Burgueses inteligentes y revolucionarios realistas
Andemos con much¨ªsimo cuidado: la ultraderecha est¨¢ lejos de haberse resignado al cambio. No han desarmado -nunca mejor empleado este verbo-, ni much¨ªsimo menos. La ultraderecha todav¨ªa tiene bazas que jugar. Aunque me gustar¨ªa equivocarme en la previsi¨®n, pienso que la ultraderecha seguir¨¢ provocando algunos des¨®rdenes.
Con ese fin, si lo cree necesario, es capaz de disfrazarse, incluso, de ultra-izquierdista. Por ello hay que observar con mucha atenci¨®n, no sea que el ?oto?o caliente?, que casi todos esperan rojo, incluya factores contrarios, hasta la violenta ducha helada que nos deje morados o simplemente azules, quiz¨¢.La esperanza de que todo siga sucediendo lo m¨¢s pac¨ªficamente posible -las posibilidades son grandes-, la depositamos en los revolucionarios realistas y en los burgueses inteligentes. Entre ambas corrientes forman hoy la mayor¨ªa del pa¨ªs. Entre los dirigentes de la izquierda son numerosos los hombres sensatos, aunque no renuncien -y hacen bien- a sus impulsos ut¨®picos, esto es, a los deseos y proyectos a largo plazo, a la transformaci¨®n m¨¢s profunda de la sociedad. Entre los dirigentes de la derecha civilizada y del centro, son tambi¨¦n muchos los hombres que, sin perder sus caracter¨ªsticas concepciones burguesas, son sensibles a la necesidad del progreso.
Burgueses inteligentes
La ultraderecha espa?ola es una de las que m¨¢s exhibe en el mundo su herm¨¦tica cerraz¨®n mental. Pero yo conozco a diversos burgueses espa?oles de brillante inteligencia. No voy a citar nombres, la relaci¨®n ocupar¨ªa demasiado espacio de este art¨ªculo. A algunos de estos burgueses ya los cit¨¦ en el primer art¨ªculo de esta serie. En Madrid, en el Pa¨ªs Vasco, en Galicia, en Valencia, en Mallorca y, sobre todo, en Catalu?a sostengo relaciones con burgueses que son creadoramente europeos. Nada tienen que ver con el bunker, nada con el fascismo ni con el integrismo.
Son personas que leen, se preocupan constantemente por la cultura: por los avances de las ciencias, por las manifestaciones art¨ªsticas, no s¨®lo en el plano coterr¨¢neo, sino en el ¨¢mbito internacional. Su amor por la cultura les lleva a financiar editoriales -tambi¨¦n publican libros marxistas- que durante largos a?os no hacen m¨¢s que perder dinero.
Si practican la religi¨®n, la viven serenamente, sin agresividad para los dem¨¢s. (Desde los tiempos de las querellas entre cristianos, moros y jud¨ªos, Espa?a es uno de los pa¨ªses en el que lo religioso se vive de manera m¨¢s agresiva.) La religi¨®n, para esos hombres, es algo muy ¨ªntimo, lejos de las pompas medievales.
Si en sus empresas se plantean conflictos, no llaman a la polic¨ªa, negocian con los representantes de los trabajadores. Son contrarios a la perduraci¨®n de los viejos m¨¦todos represivos. Saben con certeza que el verdadero progreso social -esto es: de todos los miembros de la sociedad- no puede cimentarse m¨¢s que haci¨¦ndose concesiones: los diferentes bloques de clases deben ceder, unos y otros, una parte de sus intereses econ¨®micos o/y pol¨ªticos.
Revolucionarios realistas
Eso mismo es lo que saben perfectamente los revolucionarios realistas. Esto es, que los cambios no se consiguen de golpe ni con enfrentamientos simplistas. En toda transformaci¨®n social es necesaria una forma u otra de alianza de clases. Por supuesto, la alianza se dirige contra los intereses de otro conglomerado pol¨ªtico o clasista. Pero a menos que se crea posible -es una posibilidad muy dif¨ªcil- la liquidaci¨®n total del bloque antag¨®nico, se acaba negociando con ¨¦l. A¨²n dentro de considerables rupturas, se establecen compromisos evidentes. Adem¨¢s, despu¨¦s del momento hist¨®rico de las rupturas, no suele tardar en producirse un nuevo sistema de alianzas, que puede atemperar el ritmo de las sucesivas transformaciones. Dicho con otras palabras: se inicia otra etapa en la que ya se hacen distintas combinaciones entre las conquistas de tipo pol¨ªtico, y las concesiones econ¨®micas. En cualquier caso, pretender obtener -sea el bloque social que sea- en las negociaciones el cien por cien de lo que se plantea, es la ?mejor? manera de que una situaci¨®n se anquilose, sin cambios en un sentido ni en otro, creando una circunstancia social podrida. Los cambios -o la falta de cambios- al cien por cien, no ocurren m¨¢s que en los libros de aventuras y en las imaginaciones delirantes.
Lo l¨®gico en la izquierda es hacer los planes del futuro, sobre una sociedad extraordinariamente mejor, sin injusticias econ¨®mico-sociales. Personalmente estoy muy a favor del poder creador de la utop¨ªa -tambi¨¦n est¨¢n a favor de ello hombres de centro-izquierda, como Joaqu¨ªn Ru¨ªz-Gimenez. Pero pienso que no deben confundirse los ritmos de elaboraci¨®n ut¨®pica, porque ello puede producir efectos gravemente destructivos. Las utop¨ªas acaban cumpli¨¦ndose, en uno o en otro grado: unas al cabo de un a?o, otras al cabo de cinco, otras al cabo de diez, otras -las m¨¢s ambiciosas- en el horizonte de los veinte o m¨¢s a?os.
Pero, insisto, no debe confundirse el orden de prioridad de los cambios, ni tampoco el orden de posibilidad de las transformaciones. De otro modo, si se cae en confusiones, en vez de llegar a las utop¨ªas, se acaba en la cat¨¢strofe.
La sociedad y el Estado: La necesidad de la confluencia
Que el Estado se organice en l¨®gica correspondencia con la sociedad es lo que pretenden los burgueses inteligentes y los revolucionarlos realistas. Establecer la coherencia socio-pol¨ªtica en un pa¨ªs dominado por tendencias incoherentes.
En los ¨²ltimos tiempos tengo la costumbre de decir a mis amigos de la derecha civilizada y de la izquierda civilizadora: estamos haciendo la revoluci¨®n burguesa. Aunque a veces ellos creen descubrir en esa frase m¨ªa un cierto aire ir¨®nico, la verdad es que creo profundamente lo que digo. Si es cierto que nuestro pa¨ªs es una sociedad con un modo de producci¨®n capitalista, el Estado espa?ol todav¨ªa no es el Estado liberal burgu¨¦s t¨ªpico del capitalismo europeo altamente desarrollado en las naciones que nos rodean.
Con unos doscientos a?os de retraso, nosotros estamos haciendo algo parecido a la revoluci¨®n francesa de 1789. Con la desventaja de que nuestro sistema democr¨¢tico ser¨¢ una ?flor? tard¨ªa en el panorama europeo. Con la ventaja de que hoy por hoy conseguimos que los cambios se hagan pac¨ªficamente.
En contra del bunker -una palabra que no siempre me parece realista, porque si es verdad que la ultraderecha es minoritaria, est¨¢ lejos de encontrarse limitada a las casamatas del aparato represivo-, en contra de ese bunquer m¨¢s amplio de lo que algunos han imaginado, los burgueses inteligentes y los revolucionarios realistas han creado una fuerte uni¨®n, un bloque de intereses comunes. Entre las fuerzas democr¨¢ticas nadie quiere que los conflictos se prolonguen en batallas, menos que nadie, el pueblo espa?ol que las alienta. Pero todos exigen que los cambios se concreten sin tardanza.
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