Andr¨¦s V¨¢zquez: hilo directo con la gloria
Andr¨¦s V¨¢zquez brind¨® su toro a Antonio Bienvenida. Desde el centro del ruedo dirigi¨® la montera al cielo, luego inclin¨® la cabeza en una oraci¨®n fugaz. Hasta entonces hab¨ªa hecho lo m¨¢s torero de la tarde: unas ver¨®nicas primorosas de pies juntos, otras hondas, con la suerte cargada; dos medias ver¨®nicas que levantaron clamores; un excelente quite por navarras, arte y gracia, rematado con una serpentina. Pero ni nosotros, ni nadie, quiz¨¢ ni Andr¨¦s mismo, pod¨ªamos sospechar lo que vendr¨ªa despu¨¦s. Empez¨® con ayudados por alto, sigui¨® con derechazos. Pase a pase, lentamente, majestuosamente, fue desgranando una de las faenas m¨¢s grandes que: hayan podido verse jam¨¢s en la plaza de Madrid. Fue la faena de la naturalidad y de la variedad. Pero, tambi¨¦n, algo m¨¢s que toreo, con ser puro aquel toreo. Se dir¨ªa que Andr¨¦s V¨¢zquez hab¨ªa conectado directamente con la gloria y el maestro inolvidable le insuflaba desde su inmortalidad el arte, y hasta quiz¨¢ la t¨¦cnica, y le dictaba apostura, aplomo, terrenos, suertes, remates.Redonde¨® un todo antol¨®gico. Toro y torero fundidos en una sola imagen, mexplicables el uno sin el otro, complementados en esa paradoja constante de arte y muerte que, es la lidia. Y as¨ª como variaban los estados del toro, sus pies, su fuerza, el ritmo de su embestida, asi variaba Andr¨¦s las suertes. Y de esta forma surg¨ªa el derechazo de tanto temple: que casi era caricia; el natural hondo, con el toro materialmente liado ala cintura; y el de pecho, apenas insinuado, pero que llevada la tela al hombro contrario, obligaba a que el animal pasara, a mil¨ªmetros del pecho, de cabeza a rabo; y los molinetes, los afarolados, los pases de la firma, los trincherazos, Ios recortes. El p¨²blico segu¨ªa aquel prodigio con ol¨¦s estruendosos y con silencios profundos. Era el silencio del asombro porque apenas acert¨¢bamos a asimilar la magnitud de cuanto suced¨ªa en el ruedo. Pero el torero, en la soledad de su obra, se crec¨ªa en su inspiraci¨®n. Y cuando ya parec¨ªa que nada quedaba por hacer vinieron los ayudados por bajo a dos manos y tras ellos, el dominio absoluto sobre la fiera, a la que tra¨ªa y llevaba embebida en la muleta, la hac¨ªa trenzar arabescos en torno a su figura, la obligaba a pasar, a humillar, al solo imperativo de su mu?eca. El gent¨ªo en pie, el estruendo de los aplausos, sombreros, flamear de pa?uelos, la plaza toda rompi¨® en gritos de ?? torero, torero, torero! ?. Era el delirio. Andr¨¦s V¨¢zquez consumaba la faena de su vida, seguramente sin saberlo, seguramente sin pretenderlo, porque el toreo, como todo en arte, alcanza el grado de lo sublime cuando el genio desborda los l¨ªmites de la voluntad; una faena magistral, m¨¢s en conjunto que en los detalles, sin parang¨®n posible con ninguna otra, si no es con las mejores entre las mejores del propio Antonio Bienvenida.
Con el tiempo desapacible y buena entrada se celebr¨® el domingo en Las Ventas el
festival homenaje a Antonio Bienvenida, en el que obtuvo un triunfo memorable Andr¨¦s V¨¢zquez. El resultado art¨ªstico fue el siguientes: Alvaro Domecq, dos orejas; Julio Aparicio, oreja; Litri, oreja: Manolo V¨¢zquez, ovaci¨®n y saludos, Chamaco, aplausos y saludos, Diego Puerta, gran ovaci¨®n y saludos; Andr¨¦s V¨¢zquez, dos orejas. Pedro Somolinos, palmas y saludos. Las reses fueron, por este orden, de las siguientes ganader¨ªas: Marqu¨¦s de Domecq, Los Campillones, Carlos N¨²?ez, Joaqu¨ªn Buend¨ªa, Los Campillones, Juan Pedro Domecq, Mart¨ªn Berrocal y El Pizarral. Muy nobles los de N¨²?ez y Berrocal, con casta el de Buend¨ªa.En la lidia del primero fue cogido aparatosamente el banderillero M¨¢ximo Gonz¨¢lez, quien sufre conmoci¨®n cerebral y contusiones de pron¨®stico reservado. El premio Mayte, institu¨ªdo para el triunfador del festival, fue concedido a Andr¨¦s V¨¢zquez, quien sali¨® a hombros por la puerta grande.
El festival hasta entonces -y despu¨¦s de entonces-, hab¨ªa sido grato, a excepci¨®n de la cogida espeluznante de M¨¢ximo Gonz¨¢lez, a quien el toro, al rematar en un burladero y hacer saltar las tablas, le sac¨® por el vientre y le tir¨® cornadas bestiales, zarande¨¢ndole como un pelele. Domecq hab¨ªa estado bien con aquella fiera; Aparici¨® exhibi¨® una t¨¦cnica perfecta y sus rasgos indiscutibles de torero de clase; Litri dio el litrazo; Manolo V¨¢zquez dibuj¨® dos ver¨®nicas y dos chicuelinas, mas como su toro Reg¨® crecido a la muleta y -?os¨²!- se quedaba corto, abrevi¨®; Chamaco, pinturero; Puerta arranc¨® ovaciones con el capote pero su enemigo se qued¨® sin picar, descompuesto, y lo despach¨® pronto; aunque el de Somol¨ªnos era reserv¨®n, el novillero pudo dejar constancia de su estilo; hubo buena brega y dos sensacionales pares de banderillas de Luis Gonz¨¢lez, que la afici¨®n aclam¨®.
Mucho p¨²blico, pese al d¨ªa infame de lluvia y fr¨ªo, se congreg¨® en Las Ventas para rendir homenaje al inolvidable Antonio Bienvenida, y reconciliarse con el toreo a trav¨¦s de la t¨¦cnica y la personalidad de quienes fueron figuras indiscutibles no hace muchos a?os. Pero nadie hab¨ªa podido imaginar que el maestro inmortal, desde la gloria, transmitir¨ªa el legado de su magisterio al se?or de Villalpando, que tantas veces le acompa?¨® en los ruedos. Si yo creyera en milagros, dir¨ªa que ¨¦se fue el milagro.
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