Desde 1518, la catedral de Madrid no interesa a nadie
Ni el Arzobispado de Madrid, ni el Ayuntamiento ni el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, ni los fieles muestran el menor inter¨¦s por que se contin¨²en las obras de la catedral de Madrid, el ya conocido, aunque s¨®lo sea por su eterna estructura sin acabar, templo catedralicio de Nuestra Se?ora de la Almudena, patrona de la capital.
Desde el a?o 1518 hasta el 4 de abril de 1883, fecha en que se coloc¨®, con todas las solemnidades propias del caso, su primera piedra, parece ser que nadie ha querido saber nada de la que deber¨ªa ser la catedral de Madrid, pensada ya por Carlos V para sustituir a la antigua parroquia de Santa Mar¨ªa, en la que se veneraba la imagen de la que, desde siempre, ha sido especialmente devoto el habitante de Madrid, bajo cuya advocaci¨®n se colocaba, por el simple hecho de serlo.La historia del pase de pelota de la Almudena de unas manos a otras comienza, precisamente, en la primera de la fecha citada, en que, justamente el 23 de junio de 1518, el papa Le¨®n X promulga una bula por la que se concede la instalaci¨®n de una catedral dedicada a la advocaci¨®n de la Virgen de la Almudena, a Madrid. Sin embargo, esto, que parec¨ªa deseo directo del monarca y ferviente aspiraci¨®n de los madrile?os, se encuentra con la oposici¨®n decidida de Guillermo de Croy, ocupante del arzobispado de Toledo, que lleva aparejada la primac¨ªa eclesi¨¢stica de Espa?a.
A¨²n hubo una segunda bula, esta vez del papa Clemente VIII, que fue solicitada por Felipe III. Pero esta vez fue otro cardenal primado, Sandoval y Rojas, quien hizo que la construcci¨®n de la Almudena siguiera la misma suerte que un siglo antes.
El Ayuntamiento empieza a ayudar
Pero el empe?o por conseguir que alg¨²n d¨ªa la catedral de Madrid fuera una realidad no se vio detenido con las oposiciones de los cardenales primados. Otro intento fue el de la reina Isabel de Borb¨®n, casada con Felipe IV, quien, al morir, leg¨® 60.000 ducados para que se construyera la tan ansiada catedral.Fue justamente en este tiempo cuando el Ayuntamiento madrile?o -entonces conocido como Casa de la Villa-, en nombre del pueblo madrile?o, comenz¨® con las ayudas de la construcci¨®n de la catedral de la Almudena. Esta primera ayuda se materializ¨® en 150.000 ducados que el rey acept¨® e incluso Reg¨® a constituir una junta de prelados y altos personajes, que administrara esos fondos. El Ayuntamiento, por su parte, acus¨® recibo de la aceptaci¨®n real se?alando unos terrenos destinados a la catedral, junto al Arco de la Armeria, esto es, muy cercanos al emplazamiento de la eternamente por terminar catedral actual.
Pero este intento sigui¨® quedando en el saco del olvido, a pesar de los buenos prop¨®sitos que parec¨ªan animarlo, y se precis¨® de la muerte de la reina Mercedes para que su marido, Alfonso XII, decidiera que su mujer fuera enterrada en un gran mausuleo, a falta del requisito de morir con descendencia para que pudiera ser enterrada en el Pante¨®n de los Reyes del Monasterio de El Escorial. Este mausuleo real habr¨ªa de ser, por supuesto, la Almudena.
Tras la colocaci¨®n de la primera piedra, se consigui¨® concluir las obras de la gran cripta, de forma que se abri¨® el culto el 31 de mayo de 1911. Pero las obras de lo que deb¨ªa ser la gran nave central tuvieron muy poco impulso, a lo que se uni¨® la guerra civil, que las paraliz¨® por completo.
El nuevo impulso se vino a dar con la convocatoria de un concurso, en el a?o 1944, por parte del entonces director general de Bellas Artes, el marqu¨¦s de Lozoya, para dar una nueva soluci¨®n arquitect¨®nica a la catedral. Fue ganado por los arquitectos Fernando Checa y Carlos Sidro.
En 1949, el alcalde de Madrid, Jos¨¦ Moreno, encarg¨® que se redactaran los planos definitivos para comenzar las obras inmediatamente, para lo que se cont¨® con el placet del obispo y el gobierno de una junta presidida por ¨¦l mismo. Se lleg¨® a conseguir concluir el claustro, en 1955, y el conde de Mayalde, entonces alcalde, les volvi¨® a imprimir un nuevo auge, de tal forma que, en tan solo cinco a?os, se consigui¨® terminar m¨¢s construcci¨®n que en los 40 anteriores.
Sin embargo, al llegar a la alcald¨ªa madrile?a Carlos Arias, el ritmo de las obras decreci¨®, puesto que se pretendi¨® conseguir que no fuera ¨²nicamente el Ayuntamiento quien viniera financiando constantemente las obras en marcha y que en ella participaran activamente los organismos y ministerios interesados. Pero no se pararon ah¨ª totalmente, sino que, en 1969 se acometieron dos campa?as m¨¢s de construcci¨®n, que supusieron el inicio de las obras de la fachada del crucero que da a la calle Bail¨¦n. Desde entonces, nada o casi nada se ha hecho.
El tema de la continuaci¨®n de estas obras se volvi¨® a plantear el pasado d¨ªa 31 de agosto, justamente el d¨ªa en que se celebraba la fiesta de dedicaci¨®n del templo. Seg¨²n el secretariado del Templo del Arzobispado de Madrid, se pens¨®, en su d¨ªa, que podr¨ªa terminarse con la aportaci¨®n de los fieles. Pero ?hemos visto que no existe mayor inter¨¦s?. El mismo secretariado sigui¨® diciendo que su terminaci¨®n era responsabilidad del Ayuntamiento de Madrid. Y aqu¨ª es donde surgi¨® el nuevo peloteo.
El Ayuntamiento se apresur¨® a decir que no era ¨¦l el propietario y que no ten¨ªa la obligaci¨®n que, si lo fuera, tendr¨ªa. Pero tampoco descart¨® la posibilidad de contribuir con alguna cantidad, a pesar de que se interesaba de otros organismos, como el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia, la aportaci¨®n del dinero necesario.
Tampoco la respuesta del Ministerio se hizo esperar diciendo que era necesario un juicio por parte de la Direcci¨®n General del Patrimonio Art¨ªstico -antigua de Bellas Artes- para que la de Programaci¨®n e inversiones concediera una subvenci¨®n, con lo que sigue la tramitaci¨®n del expediente.
Resultado: ni los fieles ni el Arzobispado ni el Ayuntamiento, ni tan siquiera el Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia parecen tener demasiado inter¨¦s en que la Almudena se pueda ver, por fin, alg¨²n d¨ªa terminada. Existen cosas importantes que hacer y la Almudena parece no contarse entre ellas.
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