Ciencias "duras" y ciencias "blandas"
Una de las cosas que m¨¢s llaman la atenci¨®n al reflexionar sobre Espa?a desde el extranjero, es el pobre desarrollo de las ciencias sociales y, en concreto, de la Politolog¨ªa. En nuestros medios cient¨ªficos, como en los de algunos otros pa¨ªses, estas ciencias son consideradas ?ciencias blandas? sin el mismo rigor cient¨ªfico que las ?ciencias duras? (Matem¨¢ticas, F¨ªsica, Qu¨ªmica y, en menor grado, las ciencias biol¨®gicas). Los argumentos para discriminar as¨ª a las ciencias de la sociedad se basan en un doble apoyo: su supuesta falta de exactitud y su incapacidad para predecir con certeza. Los grandes avances en el estudio del comportamiento humano (individual y colectivo) son considerados interesantes e, incluso, beneficiosos, pero nunca rigurosamente cient¨ªficos.El m¨¦todo cient¨ªfico siempre avanza mediante el lanzamiento de sucesivos paradigmas te¨®ricos que intentan explicar la realidad. A continuaci¨®n, una legi¨®n de investigadores somete a test la validez de dichos paradigmas, mediante comprobaciones sucesivas. En el fondo, lo que el grupo humano intenta hacer con esto no es sino captar el mundo objetivo y establecer sus regularidades. En otras palabras, ordenar el caos que se le presenta ante sus ojos y que siente dentro de s¨ª. Todo esfuerzo cient¨ªfico parte de un consensus universal: la existencia de regularidades en el objeto de estudio permite el descubrimiento de leyes que las enuncien. Si estuvi¨¦ramos convencidos de que el universo existe de una forma ca¨®tica absoluta sin someternos a ninguna pauta ni regularidad, la actividad cient¨ªfica no tendr¨ªa objeto. ?Qu¨¦ podr¨ªamos explicarnos?
Albert Einstein, en un discurso inaugural ante la Academia Prusiana de Ciencias (1914), reconoc¨ªa l¨²cidamente la base perceptiva de estos principios axiom¨¢ticos y con ellos, pues, de todo el edificio de la Ciencia:
?El m¨¦todo de todo creador te¨®rico incluye la utilizaci¨®n, como base, de postulados generales o ?principios?, de los cuales ¨¦l extrae sus consecuencia. As¨ª, su trabajo queda dividido en dos partes. Primero, tiene que conseguir sus propios postulados, y, despu¨¦s, extraer las conclusiones que se siguen de ellos.? (1).
Un grupo de investigadores norteamericanos, compuesto de psic¨®logos y antrop¨®logos y dirigido por los profesores Segall, Campbell y Herskovits, descubr¨ªa en 1966 que ?los procesos b¨¢sicos de percepci¨®n son los mismos para toda la humanidad. Unicamente var¨ªan sus contenidos, porque reflejan los diferentes h¨¢bitos de inferencia perceptiva? (2). Si esto es as¨ª, Ciencia y Cultura quedan en la concepci¨®n de Einstein en clara y estrecha relaci¨®n. La Ciencia es una realidad de grupo, una realidad pol¨ªtica en su sentido griego.
Cuando se reflexiona cr¨ªticamente sobre la Ciencia, la tradicional diferencia entre unas ciencias y otras resulta ser una pobre tergiversaci¨®n sin base real y consecuencia de una gran rigidez social. En todas ellas, la elaboraci¨®n de una teor¨ªa es indispensable para la existencia de una escuela cient¨ªfica. Trabajo te¨®rico y trabajo experimental son actividades afines y coordinadas; y nunca de la simple manipulaci¨®n emp¨ªrica puede, surgir el saber te¨®rico. M¨¢s bien es la te¨®rica rigurosa la que, producto de la reflexi¨®n y el an¨¢lisis, abre grandes v¨ªas de experimentaci¨®n a la ciencia emp¨ªrica. Einstein, Freud, Marx produjeron en solitario teor¨ªas que han fermentado en explosiones investigadoras.
Detr¨¢s de ellos, miles de cient¨ªficos han trabajado para verificar sus deducciones te¨®ricas e, incluso, completar sus sistemas.
Parece ser bastante com¨²n el atribuir la pobreza investigadora espa?ola a la falta de dinero que la financie. En mi opini¨®n, esto es un grave error. Si la investigaci¨®n no existe sin trabajo te¨®rico, el dinero que deba protegerla no s¨®lo deber¨¢ fomentar la construcci¨®n de laboratorios o la realizaci¨®n de grandes proyectos emp¨ªricos, sino que tendr¨ªa que alentar y proteger a toda esa gran masa de j¨®venes que se sienten atraidos por la creaci¨®n te¨®rica y por la b¨²squeda de nuevos paradigmas. Unicamente en un caldo de cultivo de criterio amplio, de un ambiente nacional de aut¨¦ntica l¨ªbertad, puede intentarse que surjan geniales herejes. Sin ellos no habr¨¢ nuevas puertas abiertas ni saltos de nivel en nuestra Ciencia. Sin teor¨ªa nueva no puede haber muchos descubrimientos nuevos y s¨®lo se puede ir al arrastre de saberes caducados.
Las ra¨ªces de la creatividad de la Ciencia calan muy hondo en el grupo social total y llegan hasta la verdad pol¨ªtica del pa¨ªs. Las ideolog¨ªas reaccionarias y conservadoras, que casi siempre proclaman su admiraci¨®n por la Ciencia, con frecuencia pretenden soluciones aparatosas y centran todos los males de la Ciencia nacional en la falta de dinero. Dinero a invertir, cuando lo hay, en edificios costosos, instalaciones lujosas, maquinaria sofisticada, todo siempre muy caro y en muchos casos con derroche. Sospechosamente, no se habla de eliminar trabas a las personas ni de bibliotecas de verdad. Es la Ciencia de las bibliotecas de juguete.
Mediante esta actitud se elude el afrontar el verdadero y grave problema de la falta de creatividad de la Ciencia de un pa¨ªs y se ponen las soluciones posibles tan dif¨ªciles que quedan justificadas todas las incapicidades. Se trata de un derrotismo demag¨®gico muy da?ino para la salud mental colectiva.
(1) ?Essays in Science?, New York: Philosophical Library. P. 7.
(2) ?The influence of Cultura on Visual Perception.? Indian¨¢polis: The Bobs-Merrill Company, 1966. P. 214.
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