La Iglesia espa?ola "hace pol¨ªtica"
Es muy dif¨ªcil llegar a poseer un lenguaje com¨²n para iniciar un di¨¢logo decente. Esto ocurre siempre que (en este pa¨ªs, sobre todo) se plantea el problema de si la Iglesia tiene que hacer pol¨ªtica.A¨²n a costa de ser reiterativo, repito la clave para el di¨¢logo: la Iglesia tiene obligaci¨®n de ejercer un ministerio pol¨ªtico (cr¨ªtica ¨¦tica de cualquier comportamiento pol¨ªtico y consecuente compromiso en el sentido asumido por la cr¨ªtica), pero nunca debe politizarse (identificarse con un determinado proyecto pol¨ªtico, sobre todo en lo que ¨¦ste tiene de t¨¦cnico). Tan es as¨ª, que para ejercer el ministerio pol¨ªtico, la Iglesia tiene que estar despolitizada; y al rev¨¦s.
Pues bien, la Comisi¨®n Episcopal de Apostolado Social acaba de publicar un documento sobre Orientaciones cristianas sobre participaci¨®n pol¨ªtica y social, que a mi leal saber y entender entra de rond¨®n en eso que acabamos de llamar ministerio pol¨ªtico. ?Enhorabuena!.
Muchos me dir¨¢n: ?a vosotros, los hombres iglesia; no hay quien os entienda; la ¨²ltima vez, sobre estas p¨¢ginas de EL PAIS, has puesto de vuelta y media a buena parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica de Andaluc¨ªa por su actuaci¨®n frente al cese de los profesores del Centro de Estudios Teol¨®gicos de Sevilla; y ahora nos sales con un elogio a un documento, nada menos que de una Comisi¨®n Episcopal?.
Pues s¨ª, se?or: esto viene a demostrar que ?por fin? en esta nuestra Iglesia Cat¨®lica espa?ola nos vamos entrenando ¨¢gilmente en eso que muchos llaman democracia, pero que yo, para el caso, llamar¨ªa di¨¢logo (eso s¨ª, acompa?ado el logos de la praxis, o sea: di¨¢-logo y dia-praxis).
Para m¨ª el m¨¦rito mayor del documento es su modestia y su claridad: no pretende descubrir el Mediterr¨¢neo (que, por lo dem¨¢s, est¨¢ ya bastante contaminado) y, adem¨¢s, llama las cosas por sus nombres. Ve¨¢moslo.
He aqu¨ª una afirmaci¨®n valiente: ?S¨®lo una participaci¨®n colectiva en el control de la gesti¨®n p¨²blica... puede alejar los riesgos del crecimiento ?limitado de un poder estatal que amenaza en el mundo de hoy la libertad de la sociedad y de los ciudadanos?.
Cuando escribo esto acabo de ver por la TV una sesi¨®n de Cortes, donde se debate apasionadamente sobre los l¨ªmites de la permisibilidad o licitud otorgables a un partido pol¨ªtico (en general, el chivo expiatorio es el Partido Comunista de Espa?a: ?vaya usted a saber por qu¨¦!).
A este prop¨®sito la norma de la Comisi¨®n Episcopal me parece rigurosamente prof¨¦tica (y, para el caso, bastante revolucionaria): ?Quienes profesan la fe cristiana y quieren conducirse como miembros de la Iglesia, han excluido el apoyo a programas o grupos que pretenden construir la sociedad sobre la violencia y el odio, sobre la supresi¨®n de las libertades y de los derechos humanos, sobre la eficacia como ley suprema, sobre el lucro como ideal de vida?.
No podemos olvidar que la inmensa mayor¨ªa de los lectores espa?oles de este documento episcopal han tenido una experiencia de ?grupos pol¨ªticos que han pretendido construir la sociedad sobre la violencia y el odio? (por eso, hoy tiene tanto eco la palabra amnist¨ªa y su gemela reconciliaci¨®n), han sentido en sus carnes ?la supresi¨®n de las libertades y derechos humanos? (entre ellos no pocos eclesi¨¢sticos que hemos sido procesados, multados, encarcelados y reprimidos por predicar simplemente el evangelio de los derechos humanos), han visto c¨®mo ?la eficacia se convert¨ªa en ley suprema? (y ello en nombre de ciertas asc¨¦ticas sedicentes cristianas) y finalmente siguen todav¨ªa contemplando (sobre todo a trav¨¦s de la TV) c¨®mo se presenta ?el lucro como ideal de la vida?.
?Por qu¨¦ entonces ese miedo hist¨¦rico a un grupo pol¨ªtico que hasta ahora no ha podido demostrar si cumple o no las reglas del juego? A¨²n m¨¢s, ese tono modesto del documento significa que la misma Iglesia tiene mala conciencia (lo cual es ¨®ptimo, ya que desde ah¨ª se llega nada menos que a la conversi¨®n). Quiero decir que nosotros, hombres de Iglesia (aunque personalmente hayamos luchado en favor de la libertad), no podemos dejar de reconocer que la instituci¨®n eclesial espa?ola ha colaborado no poco en esa situaci¨®n de totalitarismo y represi¨®n, de la que ahora se va arrepintiendo con modestia, pero con sinceridad.
Esto lo ven¨ªa pensando cuando he o¨ªdo la entrevista que en la TV le han hecho al obispo El¨ªas Yanes con motivo del Documento. Como quiera que a m¨ª el sadismo no me va (quiz¨¢ sea por temperamento) he corrido a Alfonso XI, 4 (ya que casualmente me encontraba en Madrid) para darle la enhorabuena al secretario de la Conferencia Episcopal.
?Muy bien, querido El¨ªas! As¨ª se hace (no olvides que El¨ªas es nombre de profeta).
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