Ridruejo, en una perspectiva democr¨¢tica
Ante la tumultuaria confusi¨®n que reina en el momento actual respecto a las manifestaciones de toma de posici¨®n pol¨ªtica, se me ocurre a diario pensar en lo grave que ha sido la p¨¦rdida de Dionisio Ridruejo en estas circunstancias presentes. No quisiera que nadie pudiera pensar que, entre los numerosos factores negativos que se dan en el proceso pol¨ªtico planteado en Espa?a, algunos de los cuales amenazan seriamente su favorable desenvolvimiento, yo, computo como uno de ellos esa pululaci¨®n de actitudes que estamos presenciando. No cabe duda de que despu¨¦s de, no ya cuarenta a?os, sino de un per¨ªodo mucho m¨¢s largo de asfixia y deformaci¨®n de la vida pol¨ªtica espa?ola, que hay que remontar por lo menos hasta 1874, es comprensible que el libre y espont¨¢neo af¨¢n de muchos espa?oles a dejar su huella en la configuraci¨®n del perfil pol¨ªtico del pa¨ªs produzca esa tendencia a no renunciar a matices, que cada uno quisiera hoy ver recogidos p¨²blicamente como constataci¨®n de su presencia en el conjunto nacional.No es que a los espa?oles se les haga difi¨ªcil entrar por la v¨ªa de la libertad y de la democracia despu¨¦s de cuarenta a?os de franquismo -un complejo r¨¦gimen que lleva por debajo mucho m¨¢s de lo que ese nombre expresa-, sino que antes de 1936, salvo alg¨²n breve per¨ªodo de apertura, siempre rodeado de condiciones adversas, los espa?oles no conocieron m¨¢s que la nefasta falsificaci¨®n de instituciones, valores, comportamientos propios de la democracia que practic¨® el r¨¦gimen canovista. Y lo cierto es que, ante tal herencia, y sabiendo que la libertad no deja nunca de ser complicada, ni la democracia de llevar consigo intranquilidad, como no hay otro camino para que individuos y pueblos lleguen a ser due?os de s¨ª mismos (no, meros objetos manipulados por una oligarqu¨ªa), es necesario asumir esos m¨¢rgenes de complicaci¨®n y problematismo, para alcanzar un r¨¦gimen de protagonismo popular. El caso es que la democracia s¨®lo se alcanza con el ejercicio de la democracia.
Este ¨²ltimo tema fue el objeto de la primera larga conversaci¨®n. pol¨ªtica que yo sostuve en Madrid con Dionisio. Porque, al tiempo en que se adelant¨® en captar el fen¨®meno social del contagio sufrido por millones de espa?oles y de otros europeos sobre el falso planteamiento de una posible conexi¨®n nacionalismo-socialismo, Dionisio, fue el primero -quiero decir el primero con un relieve p¨²blico- que se dio cuenta del inaceptable escamoteo que representaba la tesis, seg¨²n la cual, hab¨ªa que educar al pueblo en la democracia -ese pretendido educados est¨¢ siempre apoyado en unos intereses adversos a la democracia- Toda pretensi¨®n de apropiarse el proceso de otorgamiento de unas libertades, se?al¨¢ndole al pueblo las que tendr¨¢ o no tendr¨¢ y cu¨¢ndo las tendr¨¢, constituye una negaci¨®n radical de la democracia. Me atrajo en Dionisio la lucidez con que comprendi¨® que la democracia exig¨ªa, desde su primer momento, instituciones de libre discusi¨®n, sin reservas, un severo mecanismo de responsabilidad pol¨ªtica del gobernante y un sistema de participaci¨®n y control del gobierno por parte del pueblo, tan eficaz como inmediato.
Todo esto requiere no una pululante y agotadora actividad de negociaci¨®n y pacto, sino un riguroso esfuerzo de estudio, de investigaci¨®n, de reflexi¨®n sobre los problemas que el establecimiento de un sistema de gobierno semejante lleva consigo. Y este es uno de los aspectos que me dieron mejor la medida de la lucidez de Dionisio. Y a este punto quer¨ªa hacer referencia al lamentar, en mis primeras palabras, la p¨¦rdida que representaba su desaparici¨®n de nuestra escena pol¨ªtica. Porque ¨¦l comprendi¨® muy bien, y con m¨¢xima claridad, que la democracia necesita y no puede existir sin partidos, pero para llegar a formar estas grandes agrupaciones pol¨ªticas, el camino no son los pactos y las componendas, siempre vacilantes cuando no tienen otro fondo, sino la discusi¨®n, el logro consciente de unas coincidencias, la formulaci¨®n de un programa, la aceptaci¨®n sincera -en un libre juego de relaciones de colaboraci¨®n- del liderazgo de unos jefes, siempre atentos a un p¨²blico control. Yo invito al lector de los escritos de Dionisio a constatar esta conclusi¨®n: pensamiento, no t¨¢ctica.
La pol¨ªtica no es una negociaci¨®n, o mejor dicho, s¨®lo lo es subalternamente, aunque no deje de ser este aspecto menos necesario, ocasionalmente, en un momento dado, pero siempre bajo la primac¨ªa de la elaboraci¨®n intelectual de una concepci¨®n de gobierno. La pol¨ªtica es reflexi¨®n, consideraci¨®n y discusi¨®n en com¨²n, programa de acci¨®n gobernante, concertada y eficiente. En unas declaraciones hechas pocos meses antes de su muerte, Dionislo no dej¨® de se?alar -y no dej¨® de hacerlo con la generosidad que le caracterizaba- la importancia decisiva que para la formaci¨®n de un grupo socialdem¨®crata hab¨ªa tenido, por ejemplo, la intervenci¨®n orientadora de un grupo de profesores. A Dionisio no se le ocurri¨®, en esos momentos, entablar negociaciones para un pacto de significaci¨®n puramente t¨¢ctica con otros grupos, pero s¨ª tuvo mucho cuidado de mantener siempre abiertos y bien despejados los cauces para establecer una conexi¨®n con el socialismo, en una acci¨®n com¨²n de gobierno -y t¨¦ngase en Cuenta que en una democracia se gobierna tambi¨¦n desde la oposici¨®n- Por eso yo dec¨ªa, en plena coincidencia con ¨¦l, en declaraciones hechas en septiembre de 1975, que los socialdem¨®cratas ten¨ªan que orientarse hacia el socialismo y aceptar ¨¦ste como base com¨²n de concierto. Escrib¨ªa esas palabras dos meses despu¨¦s de la muerte de Dionisio, en el momento en que comprend¨ª que hab¨ªa que replantear el tema de la socialdemocracia.
Reflexi¨®n programadora y operativa, no activismo t¨¢ctico y sin contenido. Para hacer comprender esta manera de ver, la presencia de Dionisio nos hubiera sido valios¨ªsima, ante nuestras dificultades actuales, no s¨®lo por la sinceridad con que la hac¨ªa suya, sino porque pose¨ªa unas cualidades personales de perfecta adecuaci¨®n. Dionisio no es el h¨¢bil razonador, capaz de triunfar en el toma y daca de una negociaci¨®n, de un pacto t¨¢ctico. Era, s¨ª, uno de los espa?oles m¨¢s aut¨¦nticamente razonables. Quiero decir, m¨¢s capaces de aceptar el examen racional y cr¨ªtico, para convencer tanto como para ser convencido, que he conocido. Le recuerdo en reuniones calurosas en Madrid, en Toledo, en Ametlla de Vall¨¦s, en Gredos. La serenidad vibrante de las palabras de Dionisio parec¨ªan hacernos ver el sentido y medida de la raz¨®n.
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