Indignaci¨®n y protesta
Las revelaciones del canciller alem¨¢n, Helmut Schmidt, sea o no una ?salida? o un ?golpe? extempor¨¢neo provocaron en Italia indignaci¨®n y protesta, consternaci¨®n y sorpresa. Es muy probable que los tres ministros del actual Gobierno dimisionario, su presidente, Aldo Moro, el ministro de Exteriores, Mariano Rumor, y el del Tesoro, Emilio Colombo, que asistieron a la cumbre de Puerto Rico supieran de la ?f¨®rmula Kissinger?. Un comunicado de Moro con. el que trata, indudablemente, de contener la indignaci¨®n y protesta de la izquierda, habla solamente y con ambig¨¹edad de ?consternaci¨®n? o ?pesar? por el modo ?no apropiado?. No est¨¢ claro si lo que le pesa a Moro es que los cuatro grandes (Alemania, Francia, Gran Breta?a, y USA) decidieran a sus espaldas la ?cuarentena? a un Gobierno italiano con los comunistas, o que el canciller hablase por su cuenta y riesgo tan poco diplom¨¢ticamente.Un impulso de ?indignaci¨®n? viene de la prensa comunista, que aprovecha la ocasi¨®n para hacer nacionalismo y pedir un Gobierno diverso, ?porque Italia no es una colonia, sino un pa¨ªs libre y democr¨¢tico?. Los democristianos reaccionaron tambi¨¦n con m¨¢s arrojo y menos diplomacia que el Gobierno, hablando de ?chantaje?, mientras que los republicanos ven en el gesto de Schmidt una ?maniobra para condicionar al nuevo Gobierno?, y la derecha lo aplaude con respiro.
Un perjuicio para las consultas gubernamentales
Las opiniones divergen en cuanto a las repercusiones que la ?salida? de Schmidt pudiera tener en el embri¨®n de Gobierno que estos d¨ªas incuba Giulio Andreotti. Hoy, martes, dedicar¨¢ la jornada entera a la elaboraci¨®n del programa que ma?ana, mi¨¦rcoles, propondr¨¢ singularmente a los partidos, antes de pasar a negociaciones colegiales. Por una parte, Schmidt habr¨ªa podido facilitar a Andreotti sus esfuerzos por conquistarse la abstenci¨®n de los comunistas, en el caso en que forme un Gobierno ?monocolor?, y por otra, muy bien podr¨ªa tratarse de un bast¨®n entre las ruedas, a causa de la exasperaci¨®n de la izquierda.
En cuanto a la situaci¨®n general europea, no se puede decir que sea vista con optimismo desde Italia, el pa¨ªs que tanta parte activa tuvo en la creaci¨®n de sus instituciones. Alguna vez dijeron los alemanes que Italia hab¨ªa creado las instituciones europeas, pero que no cre¨ªa en ellas. M¨¢s que nunca puede ser esto una realidad, porque Italia no se resigna a ser un Estado sat¨¦lite, ni a que el ?pr¨ªncipe? americano ordene al ?vasallo? alem¨¢n a poner orden en los se?or¨ªos de. Portugal e Italia, ni tanto menos a que Europa sea gobernada por un ?directorio? o un eje Par¨ªs-Bonn-Londres.
Lo curioso es que ya antes de la cumbre de Puerto Rico el vicepresidente de la Comisi¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea, Wilhelm Haferkamp, hab¨ªa condicionado una especie de ?Plan Marshall? para Italia a la exclusi¨®n de los comunistas del Gobierno. La cosa fue considerada una ?gaffe? (metedura de pata) como ahora las declaraciones de Schmidt una ?salida? o un ?golpe? que podr¨ªa tener incluso un significado electoral para poner en dificultad a la Democracia Cristiana alemana.
La intranquilidad de Kissinger
Quien no prescinde seguramente de las f¨®rmulas y alianzas pol¨ªticas es Kissinger, quien confirm¨® por su cuenta las declaraciones de Schmidt. Al parecer, la diferencia entre el ?pr¨ªncipe? americano y el ?vasallo? alem¨¢n estar¨ªa en que los norteamericanos quisieran ayudar a Italia a trav¨¦s del Fondo Monetario Internacional, mientras los alemanes quisieran que lo hiciera el Banco de Compensaci¨®n Internacional de Ginebra, en el marco de la Organizaci¨®n para el Desarrollo y Cooperaci¨®n Econ¨®mica, es decir, el grupo de los diez. A Kissinger, que acepta consultas econ¨®micas con los comunistas e, incluso, verlos en puestos legislativos como la presidencia de la C¨¢mara y comisiones parlamentarias, no le tranquiliza la evoluci¨®n democr¨¢tica del ?eurocomunismo?. A Kissinger no le interesa que los partidos comunistas de Europa se independicen de Mosc¨², sino que sean comunistas.
Una cosa es cierta, que Italia tiene conciencia pol¨ªtica muy viva de este dilema y se cree capaz de solucionar internamente, y con sus propios medios, el ?problema comunista?. No es un s¨ªntoma secundario que desde las elecciones del 20 de junio pasado entrasen en el Banco de Italia m¨¢s de mil millones de d¨®lares, aunque s¨®lo sea por turismo y exportaciones. A pesar de las medidas adoptadas, se tiene la impresi¨®n de que el capital ?negro? refugiado en Suiza, sigue en la Confederaci¨®n, por m¨¢s que se habla insistentemente de un retorno a Italia de 60 a 80 millones de d¨®lares por d¨ªa.
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