Miralda y Diego Moya: los "¨²ltimos" de Pol¨¦mica
Los nombres de Miralda y Diego Moya vienen a cerrar el ciclo de los comentarios en torno a Pol¨¦mica, por darse en su obra respectiva los extremos de un arte o de unos procesos dotados a¨²n de vigencia o, al menos, de consecuencia para con el recto sentido de la evoluci¨®n art¨ªstica: el dada¨ªsmo, en su acepci¨®n m¨¢s amplia, y la abstracci¨®n, tambi¨¦n en sentido lato.Junto a buenas intenciones, a las que estas p¨¢ginas no han regateado aplauso, las 14 galer¨ªas promotoras de Pol¨¦mica han ca¨ªdo en el error o en la indecisi¨®n de que el concurso fuera y no fuera competitivo al mismo tiempo. La propuesta de un premio implica competici¨®n, aunque su car¨¢cter simb¨®lico (o no pecuniario) parezca desproveerlo del aliciente habitual o asignarle un noble valor ol¨ªmpico.
Miralda
Galer¨ªa Iolas- Velasco. Zurbano, 88.
Diego Moya
Galer¨ªa Ru¨ªz Castillo. Fortuny,3 7.
Planteadas las cosas de esta suerte (e improvisaci¨®n incluida) es como si la pol¨¦mica se hubiera entablado m¨¢s en favor del prestigio de unas galer¨ªas que en atenci¨®n a la calidad de las obras presentadas o al hallazgo de nuevos valores. La concesi¨®n del premio, todo lo simb¨®lico que se quiera, o se diga, aparte de suponer un punto m¨¢s en el curriculum, del artista agraciado, no deja, en ¨²ltima instancia, de prestigiar a la galer¨ªa que lo present¨®.
Pol¨¦mica y discusi¨®n deber¨ªan haberse centrado en el ¨¢mbito de cada una de las galer¨ªas concurrentes y de cara al p¨²blico en general, no a la consideraci¨®n de unos se?ores que se re¨²nen en jurado para decidir acerca de la procedencia o improcedencia de un premio que jam¨¢s podr¨¢ ser puramente simb¨®lico. S¨®lo a merced de un debate p¨²blicamente abierto ante cada una de las exposiciones, o de un di¨¢logo con el artista, o de un coloquio de mayor alcance..., hubiera esta pol¨¦mica dado a la ambici¨®n o a la genuinidad de su nombre. Valgan, si valen, estas llanas sugerencias para una edici¨®n pr¨®xima, en el caso de que la haya, garantizando de la mejor tinta al lector que no habra, por fortuna, premio simb¨®lico o galard¨®n ol¨ªmpico, aunque sean inevitables los distingos y las discriminaciones, bajo esa f¨®rmula de festival que viene recibiendo el t¨ªtulo de nominaci¨®n y a la que con toda seguridad se van a acoger los sufridos e imparciales miembros del jurado.
Si los prop¨®sitos de Pol¨¦mica han de quedar cumplidos con la nominaci¨®n pertinente (o impertinente), tambi¨¦n va a cumplirse mi comentario en torno a ella, o a algunos de los artistas concursantes (los que me ha dictado la conciencia m¨¢s estricta), con la cr¨ªtica de las exposiciones de Miralda y de Moya, y por las razones arriba apuntadas.
No es ¨¦ste el Miraida de los grandes festines. Su habit¨²al espect¨¢cuIo est¨¦tico -orgi¨¢stico -culinario queda aqu¨ª reducido a una valiosa colecci¨®n de carteles rectificados (de acuerdo con la en-Pasa a la p¨¢gina siguiente.
Viene de la p¨¢gina anterior.
se?anza deda¨ªsta de Duchamp y Man Ray) y a la suma de unas estampas (dibujos y collages) que el artista denomina Cendrier-Tombeau y acoge el visitante con toda la carga de ingenio e iron¨ªa que en ellas se contienen. Hay tambi¨¦n, sobre una silla, el modelo m¨¢s esperp¨¦nticamente lujoso que usted pueda imaginar a la hora de los disfraces, y, colgada del techo, permanece inm¨®vil una esfera blanquecina, colmada de crestas, que hace juego con el casco de un guerero invisible, de puro an¨®nimo.
Los carteles rectificados recogen todas las exhortaciones y s¨²plicas con que Francia se dirigi¨® a sus ciudadanos para compartir o remediar las calamidades de la guerra del 14. Dichos carteles responden a la firma de conocidos ilustradores de aquel tiempo, bas¨¢ndose la rectificaci¨®n de Miralda en el sistem¨¢tico agregado de diminutos soldados que, hacen la guerra por su cuenta.
Afabilidad, iron¨ªa y pacifismo. No, hay aqu¨ª acuciantes demandas, justas reivindicaciones, inalienables exigencias..., ni gritos contestatarios. La exhortaci¨®n adquiere un tinte entre c¨ªvico y mendicante, con algo de Dios se lo pague a usted o de S'il vous plait. La Francia llama a sus hijos desde un cartel y ¨¦stos acuden como enjambres al luga de la llamada, esto es, a la faz del propio cartel.
De parecida ¨ªndole son la cr¨ªtica e iron¨ªa de los Cendrier-Tombeau, y no menor el ingenio de Miralda en la propuesta de sus peregrinas reglas del juego. Si se atiene a ellas, podr¨¢ usted ver visioges (la destrucci¨®n de Atenas, la resurrecci¨®n del general De Gaule, un ramillete de atractivas azafatas ... ) que se esfumar¨¢n en el instante mismo en que se consuma su cigarrillo y quede depositada la ceniza en el lugar que se le indique.
Lo m¨¢s relevante de esta exposici¨®n es la expl¨ªcita comunidad que se da entre la obra y el proceso elaborador. No hay aqu¨ª ocultas claves del enigma. El artista regala al coIntemplador el efecto de la obra y el medio de su discurso. Con s¨®lo recorrer las cuatro caras del cubo, puede el visitante hacer suyos el contenido y la forma de la creaci¨®n.Se trata de figuras c¨²bicas, de diversas proporciones, cuya trama obedece a estos tres elementos: placas o cuerpos de metacrilato, bordes de acero inoxidable y luz interior. Las placas han sido pacientemente rayadas hasta la evanescencia del pl¨¢stico, y morosamente labrados los cuerpos. Unas y otros se, ven inmersos en la atm¨®sfera acuosa de una luz blanquIcina o verdosa azulada. Las aristas de acero, al tiempo que sirven de sustento o enmarcado, acent¨²an la plasticidad.
Vale agregar que cuanto mayor es el tama?o y menor la inserci¨®n de elementos ajenos a la corporeidad de cada obra, se hace ¨¦sta m¨¢s clara y razonable. Ayuda a la contemplaci¨®n la ambientaci¨®n musical, ideada igualmente por Moya, en la que una rnelod¨ªa apenas perceptible da paso intermitente al tr¨¦molo del agua y al eco de la voz humana.
?Arte cin¨¦tico-lum¨ªnico? No, en el sentido acostumbrado de la definici¨®n. Aqu¨ª la obra no se modifica (a merced del tornasol del muar¨¦, del enrejado, de la transimagen, del damero invertido... y dem¨¢s recursos del cinetismo al uso y al abuso) con el paso del contemplador: solamente se explica o desarrolla, y de una forma tan clara y plena como equivalente al proceso que sigui¨® quien la hizo.
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