Epoca de cambios, ?tambi¨¦n para la mujer?
Una tesis de la Pardo Baz¨¢n, mantenida y expuesta e¨®n bastante claridad, y por tanto bastante Convincente, me ha hecho pensar en transponer aquel momento hist¨®rico -la Espa?a de finales del XIX- y pensar en la situaci¨®n espa?ola actual.En su libro ?La muJer espa?ola y otros art¨ªculos? habla de la transformaci¨®n pol¨ªtica y social de Espa?a. Dice que ¨¦sta hab¨ªa evolucionado durante el siglo XIX, pero que las transformaciones de tipo liberal hab¨ªan beneficiado ¨²nicamente al var¨®n. El derecho al voto fue s¨®lo otorgado a la poblaci¨®n M-asculina, con lo que ¨²nicamente los hombres pudieron beneficiarse del ejercicio de los derechos p¨²blicos en los parti*dos pol¨ªticos; la libertad de cultos, el laicismo, s¨®lo -pod¨ªan favorecer a aquellas personas que acced¨ªan a una educaci¨®n que no s¨®lo fuera aprender a leer, a coser y a rezar (mod¨¦lica educaci¨®n privativa de la mujer). La mujer continuaba, pues, aprisionada en los enclaves del pasado y de la tradici¨®n, puesto que las dos cosas m¨¢s importantes de toda persona, educacion, y proyecci¨®n y desarrollo de la personalidad no hab¨ªan sido alteradas. El resultado, seg¨²n la Pardo Baz¨¢n, fue que a partir de 1868 hubo un desfase completo entre la mujer y el hombre con la consiguiente alteraci¨®n de la,conviveiicia. Esta situaci¨®n de las mujeres ven¨ªa reforzada por la idea que elhombre segu¨ªa manteniendo sobre ¨¦sta. Poco m¨¢s o menos: la mujer, la pata quebrada y en casa.
La tesi-s de la novelista -una mujer feminista, avanzada para su ¨¦poca- es atractiva y sobre todo sugerente: me traslado a la Espa?a de mi ¨¦poca, investigo la realidad que pisamos y vivimos. Me inquieto. Me tranquilizo.
Me inquieto al constatar el profundo abismo de represi¨®n que hemos pasado todos en estos cuarenta a?os, pero de una manera mucho m¨¢s oprimente las mujeres. Me inquieto al verque, en la reformaque
l¨®sincipienies . dos pol¨ªticosproponen (me refiero a los de las izquierdas), el tema de la situaci¨®n de la mujer todav¨ªa no est¨¢ estudiado ni propuesto, ni con la profundidad ni con la urgencia que requiere. Me inquieta el saber que la pr¨¢ctica sobre este asunto en la vida cotidiana todav¨ªa no ha variado con relaci¨®n a la ¨¦poca pasada: las peque?as reformas jur¨ªdicas que en.1975 -famoso (?) A?o Internacional de la Mujer- se -consiguieron, muy costosamente, son puestos en pr¨¢ctica, pues tropiezan con la propia resistencia de abogados masculinos y clientela masculina (esto est¨¢ dicho y comentado por prudent¨ªsimas mujeres juristas que en nada son sospechosas de pertenecer a movimientos radicales -ni de lejos- de ning¨²n tipo). Me inquieto al observar con cuant¨ªsima cautela se estudia la posibilidad de divorcio, realidad instituida en la Rep¨²blica y despu¨¦s perdida.
Me inquieto al constatar el si
lericio., el olvido y la despreocupa
ci¨®n-sobre t i odos estos asuntos de
nuestros ¨²ltimos, sucesivos y verti
ginosos gobiernos. Concretamente
el ¨²ltimo, el Gobierno Su¨¢rez, aun
pretendiendo dar la imagen de ser
quien nos va a abrir la puerta a la
democrac¨ªa -lo consigA o . no lo
consiga, esto es ya otro pToblerna
no ha mencionado para nada nin
guno de estos aspectos. Dos mo
mentos concretos ha tenido para
ello: cuando la Declaraci¨®n
Program¨¢tica de julio, hecha al
iniciar su Gobierno, y las ¨²ltimas
declaraciones del 11 de septiem
b re. E n 1 a Declaraci¨®n
Program¨¢tica, la amplitud de los
temas era,grande: se hablaba de
soberan¨ªa del pueblo, de eleccio
nes, de relaciones laborales, de
respeto a corrientes pol¨ªticas, de
econom¨ªa y libertad de empresa, de
educaci¨®n, de salarios y pensiones,
de amnist¨ªa, etc¨¦tera. $in embargo,
nada concreto sobre la situaci-?n de
la mujer. Ni siquiera en asuntos tan
graves y que le ata?en tan directa
mente como el de relaciones labo
ralos, el de educaci¨®n, el de salarios.
y pensiones y el referente a los tex
tos legales.
Meinquieto cuando constato enqu¨¦ poco aprecio y consideraci¨®n se tiene la opini¨®n de la mujer (m¨¢s del 50 por 100 del futuro electorado, se?ores, no hay que olvidarlo). En las ¨²ltimas encuestas hechas por lo que se llama la prensa seria, e incluso la liberal, con.motivo de las. recientes declaraciones del ministro Su¨¢rez, que yo sepa no fue preguntada absolutamente ninguna mujer (¨¦stas, sin embargo,s¨ª que fueron cuestionadas, hace unos meses, por la prensa llamada de coraz¨®n, aunque las preguntas no eran exactamente las mismas. A las encuestadas, todas ellas del ramo de-los espect¨¢culos, se les preguntaba su opini¨®n no sobre las refor-, mas y la pol¨ªtica sino sobre el f¨ªsico de nuestroprimer ministro).
~ Me inquieto tambi¨¦n cuando~ veo la actitud de los partidos de la oposici¨®n. Ninguna representatividad pol¨ªtica: en la ¨²ltima reuni¨®n de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica, incluso alguna revista resaltaba el hecho: entre el centenar de pol¨ªticos reunidos, s¨®lo tres mujeres.
Y me inquieto, finalmente, cuando deduzco,s¨ª todo esto no es m¨¢s que el reflejo de la vida y de la mentalidad espa?olas ' masculina sobre todo. ~i todo esto no supone -como en la Espa?a de la Pardo Baz¨¢n- que el hombre espa?ol, mientras progresa en democracia y sentido de la libertad, contin¨²a aferrado, en el terreno sexual, a una mentalidad retr¨®grada y reaccionaria. La mujer -la propia-, la pata quebrada y en casa; ' las ?otras?, al destape (?es en esto d-onde hemos avanzado?).
Pero a pesar de todo me tranquilizo. Me tranquilizo cuando constato la fuerza de las propias mujeres, muchas de,ellas ya, reunidas, agrupadas y dispuestas a conseguir la igualdad. Me tranquilizo porque pienso que todo ? es una cuesti¨®n ?hist¨®rica?, que: la historia -como dec¨ªa un amigo miovencer¨¢, que estamos en un momento de cambio general donde, a escala general, se derrumbar¨¢n lentamente las antiguas supremac¨²rs: la del capital sobre el trabajo, la de los blancos sobre los negros. T¨¢mbi¨¦n,la del hombre sobre la mujer.
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