Un ministro sin estrenar
La locuacidad, juventud y manifestada voluntad democr¨¢tica de Andr¨¦s Reguera Guajardo hicieron albergar muchas esperanzas sobre la intensidad de la informaci¨®n pol¨ªtica procedente del Gobierno que, en la etapa del Gobierno Su¨¢rez, llegar¨ªa a la opini¨®n p¨²blica, a trav¨¦s de su veh¨ªculo natural: los periodistas. Periodistas en toda la extensi¨®n de la palabra. Correas de transmisi¨®n entre la sociedad y el poder, no meros ecos de ¨¦ste.La frustraci¨®n profesional de los cr¨¦dulos no ha podido ser m¨¢s rotunda.
La principal ocasi¨®n que peri¨®dicamente ten¨ªan los informadores de inquirir al qui¨¦n corresponde m¨¢s id¨®neo sobre los temas de la actualidad palpitante -la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros, acab¨® justamente con la llegada al Ministerio de Informaci¨®n y Turismo del se?or Reguera.
Se tranquiliz¨® al personal a segurando que se trataba s¨®lo de modificar el sistema, de modeknizarlo. La informaci¨®n a trav¨¦s de ruedas de prensa, mediante comidas con los informadores, por cualquier procedimiento cuando la actualidad del tema lo requiriese estaba asegurada. El paso de los meses ha demostrado que las promesas eran vanas. Ni siquiera cuando le produjo el importante hecho de un nuevo proyecto de reforma pol¨ªtica, el se?or Reguera se someti¨® al di¨¢logo con los informadores pol¨ªticos, a pesar de que se anunci¨® que se producir¨ªa en la pr¨®xima semana.
Es explicable que el ministro de Informaci¨®n y Turismo -asesorado quiz¨¢ por expertos en el tema- estimara arriesgado exponerse al pim-pam-pum peri¨®dico de los profesionales de la pregunta. Pero ¨¦ste es un riesgo conocido para por el se?or Reguera.
Las palabras de elogio a los periodistas; las promesas de actualizaci¨®n, o incluso supresi¨®n de la ley de Prensa; las seguridades de que no se dar¨ªan pasos atr¨¢s y de que se continuar¨ªa en la l¨ªnea de la apertura, y las afirmaciones hechas hace dos d¨ªas, en Barcelona, sobre la recuperaci¨®n, por parte de su Ministerio del aut¨¦ntico papel de interlocutor, han quedado desmentidas por la realidad de la incomunicaci¨®n y la falta de di¨¢logo entre los habituales de la informaci¨®n pol¨ªtica y el portavoz m¨¢s cualificado del Gobierno.
Es an¨¦cdota que incluso alguna amplia informaci¨®n facilitada a una revista pol¨ªtica por el se?or ministro de Informaci¨®n, haya tenido que ser levantada en el ¨²ltimo momento. Lo que resulta seguro, y es poco positivo para la imagen pol¨ªtica del se?or Reguera, es que su silencio y su falta de disposici¨®n para el di¨¢logo le hayan convertido en un ministro gris que -a diferencia de su buena prensa entre los periodistas deportivos durante su etapa de presidente del Comit¨¦ de Competici¨®n de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol- pasar¨¢ a la historia, si no cambia, por sus realizaciones en materia de turismo.
Hay que decirlo como es. Si despu¨¦s de la ¨¦poca Fraga al frente del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo -a quien pocas preguntas audaces se atrev¨ªan a formular los informadores-, sucedi¨® el desenfado de S¨¢nchez Bella; la asepsia de Li?¨¢n; la agudeza de Cabanillas; el sufrimiento de Le¨®n Herrera; la caballerosidad de Gamero, imposible es encontrar un calificativo para el modo de responder del ministro Reguera, quien -aunque se ha reunido con los directores y ha celebrado algunas con Viersaciones of the record-, no se ha estrenado pr¨¢cticamente con los informadores pol¨ªticos de a pie.
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