Otro sueco en la Costa del Sol
Un sueco m¨¢s en la Costa del Sol no parece, en principio, una noticia importante. Le ha sucedido, por otra parte, lo que a todos sus compatriotas: se ha emborrachado de sol. Lo que sucede es que ese sueco se llama Augusto Strindberg, muri¨® hace setenta y cuatro a?os, y nos leg¨® una obra compleja, moderna, fuertemente psicol¨®gica y altamente teatral. Pretendi¨® que el mundo entero endosara sus angustias personales. Arranc¨® de Dostoievski, pas¨® junto a Freud y prepar¨® la llegada de Kafka. Todo esto parec¨ªa inamovible. Y, de repente, las gentes malague?as de Tespis, peque?o teatro se enfrentan con la Danza macabra la llenan y cargan de luz y arden, se encienden y se queman, no solo Edgar, el capit¨¢n artillero, y Alicia, su mujer, sino el mism¨ªsimo Strindberg.Es formidable lo que estos grupos vocacionales, diseminados por ciudades y pueblos de Espa?a, est¨¢n haciendo por el teatro. Al levantarse el tel¨®n de esta Danza macabra y descubriese una fina guitarra apoyada en una silla, integrada en un t¨ªpico semic¨ªrculo de asientos a la andaluza, al ver avanzar por el patio de butacas a los invitados a la boda del capit¨¢n, comprend¨ª que Strindberg iba a pasar una grave prueba. Bien, all¨ª estaba, en efecto, la famosa escana de la pareja, inventora del mal, especialista de la tortura, hundida en el horror de sus veinticinco a?os de odio. Leo Vilar y Victoria Avil¨¦s, muy andaluces, convirtieron su peripecia en un estudio sobre la piedad. Qued¨® muy clara la difusa insinuaci¨®n de Strindberg: es verdad que existe el infierno, lo cual parece probar que tambi¨¦n existe, sin duda alguna, el para¨ªso. Eso individualiza la peripecia.
Danza macabra, de Strindberg
Versi¨®n y direcci¨®n: Luis Jaime Cortez.Int¨¦rpretes principales Victoria Avil¨¦s y Leo Vilar. En la Escuela de Arte Dram¨¢tico de M¨¢laga.
El gran valor de este an¨¢lisis -m¨¢s all¨¢ del entusiasmo y capacidad del grupo- reside en este acercar los personajes a los espectadores de aqu¨ª y ahora.
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