La polic¨ªa
Ayer los jefes superiores de Polic¨ªa se reunieron en Madrid con el director general de Seguridad. Esta ?cumbre? policial se ha tenido -y bien- por noticia pol¨ªtica. Semanas antes, la dimisi¨®n de Federico Quintero como jefe superior de Polic¨ªa de Madrid lleg¨® a merecer honores de primera p¨¢gina en alg¨²n peri¨®dico y tambi¨¦n constituy¨® objetivamente una noticia de car¨¢cter pol¨ªtico. M¨¢xime si no olvidamos que en los propios medios gubernamentales se estima como necesario acabar con el quinterismo como forma peculiar de entender el poder que debe tener la polic¨ªa en la sociedad.Federico Quintero dimiti¨® de su puesto al ver los recortes de competencias que sobre ¨¦l se cern¨ªan. En suma: advirti¨® que se trataba de poner fin al quinterismo. Que tanto el ministro de la Gobernaci¨®n como el gobernador de Madrid quer¨ªan saber a qui¨¦n se detiene cuando se trata de temas de ¨ªndole pol¨ªtica. Que no ocurriera lo de anta?o: que alg¨²n alto cargo pol¨ªtico esperaba in¨²tilmente a cenar a una personalidad de la oposici¨®n que acababa de ser detenida por la brigada pol¨ªtico-social.
Un ministro de este Gobierno trataba en privado la situaci¨®n con estas palabras: ?Si un jefe superior de Polic¨ªa tiene capacidad para negociar la calle con la oposici¨®n, habr¨¢ que hacerle gobernador civil. Si no la tiene, tendr¨¢ que cuadrarse ante su gobernador y limitarse a recibir instrucciones.?
Ese y no otro es el tema: el poder pol¨ªtico que, de hecho, ha venido ostentando un cuerpo de funcionarios como el policial en casi cuarenta a?os de autocracia. Y hay que tener el valor moral de afrontar este tema inmediatamente en beneficio de la democracia y de la misma polic¨ªa.
Vivimos en un curioso pa¨ªs en el que el presidente del Gobierno tiene que desayunarse un sapo para digerir despu¨¦s toda la cr¨ªtica que sobre su gesti¨®n se imprime. Este es un pa¨ªs donde el poder financiero se ve zaherido si la prensa independiente advierte que. cortocircuita descaradamente el juego de la pol¨ªtica. Aqu¨ª, ni la Corona se salva de verse salpicada por las cr¨ªticas. Todo esto est¨¢ muy bien, es saludable y me atrever¨ªa a decir que es la ¨²nica prueba de democracia genuina que hasta el momento se ha dado en el pa¨ªs.
Pero tambi¨¦n es este un pa¨ªs en el que es preciso espigar con paciencia benedictina una cr¨ªtica p¨²blica a una acci¨®n de la polic¨ªa. Se pide ?a dimisi¨®n de un ministro, se descalifica a un presidente, se cuestiona la decisi¨®n de un Rey, pero nadie parec¨ªa atreverse a reclamar el cese de un jefe superior de Polic¨ªa. Con la dimisi¨®n del se?or Quintero algo hemos ganado. Como poco, el ministro Mart¨ªn Villa y el gobernador de Madrid, se?or Ros¨®n, parecen haber entendido que la direcci¨®n del orden p¨²blico no es delegable ni siquiera en funcionarios tan competentes como el teniente coronel Quintero. Es un paso que debiera tener continuaci¨®n, para que ,no parezca tan remoto el d¨ªa en el que se pueda analizar cr¨ªticamente el trabajo de un comisario o un inspector, en la misma forma en que se critica el que realiza un funcionario administrativo de superior categor¨ªa.
Carece de sentido estimar que la polic¨ªa est¨¢ exenta de la comisi¨®n de humanos errores y debilidades. Resultar¨¢ un suicidio moral tener el tema por tab¨². Supongo que ser¨¢n los propios polic¨ªas quienes tendr¨¢n por torpeza la decisi¨®n de Arias Navarro de declarar materia reservada las actuaciones judiciales relacionadas con los presuntos malos tratos a detenidos. Mantener esa manta de silencio sobre lo que de punible pueda ocurrir en una comisar¨ªa es confundir la parte con el todo. No en vano el fiscal que actu¨® en Canarias en el caso Matute (ex jefe de la brigada de investigaci¨®n social en el archipi¨¦lago, acusado de la muerte de uno de sus detenidos) tuvo que comenzar su intervenci¨®n jur¨ªdica recordando que no se trataba de juzgar a la polic¨ªa, sino a un polic¨ªa.
Pero no faltan quienes se empe?an en que los temas policiales contin¨²en siendo tab¨², secreto, intocabilidad, misterio, sombra. Yo pienso que la mayor¨ªa de los polic¨ªas espa?oles -por encima de los h¨¢bitos profesionales propios de la autocracia, de los que todos tenemos que desprendernos- aspiran a la modernizaci¨®n de sus m¨¦todos investigativos, a su cualificaci¨®n profesional, a su dotaci¨®n t¨¦cnica y econ¨®mica y a una transparencia informativa hacia jueces y periodistas que en todo momento salvaguarde el honor del cuerpo al que pertenecen, a¨²n cuando algunos compa?eros tengan que quedar en la cuneta.
El caso es que no se concibe una sociedad democr¨¢tica sin una polic¨ªa tambi¨¦n democr¨¢tica. Y el car¨¢cter democr¨¢tico de esa polic¨ªa a la que aspiramos reside en su sujecci¨®n a los poderes civiles y en esa transparencia informativa y jur¨ªdica cara a los abusos de autoridad que puedan cometerse. Insisto en que son los polic¨ªas quienes primero deben meditar la opci¨®n: o quieren ser una organizaci¨®n temida por la sociedad, o aspiran a constituir una corporaci¨®n de funcionarios p¨²blicos a los que paga el contribuyente para velar por la seguridad de todos y en beneficio de todos. Lo que no deben hacer, nuestros polic¨ªas es caer en la tentaci¨®n de procurar erigirse en ciudadanos por encima de toda sospecha.
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