Impuestos y justicia social
Los datos estad¨ªsticos sobre producci¨®n o renta nacional, expresados en cifras brutas, son poco expl¨ªcitos acerca de la real riqueza o capacidad econ¨®mica de un pa¨ªs, por el simple hecho de que favorecen a los de mayor poblaci¨®n. Las cifras ?per c¨¢pita? dan, naturalmente, una impresi¨®n m¨¢s realista sobre la producci¨®n de riqueza. Sin embargo, nuestros 2.000 d¨®lares de renta por cabeza sigue siendo dato referencial y te¨®rico. Lo fundamental ser¨ªa conocer el grado en que cada clase social participa de dicha renta. Hasta ahora, poco sab¨ªamos sobre ello. Por una parte, se trata de una estad¨ªstica compleja y de dif¨ªcil confecci¨®n; por otra, no es de las que nuestros triunfal¨ªstas organismos tienen gran inter¨¦s en estudiar y menos en divulgar.Acaba de aparecer, sin embrago, un estudio realizado por el economista Malcolm Sawyer que puede considerarse como una notable aportaci¨®n al respecto. se trata de un an¨¢lisis de la repartici¨®n de la renta nacional en diversos pa¨ªses de la OCDE. Ha dividido el conjunto de la poblaci¨®n en diez ecalas, conteniendo cada una de ellas un d¨¦cimo de la misma, y ha calculado el porcentaje de ingresos por todos conceptos (salarios, sueldos, dividendos, beneficios, etc¨¦tera) que percibe cada una de dichas clases, una vez que estos ingresos han sido mermados con los impuestos correpondientes. Esta estas¨ªstica, seg¨²n aparece en la revista Le Nouvel Observateur de 6-9-76, es como sigue: (ver tabla adjunta)
Como puede observarse, Francia es la campeona de la desigualdad en el reparto de los ingresos, o sea, de la injusticia social. A continuaci¨®n viene Espa?a. El coeficiente de desigualdad quiere decir, por ejemplo, que en nuestro pa¨ªs la d¨¦cima parte de la poblaci¨®n de rentas, m¨¢s elevadas gana 19 veces m¨¢s que el d¨¦cimo de m¨¢s bajos ingresos. No constituye ¨¦sto, sin embargo, una gran sorpresa. Las diferencias en nuestro pa¨ªs entre ricos y pobres est¨¢n a la vista, y el sistema fiscal, bastante regresivo.
Muchos economistas y soci¨®logos europeos est¨¢n poniendo en entredicho nuestro desenfrenado y cada vez m¨¢s destructivo crecimiento econ¨®mico. Sicco Mans holt, por ejemplo, desde el punto de vista ecol¨®gico; E. J. Mishan, desde el econ¨®mico (ver su interesante obra ?The costs of Economic Growth?, de la editorial ?Penguin Books?) Ivi¨¢n lllich, bajo un prisma m¨¢s mesi¨¢nico que cient¨ªfico, insiste tambi¨¦n en la deteriorizaci¨®n de la calidad de vida y en el pesado precio que hay que pagar por el progreso. La pregunta, que todos acaban por hacerse es: ?Crecimiento econ¨®mico, ?para qu¨¦??, pero hay que ir mucho m¨¢s profundamente en esta inquisici¨®n. La pregunta clave, hoy, es: ?Crecimiento econ¨®mico, ?para qui¨¦n? ?, porque en el hecho de que el pastel de la econom¨ªa nacional est¨¦ cada vez peor repartido, en detrimento de las clases menos pudientes, reside a la vez la causa y el efecto de este irracional proceso de crecimiento econ¨®mico.
En los pa¨ªses no comunistas el arma de que disponen los gobiernos para lograr una distribuci¨®n de la riqueza m¨¢s acorde con elementales postulados de justicia social es el impuesto. En el caso de nuestro pa¨ªs, una reforma fiscal profunda de la que mucho se habla y muy poco se lleva a cabo tendr¨ªa que ir precedida de estudios sobre los niveles de renta de las distintas clases sociales y para ello, parece fundamental el contenido de la anterior estad¨ªstica. A tal efecto, me ha parecido interesante establecer una distribuci¨®n te¨®rica de los porcentajes de participaci¨®n en la totalidad de los ingresos nacionales de cada una de las diez partes de poblaci¨®n que en la misma figuran. Como desgraciadamente no aparecen en tal estad¨ªstica m¨¢s que los dos escalones extremos, he tenido que confeccionar una curva de ingresos con m¨¦todos que confieso son algo artesanales, pero que no se apartan mucho de las progresiones que pueden considerarse como t¨ªpicas, seg¨²n puede observarse en el siguiente estado:
Partiendo de la renta ?per c¨¢pita? nacional de 2.000 d¨®lares, y de los porcentajes de participaci¨®n en la misma de cada una de las diez clases sociales, tendr¨ªamos el Importe total que cada una de ellas recibe de la renta total. Comparando dichas cifras con las que obtendr¨ªa un pa¨ªs de justicia social media, como Gran Brela?a, nos encontrar¨ªamos con que el 30 por 100 de las clases sociales espa?olas, situadas en los puestos de mayores ingresos, podr¨ªa estar percibiendo 6.580 millones de d¨®lares (casi 400.000 millones de pesetas) m¨¢s que las clases similares de Gran Breta?a. Esto, en pura teor¨ªa fiscal, quiere decir que una reforma cuyo objetivo fuera la atenuaci¨®n de estas ofensivas diferencias en las rentas percibidas, podr¨ªa detraer dicha cifra de los ingresos de las clases superiores en provecho de la comunidad. Y si se tomara como modelo pa¨ªses de gran justicia social, como Holanda o Suecia, los ingresos obtenidos por v¨ªa fiscal superar¨ªan en mucho el importe de nuestro actual presupuesto de ingresos.
Resulta lastimoso ver c¨®mo el dinero que podr¨ªa resolver gran parte de los problemas econ¨®micos del pa¨ªs permanece intocado en los bolsillos de las clases pudientes, cuando, por otra parte, su gravamen no representar¨ªa un quebranto grave. Que sea factible hacer por estas tierras una reforma fiscal ?ad hoc? es ya otro problema. De todos modos, no est¨¢ de m¨¢s reflexionar sobre el hecho de que s¨®lo hay dos maneras de pagar un seguro contra la revoluci¨®n: que las clases superiores sacrifiquen parte de sus ingresos en aras de una mayor justicia social, o que financien los medios de reprimir el descontento de las clases empobrecidas. El segundo es quiz¨¢ m¨¢s barato, pero su eficacia es siempre temporal y suele acabar en tragedia.
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