El ¨²ltimo disc¨ªpulo de Nelson
?Inglaterra espera que cada uno de vosotros cumpla con su deber?, dijo, m¨¢s o menos, el marqu¨¦s de Villaverde a los consejeros nacionales del Movimiento en funciones de duque de Franco. Pero el mensaje nelsoniano, que tan contundentes efectos surti¨® transmitido entre cofas y mesanas perd¨ªa mucho en versi¨®n telegr¨¢fica. El tel¨¦grafo, es medio nefasto para la pol¨ªtica. Qu¨¦ se lo digan a don Luis Lucia,condenado a muerte por nacionales y rojos en virtud del mismo telegrama; o al general Primo de Rivera, a quien un telegrama improvisado impuso punto final. Lo mismo le ha sucedido a don Crist¨®bal Mart¨ªnez Bord¨ªu-; aunque debe resultar especialmente amargo terminar una carrera pol¨ªtica por el mismo acto telegr¨¢fico con que se la pretende comenzar. El marqu¨¦s, sobreimpresionado por sus desbordamientos pol¨ªticos en la etapa ag¨®nica del Caudillo -justificables quiz¨¢ por la consagraci¨®n ejemplar, admirable, verdaderamente- filial que le dedicaba, como hijo y como m¨¦dico-, olvid¨® dos cosas. Primero, el resultado de aquella llejana votaci¨®n para una prolongaci¨®n pol¨ªtica en el Colegio de M¨¦dicos, donde adem¨¢s del suyo, consigui¨®, creo recordar un voto m¨¢s. Segundo, que si el franquismo pol¨ªtico no parece viable sin Franco el franquismo familiar no era ni siquiera posible con Franco. Mientras su suegro alcanzaba la plenitud de sus facultades y manten¨ªa la madurez de su enorme sentido pol¨ªtico don Crist¨®bal Mart¨ªnez Bord¨ªu, tan excelentemente dotado para la Medicina, como intenso por el dedo de Pericles, nada tuvo que hacer en pol¨ªtica. No ser¨¦ yo quien haga le?a de un ¨¢rbol ca¨ªdo; porque nada menos adecuado que un ¨¢rbol como personificaci¨®n del marqu¨¦s-duque; ni se trata, en modo alguno, de una figura ca¨ªda. Pero los consejeros nacionales conoc¨ªan, por su proximidad a Franco, los designios pol¨ªticos de Franco sobre su inteligente yerno. Cuando ¨¦ste les pidi¨® que cumplieran con su deber, lo hicieron sin vacilar. Y, naturalmente, no le votaron. El carfismo como pol¨¦mica
El partido carlista-leninista, como sin leve exageraci¨®n suelen denominarle sus gemelos univitelinos del partido carlista-pi?arista, goza de la cobertura informativa que le proporciona su inclusi¨®n en Coordinaci¨®n Democr¨¢tica. En su brillante alocuci¨®n al VIII Congreso del Partido Comunista don Santiago Carrillo, sin reponerse todav¨ªa del susto, aceptaba la aproximaci¨®n al carlismo holand¨¦s ?por que para el pacto democr¨¢tico aceptaremos aliarnos con el mism¨ªsimo diablo?. Detente, bala; y el diab¨®lico pacto, con encontradas localizaciones de Sat¨¢n, seg¨²n puntos de vista, funciona tan bien que la susodicha cobertura gasta r¨ªos de tinta en convencernos de que lo de Montejurra fue sencillamente la agresi¨®n de una banda de forajidos, ajena al carlismo, contra el pac¨ªfico pueblo carlista que sub¨ªa a su monta?a sagrada para conmemorar all¨ª la empe?ada lucha que mantuvo a lo largo de todo el siglo XIX, incluidas las Brigadas de Navarra, en favor del sufragio universal, el derecho de asociaci¨®n y la separaci¨®n de la Iglesia,y el Estado. Hasta en alguna carta liberalmente publicada contra este cronista en este peri¨®dico se refleja tan, rigurosa tesis.
No voy a contestar a los aspectos insultantes de esa y otras cartas, porque para ello tendr¨ªa que pedir el asesoramiento de don Juan Aparicio, el m¨¢s consecuente de los fascistas espa?oles, empe?ado en espetar a los dem¨¢s las cosas que siente sobre s¨ª mismo. Pero cuando expongo una tesis procuro razonarla con algo m¨¢s que insultos. Resum¨ª en cr¨®nica anterior mis opiniones sobre el carlismo, y evoqu¨¦ lo que llevo escrito sobre el tema en una docena de libros. Dejemos lo de Montejurra al juez especial designado, para el caso. Pero el carlismo de don Hugo no es el ¨²nico carlismo; aunque una de las caracter¨ªsticas del carlismo, desde la princesa de Beira en adelante, es negar, el carlismo de los dem¨¢s, carlistas. En Montijurra hubo, seguramente, una vil provocaci¨®n por parte de la extrema derecha...Pero es que cualquier, forma de carlismo le parece a este cronista, con todos los respetos para la historia, una provocaci¨®n, no, desde luego, criminal, pero s¨ª pol¨ªtica. Tan anacr¨®nico creo al carlismo de izquierdas, como al de derechas; tan aventurero al personaje que sin nacionalidad espa?ola encabece una facci¨®n como al que encabece otra. No creo que todos los carlistas se alineen en uno de los bandos; pero la situaci¨®n puede, seguramente, resumirse as¨ª. Hay una facci¨®n del carlisimo que goza de la cobertura informativa de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica. Hay otra amparada por la cobertura informativa de Fuerza Nueva. Hubo otra que uni¨® sus destinos a los de la Casa Real Espa?ola; y pienso que, como anticipo de tan enorme gesto de patriotismo y sentido com¨²n, se llama tambi¨¦n Carlos, pero de verdad y desde su nacimiento, el Rey de Espa?a.
Resurreci¨®n y campa?a de Fraga
Roto el cerco de la inercia por los gestos simb¨®licos del Rey, s¨®lo queda rogar a mis colegas que no confundan la fecha de las audiencias; creo que la concedida a don P¨ªo Cabanillas fue una semana m¨¢s tarde de lo anunciado en la prensa, y no es el ¨²nico caso de error de omisi¨®n. Por la brecha abierta, como en las batallas medievales ( y ¨¦sta lo es) por el estandarte real, el presidente de las Cortes -que lo recogi¨® valerosamente- lo blandi¨® luego en sesi¨®n memorable, que no me canso de evocar, ante las propias Cortes. Preparado as¨ª el ambiente, don Manuel Fraga consigui¨®, a cuerpo limpio, su primera gran victoria p¨²blica reformista, al presentar y sacar adelante el proyecto de ley para regular el derecho de reuni¨®n.
?C¨®mo interpretar esta victoria? Por lo pronto, sin regatear un solo m¨¦rito al vicepresidente del Interior, que fue otra vez el Fraga en que muchos hab¨ªamos cre¨ªdo y en que algunos, a la vista de los hechos, empez¨¢bamos a creer menos. Despu¨¦s de su gran discurso -que produjo naturalmente, un profundo sue?o en los m¨¢s car¨¢cterizados objetantes-, la votaci¨®n result¨® abrumadora. Lo importante no es que Fraga convenciera, sino que todo el mundo comprendi¨® que estaba absolutamente convencido y decidido. No conviene ensa?arse, ahora, con las ¨²ltimas Cortes de Franco; al menos a este cronista el espl¨¦ndido an¨¢lisi que con este t¨ªtulo acaba de publicar Miguel ?ngel Aguilar -y sin el que no se entiende nada de estas Cortes-me produce antes respeto que repulsa. Claro que las Cortes de Frunco han dicho s¨ª porque durante 33 a?os no han hecho otra cola. Pero no es s¨®lo inercia. En la votaci¨®n abrumadora rein¨® tambi¨¦n un poco la incoherencia; s¨®lo cinco de los bunkerianos confesos votaron a favor de s¨ª mismos.
Al amparo de su retorno a la pol¨ªtica constructiva, despu¨¦s de tantas semanas, enfrascado en los parapetos del orden p¨²blico, don Manuel Fraga Iribarne ha desencadenado una campa?a de presencia informativa y pol¨ªtica, como en sus mejores tiempos de Informaci¨®n y Turismo. No, retiro por ello, sino que confirmo, los pron¨®sticos de la pasada cr¨®nica sobre la carrera presidencial; aunque en esta semana, al calor de la victoria reformista, parece cundir en las alturas un consenso para evitar la crisis hasta poco despu¨¦s,del verano, en espera de los resultados del viaje real a las Am¨¦ricas. Al precio de dejar v¨ªa libre a la reforma y de evitar en los posible los cortocircuitos, el tema Arias no se plantear¨ªa con virulencia, hasta despu¨¦s del verano, en los c¨ªrculos asesores y decisorios.
Entonces la carrera por la sucesi¨®n presidencial va a ponerse todav¨ªa, mas interesante. Fraga parece decidido a convencer a la Opini¨®n p¨²blica, a la que ahora trata de imponerse por v¨ªa personal, en vista de los escasos progresos de su partido. Su campa?a, desatada ya con excelente fundamento, debe de incluir el impacto en la opini¨®n como v¨ªa indirecta hacia el con vencimientq de los c¨ªculos asesores. El sistema no le dio resultado alguno con el esquema Franco-Carrero pero quiz¨¢ sea ahora el ¨²nico posible para ¨¦l. Lo que no va serle f¨¢cil es monopolizar la victoria reformista, y no deber¨ªa hacerlo. Esta tiene que ser una victoria sin vencedores, m¨¢s que otra alguna y al ?no se triunfa sobre compatriotas" de Aza?a, habr¨ªa que a?adir ahora, ?no se triunfa sobre competidores"El principal problema del t¨¢ndem Fraga-Areilza (cuya puja por la Presidencia es un modelo de caballerosidad) es convertir la victoria de la reforma en logro com¨²n e interesar en ese logro de manera participativa, a la propia oposici¨®n. A los dos les sobra inteligencia y sentido pol¨ªtico para haberlo visto ya y seguramente para haber actuado ya en este sentido. Pues bien, que el secreto se haga pronto p¨²blico.
Areilza, el n¨²mero uno
No necesito explicar por qu¨¦ Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza me sigue pareciendo el n¨²mero uno entre los dos favoritos para la carrera hacia la Presidencia. Es algo evidente; en eso est¨¢ su m¨¦rito. De un origen com¨²n, totalitario -en las fuerzas del franquismo y en las de la oposici¨®n ¨¦l fue uno de los primer¨ªsimos promotores de un sincero viraje hacia la democracia. Areilza es la moderaci¨®n interna, el sentido del puente y comparte casi s¨®lo ¨¦l con el Rey toda la credibilidad exterior de la reforma, de la que Fraga participa, a pesar de TVE, en mucho menor grado.
Tampoco tengo que concretar m¨¢s las razones que ime impulsaron a se?alar como primer outsider a Torcuato Fern¨¢ndez Miranda. Hace unos meses no eran legi¨®n sus seguidores pol¨ªticos, pero, entre ellos figuraba uno con bastante poder decisorio. Todo hace pensar que era ¨¦l quien no se equivocaba.
La designaci¨®n como segundo outsider de Adolfo Su¨¢rez daba por segura, evidentemente, su victoria sobre el duque de Franco que no cabe menospreciar, sobre todo por abultada. Su¨¢rez goza de prestigio creciente en los c¨ªrculos asesores. No ha sido aplastado, como muchos pronosticaban, por la competencia y la proximidad de Fraga, a quien a veces coloca tanteos de balonmano. Ha cuajado un excelente equipo, aunque deber¨ªa taponar urgent¨ªsimamente la v¨ªa de agua que le amenaza en la Delegaci¨®n de Prensa y Radio del Movimiento. Banqueros y empresarios le elevan en su ranking pol¨ªtico. No tiene enemigos importantes. Fui testigo de c¨®mo gan¨® a pulso y de forma abrumadora y convincente una elecci¨®n popular directa en su provincia. Cuenta con el apoyo casi incondicional de sectores vinculados, al Opus Dei que no est¨¢n muertos, sino agazapados. Felipe Gonz¨¢lez tendr¨¢ que ponerse corbata para enfrentarse con ¨¦l ante las C¨¢maras. Se est¨¢ trabajando las provincias mucho m¨¢s y mejor de lo que, algunos -como el propio, Fraga- piensan.
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