Los caminos de la democracia
Largos caminos; duros; llenos de obst¨¢culos; a menudo, dif¨ªcilmente se pod¨ªan atravesar. A pesar de todo, por ellos han avanzado miles de espa?oles, arrastrando detenciones, malos tratos, c¨¢rcel durante a?os y a?os.Hace unos diez a?os (1965-1966) empec¨¦ una investigaci¨®n hist¨®rica que a¨²n sigue su curso. Fui recogiendo materiales para fundamentar la historia de esos caminos hacia la democracia. (Una primera muestra de esa investigaci¨®n la publiqu¨¦ en Par¨ªs en 1969; ahora preparo una reedici¨®n). En cada etapa, el paso del tiempo se encuentra jalonado por millares de represiones. La vida democr¨¢tica de la que hoy empezamos a gozar, est¨¢ construida, principalmente, por esos sacrificios m¨²ltiples. La historia de la oposici¨®n a la dictadura es la historia de esas personas. Esos hombres y mujeres no perdieron la perspectiva del restablecimiento de la democracia.
A pesar de la represi¨®n permanente, la lucha de las fuerzas democr¨¢ticas ha ido progresando; en la ¨²ltima etapa ya consiguen hacer movilizaciones en las que, incluso en las ciudades de segundo orden, masas superiores a las cien mil personas se manifiestan pac¨ªficamente.
Tambi¨¦n en los tiempos m¨¢s recientes, la prensa comienza a jugar un papel decisivo en la difusi¨®n de las ideolog¨ªas democr¨¢ticas. Despu¨¦s de haber estado controlados por la censura durante m¨¢s de treinta a?os, los peri¨®dicos empezaron a dar noticias objetivas y despu¨¦s a publicar numerosas entrevistas con los dirigentes de los partidos pol¨ªticos en la clandestinidad o cuando menos en la ilegalidad; desde hace unos pocos meses en los diarios incluso podemos leer los comunicados de los organismos directivos de la oposici¨®n. De este modo, la prensa - salvo alguna excepci¨®n tiene el honor de haber contribuido a la puesta en marcha de esos movimientos populares en favor de la plena restauraci¨®n de la democracia.
Las personas de quienes empec¨¦ a hablar en 1966 como personas representativas, tambi¨¦n como dirigentes, de la oposici¨®n al r¨¦gimen de Franco, hoy ocupan grandes espacios en la prensa y tienen a su alrededor, directa e indirectamente, a decenas de miles de gentes que les apoyan.
Muchos de esos hombres est¨¢n destinados, de acuerdo con las voluntades mayoritarias, a corto o/y a largo plazo, a ocupar algunos de los puestos de m¨¢xima responsabilidad del Estado democr¨¢tico que tendremos los espa?oles-esperemos que a no tardar-
Por diversas circunstancias -c¨¢rcel suya, exilio m¨ªo, carencia de pasaporte o imposibilidad de coincidir en ciudades extranjeras a la mayor¨ªa de esos dirigentes de la oposici¨®n no los hab¨ªa vuelto a ver en los diez a?os transcurridos. Los encuentros han vuelto a producirse gradualmente en las ¨²ltimas semanas. As¨ª he podido abrazar de nuevo al ?VP? (?viejo profesor?) que es como en aquel tiempo conoc¨ªamos a Tierno Galv¨¢n, a Ra¨²l Morodo y a El¨ªas D¨ªaz, junto a quienes cofund¨¦ en 1966 un partido; los abrazos han sido tambi¨¦n fuertes con Miguel N¨²?ez, Antonio Guti¨¦rrez, Lucio Lobato y S¨¢nchez Montero (esperemos que ni tengan que volver a la c¨¢rcel ni a la clandestinidad); volv¨ª a compartir unos instantes de la militancia de Joan Revent¨®s, y su fina sensibilidad por el socialismo; fui enseguida a saludar a don Cassi¨¢ M. Just, abacide Montserrat; a don Joaqu¨ªn Ruiz Gim¨¦nez, a Jordi Pujol a Jaume Carner, a Ant¨®n Ca?ellas, etc. porque si bien yo no soy cat¨®lico practicante, s¨ª soy creyente en los cristianos progresistas o menos fervientes dem¨®cratas, as¨ª mismo creo en los burgueses que, a su manera y dentro de su horizonte, impulsan el progreso en Espa?a: esos burgueses que, con algunos matices ideol¨®gicos diferentes de los anteriores, tambi¨¦n son Antonio de Senillosa con quien, adem¨¢s, voy a los toros y a comer espaghettis-; Joan B. Cendr¨®s. promotor de la cultura catalana Tr¨ªas Fargas, banquero antimonopolista; Ant¨®n Menchaca, con quien navegu¨¦ diversos rumbos hacia la democracia y a quien todav¨ªa no he podido reencontrar. Tampoco he podido volver a ver a Tamames lo encontr¨¦ en 1970 en La Habana- ya que hab¨ªa ido a ?estructurarse? a Roma con Santiago Carrillo -a quien encuentro, a veces, incluso en la calle por casualidad- y con Camacho -con quien charl¨¦ recientemente en Par¨ªs- Pero no podr¨¦ volver a discutir amistosamente con Dionisio Ridruejo...
Las alegr¨ªas de los reencuentros son grandes; aunque no se sabe. donde empieza la satisfacci¨®n privada y donde el contento pol¨ªtico, esto es: la satisfacci¨®n de haber cumplido con deberes p¨²blicos. En nuestras conversaciones se han planteado, sin embargo, los problem¨¢ticos interrogantes acerca de los trayectos dif¨ªciles por los que falta pasar.
En efecto, s¨ª, podemos asegurar que la sociedad espa?ola se ha de mocratizado. El Estado sigue siendo el de la dictadura franquista aunque a menudo ya no funcione como tal. Es preciso, urgente, acabar de liquidar esa forma estatal neomedieval, parateocr¨¢tica y ultrapersonalizada en un hombre que ya no existe. La pol¨ªtica no es una metempsicosis, es decir: los franquistas que quieren seguir si¨¦ndolo no pueden basar su acci¨®n pol¨ªtica en una especie de transmigraci¨®n del ?alma? de quien,se fue al otro mundo hacia sus personas.
En buena parte ha empezado a abandonarse la arbitrariedad jur¨ªdica -el ?F¨¹hrerprinzip? hitleriano, la voluntad del jefe- con la que se reg¨ªa el franquismo; en la actualidad avanzamos hacia una nueva legalidad basada en la legitimidad de. la soberan¨ªa popular libremente expresada a trav¨¦s de todos los partidos. Pero todav¨ªa no hemos consolidado ni siquiera los pre¨¢mbulos de esa nueva legalidad. Hoy nos encontramos en una grave inestabilidad jur¨ªdica, que tal vez podr¨ªa ser destrozada por alg¨²n golpe de la antigua arbitrariedad. Pero ese fen¨®meno no tiene ning¨²n porvenir.
Lo cierto es que la vida democr¨¢tica de la que empezamos a disfrutar, la libertad que nos dinamiza la pluma a la hora de escribir en los papeles p¨²blicos, no se apoya resueltamente en una nueva ordenaci¨®n jur¨ªdica de conjunto Por ejemplo, la libertad de prensa podr¨ªa acabarse de la noche a la ma?ana, si al Gobierno llegaran otros pol¨ªticos menos tolerantes que los actuales. Pero no podemos seguir viviendo en r¨¦gimen de tolerancia.
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