Los derechos del hombre
El rastro del dinero, y en concreto de un cheque no demasiado claro, llev¨® hace ahora cuatro a?os a dos periodistas hasta las mismas puertas de la Casa Blanca. Se llamaban Cart Berstein y Bob Woodward. El primero mueve el mundo y, por tanto, la pol¨ªtica que en el caso Watergate, fue emergiendo de la oscuridad hasta convertir un hallazgo sin importancia en una de las mayores crisis de la historia moderna de Am¨¦rica. Basado en el libro escrito m¨¢s tarde por la hoy c¨¦lebre pareja, se contaba con dos opciones a la hora de realizarlo: narrar la peripecia en s¨ª, las investigaciones previas hasta el momento en que la crisis estalla o explicar al p¨²blico el c¨®mo, cu¨¢ndo y por qu¨¦ de tal crisis, sobre todo en sus implicaciones pol¨ªticas. Se ha preferido la primera y no se adivina bien si por m¨¢s interesante desde el punto de vista anecd¨®tico o porque las consecuencias pol¨ªticas del caso son bien conocidas de todos, tras la defensa cerrada del presidente en un principio, el abandono de sus colaboradores y su posterior defenestraci¨®n definitiva. De todas formas, en el filme se dice, aunque s¨®lo sea de palabra, pero muy claramente, qui¨¦nes son los implicados, desde abogados desconocidos hasta el mismo Nixon.Alan J. Pakula ha realizado as¨ª una pel¨ªcula sobre la profesi¨®n period¨ªstica, la libertad de prensa y en definitiva, sobre los pa¨ªses que la permiten con todas sus consecuencias, en este caso evidentes. Ha reducido la vida de los dos protagonistas a lo puramente profesional hasta tal punto que cuanto de ellos llegamos a saber, s¨®lo se relaciona con el caso que se hallan investigando. Su hogar es su redacci¨®n de la que viene a ser prolongaci¨®n ese cuarto que a veces se nos muestra.
Seg¨²n el libro de Carl Berstein y Bob Woodward; Gui¨®n, William Goldman
?M¨²sica, David Shire. Direcci¨®n, Alan J. Pakula. Int¨¦rpretes: Robert Redford, Dustin Hoffman, Jack Warden, Martin Balsam, Hal Holbrook, Jason Robards. Dram¨¢tica, color, EE. UU. 1976. Locales de estreno: R¨ªalto y Fantasio.
Para algunos, su labor supondr¨¢ una condena del mal uso del poder, para otros, una denuncia de ese mismo poder aliado a las modernas t¨¦cnicas de espionaje m¨¢s o menos aceptadas en nuestros actuales medios sociales. Estamos lejos de los t¨ªpicos filmes de reporteros, con sus conflictos banales y sus fingidos desenlaces. Aqu¨ª se trata de un filme documento, un medido mosaico de im¨¢genes, tal vez en ocasiones demasiado prolijo para el espectador medio no americano, pero al que su historia, m¨¢s o menos aut¨¦ntica, llevar¨¢ a recordar c¨®mo en ocasiones la vida imita al arte. Tal sucede con personajes como el de las citas en el aparcamiento, fundamental en la historia verdadera, m¨¢s a¨²n que la pareja de los protagonistas, secretarios, contables y multitud de hallazgos casuales que se dir¨ªa elementos de ficci¨®n y sin embargo vivieron y ocurrieron tal como se nos cuenta, episodios de nuestro mundo actual cuyo porvenir pone en juego cada d¨ªa el orgullo, la ambici¨®n del poder, las condiciones econ¨®micas y sus inevitables consecuencias pol¨ªticas.
Este modo de poner en pie una historia que por suceder en el pa¨ªs donde sucedi¨®, a todos en alguna medida nos ata?e, viene a ser una especie de reconstruido reportaje. Costoso reportaje de ocho millones de d¨®Iares en los que van incluidos, como partida fundamental, los destinados a reconstruir en Hollywood la redacci¨®n del Washington Post donde gran parte de la acci¨®n sucede. Es probable que ?Todos, los hombres del Presidente" resulte una buena inversi¨®n, aunque en pa¨ªses lejanos al mecanismo pol¨ªtico de los Estados Unidos, nombres, cifras y sobornos lleguen a abrumar, como el acoso de los reporteros a informadores y testigos, pero ,al p¨²blico de cualquier latitud ser¨¢ f¨¢cil referirlos a listas de nombres, sobornos y t¨¦cnicas similares llevadas a cabo en el suyo propio. De todos modos, al margen o a favor de la pel¨ªcula, el film de Pakula est¨¢ muy bien interpretado por Robert Redford y Dustin Hoffman, que se esfuerzan por evitar todo posible vedetismo y a¨²n m¨¢s por Jason Robards en el papel del director del peri¨®dico, otro personaje clave no del todo definido en el filme. La narraci¨®n se muestra s¨®lida, ayudada por una m¨²sica y una fotograf¨ªa, sobre todo, excelentes que centran la acci¨®n en la medida y tono exacto como sus personajes, sin dIscursos ni di¨¢logos, ajenos al relato. Tambi¨¦n resultan de gran eficacia los insertos documentales en los que la televisi¨®n aparece unas veces como elemento de informaci¨®n y otras como eficaz contraste en este filme en el que, sutilezas aparte, y pensando en p¨²blicos que desconocen gran parte de las libertades a que se refiere, se nos viene a recordar c¨®mo el periodismo a¨²n hoy, por encima de condicionamientos de toda ¨ªndole, es capaz de influir en el destino de un pa¨ªs, es decir, en los derechos fundamentales de los hombres.
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