El ocaso de una estrella
Alfred Hitchcock fue, ya casi desde sus comienzos, uno de los primeros directores-estrella. Anticip¨®, a su modo, el inter¨¦s actual por los realizadores, a pesar de vivir y desarrollar su trabajo en una ¨¦poca caracterizada por los actores y actrices divos.Sin embargo, su modo de hacer, su forma peculiar de mezclar el humor con la aventura, lo c¨®mico y lo tr¨¢gico, hizo de ¨¦l un director Popular en el mejor sentido de la palabra, un artista cuya obra llega por igual a los p¨²blicos m¨¢s diversos.
Hitchcock es un cl¨¢sico hoy, no s¨®lo del cine, sino de la literatura polic¨ªaca, que en su nombre y estilo se apoya a trav¨¦s de buen n¨²mero de colecciones. Como hombre inteligente, ha sabido irse adaptando a las modas sucesivas, manteni¨¦ndose al tiempo siempre fiel a s¨ª mismo, cabeza de una escuela al parecer inagotable. Mas si las es cuelas no se acaban, los a?os no pasan en balde para sus creadores. Lo que en un tiempo fue frescura de ideas, se convierte en veladas reiteraciones; lo que fue terror, suspense, miedo, se hace, al paso de los a?os, intriga complicada, divertida, ironizada.
La trama
Seg¨²n la novela de V¨ªctor Canning. Gui¨®n de Ernest Lehman. Fotograf¨ªa: Leonard J. South. M¨²sica: John Williams. Direcci¨®n: Alfred Hitchcock. Int¨¦rpretes: Karen Black, Bruce Dern, B¨¢rbara Harris, William Devane, Ed Lauter, Cathleen Nesbit, Kalherine Helmond, Warren J. Kemmerlin g, Edith A twater. Gran Breta?a. Color. Comedia polic¨ªaca.Local de estreno: Cine Amaya.
De igual modo que en o Iras artes, en pintura, por ejemplo, el paso de los a?os se manifiesta en perfiles y tonos menos agresivos, m¨¢s atenuados, se dir¨ªa que en cine, en este cine del maestro brit¨¢nico, hecho,, sobre todo, de sospechas, amenazas y cr¨ªmenes, tambi¨¦n el tiempo ha ido limando su agresividad, esquinas y aristas, convirtiendo sus historias en cuentos menos graves, donde la iron¨ªa y tambi¨¦n la malicia se erigen en protagonistas principales. La trama queda a ratos en pura construcci¨®n mec¨¢nica, en un juego interminable, donde las diversas acciones, como los protagonistas, se entrecruzan sin llegar a enriquecerse ni siquiera en el terreno del puro pasatiempo. Por supuesto que Hitchcock sabe a¨²n manejar sus propias claves inventadas por ¨¦l, intrigar hasta cierto punto al espectador, mas cuando ¨¦stas pierden imaginaci¨®n o rigor para hacerse demasiado evidentes, no basta con alguna que otra secuencia afortunada para impedir que su p¨²blico -fiel, a pesar de todo- sienta que algo de su viejo mentor se le escapa de entre las manos.
Tal sucede en esta Family Plot, realizada tras m¨¢s de cincuenta filmes, a la edad en que muchos de los contempor¨¢neos de su creador han muerto o agotaron su obra Hitchcock, en pie, nos narra dos acciones paralelas que coinciden, se alejan, vuelven a juntarse y, al final, concluyen dej¨¢ndonos el beneficio de la duda. No se trata en esta ocasi¨®n de aquella Sombra de una duda, magn¨ªfica y tr¨¢gica, una de sus obras mejores. La duda de hoy nos llega en el gui?o final y c¨®mplice de su protagonista con el que el director, como en esa sombra al trasluz en que le reconocemos, viene a decirnos: ?Estoy vivo a¨²n. Por favor, no se pierdan mi ¨²ltima pel¨ªcula.?
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