?Qu¨¦ pasar¨¢ en China?
A lo largo de la historia de China, las dinast¨ªas reinantes se han ido derrumbando casi todas aproximadamente de la misma manera. Es decir, que, despu¨¦s de una serie de emperadores en¨¦rgicos y poderosos durante los primeros siglos de la dinast¨ªa, el trono se ve¨ªa ocupado por unos personajes decadentes, amantes s¨®lo del placer, dominados y corrompidos por los eunucos y por los favoritos de la corte. Entonces la econom¨ªa del pa¨ªs empezaba a declinar, el sufrimiento del pueblo se hac¨ªa intolerable, se produc¨ªan reyertas y alzamientos y, por ¨²ltimo, uno de los dirigentes rebeldes -tal vez un humilde soldado del ej¨¦rcito imperial, o un campesino, o quiz¨¢s incluso un jefe de las hordas b¨¢rbaras del exterior- destru¨ªa al fin un gobierno imperial d¨¦bil e ineficiente y comenzaba una nueva dinast¨ªa que se ganaba el apoyo del pueblo con un programa de reformas en gran escala.Pero ?qu¨¦ pasar¨¢ cuando llegue a t¨¦rmino la dinast¨ªa de Mao Tse-Tung? En algunos aspectos, no cabe duda de que se puede considerar al presidente Mao como a un emperador chino seg¨²n la vieja tradici¨®n. Por el contrario, la dinast¨ªa que ¨¦l inici¨® en 1949 no se parece casi en nada a las dinast¨ªas del pasado m¨¢s pr¨®ximo. Es cierto que Mao ha sustituido a un r¨¦gimen d¨¦bil e ineficiente, tanto por su tremenda corrupci¨®n como por la inflaci¨®n de su moneda (en 1948 el cambio del d¨®lar chino era algo as¨ª como de doce millones de yuans (d¨®lares chinos), por un d¨®lar americano). Tambi¨¦n es cierto que Mao ha introducido cambios arrolladores en la vida del pueblo chino. Pero no tiene hijos para sucederle como los ten¨ªan los antiguos emperadores, no se ha dejado corromper, no es decadente. China est¨¢ actualmente mucho mejor gobernada y goza de mayor prosperidad que cuando ¨¦l proclam¨® solemnemente la Rep¨²blica Popular China en la Puerta de Tien An Men, de Pek¨ªn, el 1 de octubre de 1949. Ahora bien, parece como si la dinast¨ªa hubiera de terminar con ¨¦l, y el final ya no puede hacerse esperar mucho. Las autoridades de Pek¨ªn no han intentado nunca ocultar que el presidente Mao est¨¢ enfermo y que ya no le quedan muchos a?os de vida. Ha cumplido 83 a?os y, al correr del tiempo, las fotograf¨ªas suyas que aparecen en el Diario del Pueblo lo muestran cada vez m¨¢s fr¨¢gil, m¨¢s acabado, m¨¢s viejo. Uno de los ¨²ltimos visitantes extranjeros que lo vio -el primer ministro Muldoon, de Nueva Zelanda- ha dicho que se expresaba con cierta dificultad, aun cuando segu¨ªa enter¨¢ndose perfectamente de lo que se discut¨ªa-. No hace mucho nos han anunciado que el presidente Mao ya no recibir¨¢ a visitantes extranjeros.
Algunos informes m¨¦dicos indican que sufre la enfermedad de Parkinson (paralysis agitans). Los s¨ªntomas de esta enfermedad son temblores y lentitud de movimientos, una expresi¨®n facial r¨ªgida, dificultad para escribir, dificultad en el habla, que se hace cada vez m¨¢s borrosa y poco clara. Esta enfermedad no tiene curaci¨®n, o por lo menos la medicina a¨²n no se la ha encontrado, pero no afecta al funcionamiento mental del enfermo. Mas aunque los m¨¦dicos pueden adaptar la vida del paciente a su dolencia, lo importante es que Mao es un anciano que ha vivido el equivalente de al menos una docena de dur¨ªsimas vidas, y que est¨¢ llegando al final de sus extraordinarias fuerzas.
Intrigas palaciegas
Y en los palacios y en los ministerios pekineses se est¨¢n disputando bazas important¨ªnsimas, hay un constante movimiento de intrigas y maniobras por parte de los que esperan ganar puestos en el poder supremo, o por lo menos, no quedar relegados en la sombra cuando el gran hombre ya no est¨¦.
Naturalmente, la que m¨¢s se preocupa es la esposa de Mao, Chiang Chin, que ya cumpli¨® los sesenta a?os. Antigua actriz de cine que fue a animar a los comunistas en su fortaleza del noroeste -all¨¢ en Yennan, de la provincia de Shensi- mientras se estaban reponiendo de los sufrimientos de la Larga Marcha. Cuando, en los a?os treinta, se cas¨® al fin con Mao, los colegas del presidente la recibieron muy mal y hubo no pocas protestas. Para este nuevo matrimonio tuvo Mao que separarse de su fiel segunda esposa (la primera fue fusilada por Chian Kai Chek), que hab¨ªa compartido con ¨¦l los rigores y las penas de la Larga Marcha, y pocos fueron los que acogieron sonrientes a la reci¨¦n llegada. Durante muchos a?os, Chiang Chin vivi¨® en la sombra de su c¨¦lebre marido. Pero cuando Mao quiso renovar la vida del pa¨ªs y purgar el partido, al final de los a?os sesenta, desencadenando la llamada Revoluci¨®n Cultural Chian Chin surgi¨® y se convirti¨® en la voz cantante de la vida cultural de China. Por su orden y bajo su autoridad se cambi¨® radicalmente el contenido (aunque no la forma) de la antigua Opera de Pek¨ªn. Se retiraron los antiguos cl¨¢sicos. Las juventudes destruyeron templos y bibliotecas, y Chian Chin capitane¨® el ala radical del Partido comunista chino. Y cont¨® para ello con el apoyo y la autorizaci¨®n de un Mao envejecido, pero a¨²n intensa y totalmente poderoso.
El grupo de Changai
Fueron unos hombres del Partido de Changai los que proporcionaron al ala radical sus m¨¢s poderosos elementos. Entre ellos, Yao Wen-yuan, ese periodista del partido, autor, bajo la ¨¦gida de Mao, de los primeros art¨ªculos que lanzaron la campa?a de la Revoluci¨®n Cultural. Con ¨¦l otro dirigente,. Chang Chun Chiao, y un muchacho joven, mucho m¨¢s joven, Wang Hong-wen, que recientemente ha sido promovido a los m¨¢s altos pelda?os del partido. La gran mayor¨ªa de los observadores consideran que este grupo constituye la postura m¨¢s extrema del comunismo chino y que, mientras viva Mao, representan una fuerza con la que hay que contar. Parece que controlan en gran parte los medios de difusi¨®n y, para el mundo exterior, que siempre basa sus inseguras y dudosas conclusiones en los informes oficiales de la prensa y en las emisiones radiof¨®nicas de Pek¨ªn, la voz del grupo radical representa la voz de China.
Naturalmente, esto dista mucho de ser una imagen completa. En el reciente pasado y hasta su muerte, hace poco, se hizo escuchar una voz de pragmatismo realista y moderado: la del primer ministro, Chu En-lai, o as¨ª les parec¨ªa a los que estaban horrorizados por las posturas. extremas del grupo radical, de las que son ejemplo los excesos de la Revoluci¨®n Cultural. Chu En-lai, ese verdadero charmeur, ese hombre cuya p¨¦rdida es irreparable, era un gran diplom¨¢tico, era la eminencia gris del presidente Mao, era el hombre que, cuando la! cosas se desmandaban, sab¨ªa volverlas a su ser, sab¨ªa con su gran tino volver a colocarlas en su sitio. Chu ten¨ªa contactos personales con miles de funcionarios chinos, con miles de militares, siempre parec¨ªa obtener un consenso de opiniones en los peores momentos de conflicto. Bajo la innuencia de Chu, los que, por ser demasiado moderados, cayeron en desgracia durante la Revoluci¨®n Cultural, pronto fueron rehabilitados, repuestos en sus cargos. Fue Chu quien desempe?¨® un gran papel en la resurrecci¨®n de Teng Hsiao-ping, el antiguo secretario del partido destituido de sus cargos por la Revoluci¨®n Cultural. Se cree que por influencia de Chu fue nombrado Teng su sucesor.
P¨¢ra los que creen en los m¨¦todos radicales, para los que han desempe?ado un papel importante en la Revoluci¨®n Cultural, todo esto es un anatema (para Chiang Chin, por ejemplo). Cuando Chu muri¨®, Ten fue destituido bajo la presi¨®n del ala radical y con la aquiescencia de Mao. Como quiera que sea, parece ser que, tan pronto como vislumbr¨® la posibilidad de ser primer ministro, Teng Hsiao-ping se movi¨® con la mayor rapidez posible para instalar a sus amigos en los puestos clave. Teng tiene un temperamento que calificaremos de abrasivo y muchos de los que admiran su capacidad y su competencia comprenden con tristeza que no posee ninguna de las admirables dotes diplom¨¢ticas de Chu En-lai.
Hua, el h¨¢bil administrador
A Teng lo ha sustituido Hua Kuo-feng. Es un administrador de gran experiencia que lleg¨® a ser prominente como subgobernador de Hunan, de la provincia natal del propio presidente Mao.
Parece que, por el momento, tiene las cosas en mano, no ofende a nadie, lleva adelante los asuntos diarios de un pa¨ªs de 800 millones de almas. Mientras tanto, el anciano presidente descansa la mayor parte del tiempo e interviene de cuando en cuando, espor¨¢dicamente, para dar su opini¨®n sobre cuestiones de principio.
Nadie puede prever c¨®mo se desarrollar¨¢ la situaci¨®n cuando falte Mao. ?Qu¨¦ influencia podr¨¢ ejercer Chiang Chin? Algunos observadores creen que pudiera desaparecer,del escenario pol¨ªtico de la noche a la ma?ana. Pero nadie sabe exactamente c¨®mo ni hasta d¨®nde llega su influencia. Est¨¢ claro que si tuviera alguna posibilidad de suceder al presidente Mao habr¨ªa muchos dispuestos a apoyarla por meros motivos de tupervivencia pol¨ªtica. Es posible que cuente con alg¨²n apoyo por parte del ej¨¦rcito.
?Existe la posibilidad de que el ej¨¦rcito se haga cargo del poder? La mayor¨ªa de los observadores descartan esta posibilidad. En China, el ej¨¦rcito no es una fuerza pol¨ªtica, como lo es, por ejemplo, en algunos pa¨ªses de Latinoam¨¦rica. Se ha citado, con frecuencia, el dicho de Mao de que ?el poder sale del ca?¨®n de un fusil?, pero no cabe duda de que el fusil siempre estuvo firmemente, s¨®lidamente, en manos del Partido. De eso est¨¢n convencidos militares tan eminentes como Yeh Chien Yin, el veterano ministro de defensa. En China, el ej¨¦rcito pretende mantener el orden y la disciplina y quedar alejado de las luchas por el poder. Los distintos cuerpos armados no se parecen a los se?ores de la guerra de otros tiempos; sin duda gobiernan y dominan amplias zonas del pa¨ªs, pero la experiencia ha demostrado que van a cubrir nuevas zonas cuando el partido lo requiere. No son se?ores feudales.
Los j¨®venes
Se podr¨ªa esperar que los j¨®venes, los estudiantes, estuvieran dispuestos a desempe?ar un papel cada vez m¨¢s pol¨ªtico en el estado actual de incertidumbre, pero parece que constituyen un grupo muy desilusionado. Despu¨¦s de util¨ªzarles para destruir los viejos mitos en la Revoluci¨®n Cultural, Mao los ha enviado al campo a que aprendan el comunismo con los campesinos. En estos ¨²ltimos diez a?os, m¨¢s de 12 millones de muchachos de las escuelas de segunda ense?anza han ido al campo. Muchos se han convertido en rudos agricultores y han entregado su vida para ayudar al labrador. Otros han conocido la desesperaci¨®n de ver su vida dedicada a la tierra con pocas probabilidades de volver jam¨¢s a la ciudad. Por tanto, ya no se les puede llamar para que apoyen el ala radical de la izquierda.
Y la gran masa de los chinos, es decir el 85 por 100 de la poblaci¨®n, vive en la tierra y de la tierra, vive cuidando de las cosechas de arroz y de trigo que se necesitan para alimentar a los millones de seres que habitan en las ciudades. Poco les influye el palabreo de los alzamientos palatinos de Pek¨ªn. Su vida est¨¢ sometida al ritmo de las estaciones: forman un conjunto compacto que mantiene una especie de equilibirio en la Rep¨²blica Popular, Incluso si caen cabezas en la Ciudad Prohibida.
Lo que posiblemente pudiera suceder cuando Mao fallezca ser¨ªa una forma colectiva de gobierno comunista, con oposiciones -los radicales y los moderados- que mantendr¨ªan la paz, aunque fuera dif¨ªcil, porque cualquiera otra alternativa podr¨ªa provocar una cat¨¢strofe igualmente temida por ambos lados. Tantas veces en la historia de China, mientras los elementos feudales se peleaban, surg¨ªa un soldado desconocido que se sublevaba en una provincia y se dispon¨ªa a resolver la cuesti¨®n a punta de lanza de sus tropas mercenarias... Ya nadie en China quiere que esto se repita. Lo ¨²nico, pues, que se puede pronosticar es que, al faltar Chu En-lai y al desaparecer Mao Tse-tung, pasar¨¢ posiblemente China por un per¨ªodo de desasosiego.
Esto no es, no ser¨ªa nuevo: ha sucedido en China a lo largo de su historia milenaria.
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