª sali¨®, como se esperaba, lo de Charco Blanco: reses con trap¨ªo, que se pasaron la tarde escarbando, berreando, tirando tarascadas; se quitaban el palo, acomet¨ªan a oleadas, sobre seguro, a veces al bulto. Toros muy dif¨ªciles, a los que s¨®lo puede dome?ar una cuadrilla con afici¨®n, valor y oficio, como la de Fabra, jefe incluido.