La reflexi¨®n del viejo liberal
Es in¨²til: estoy dispuesto a sostener, hasta mi ¨²ltimo aliento, que Bertrand Russell fue uno de los hombres m¨¢s estupendos que han pisado la tierra este siglo. Nada me desviar¨¢ de esta convicci¨®n: ni una filosof¨ªa que acierta en lo demasiado simple y con facilidad se pierde en lo complejo, ni una fastidiosa superficialidad que se reclama del imposible sentido com¨²n, ni una visi¨®n pol¨ªtica propia de una merienda campestre de catedr¨¢ticos, ni su propensi¨®n a buscar caminos demasiado vecinales hacia la felicidad. Russell se apoya en todo lo que le hace insostenible. Su gracia reside en que prob¨® con su vida y su verbo la incompatibilidad radical -y, dig¨¢moslo de inmediato, feliz incompatibilidad- del ideal ilustrado con este mundo contempor¨¢neo que todav¨ªa lo glorifica en cierto modo. Su caso es algo a como la ?Dial¨¦ctica de la llustraci¨®n?, pero vivida a nivel del entendimiento, sin llegar a la raz¨®n. Bertrand Russell no fue un rezagado del positivismo decimon¨®nico como podr¨ªa desprenderse de una lectura fragmentaria de su obra, sino el ¨²ltimo ilustrado dieciochesco: dentro de un aristocr¨¢tico-se?or¨ªo de mujeres y aventuras p¨²blicas, se guardaban bru?idas y sin polvo la iron¨ªa de Voltaire, l'esprit ge¨®metrique de D'Alambert y o enciclopedismo regeneracionista de Diderot. Nada le falta, ni la correspondencia generosa en recomendaciones y mutuas expresiones de respeto con los grandes de este mundo, ni la virtud animosamente panfletaria del articulillo que convoca la celebridad y el destierro. Y por supuesto, la consideraci¨®n esencialmente moral de la pol¨ªtica, la estampa del intelectual como voz de los que no la tienen, como gran protestante de los pagar¨¦s sin fondos que extiende diariamente el poder a los amantes de la libertad, el bienestar y la paz. Las limitaciones de lord Russell fueran tambi¨¦n las de la Ilustraci¨®n: cientifismo pedestre, incapacidad de reconocer que el hombre est¨¢ tan oprimido por el orden de la raz¨®n como por el oscurantismo -¨¦ste no es m¨¢s que la cara indocta de aqu¨¦l- y ceguera ante los concretos condicionamientos alienadores del trabajo industrial, sin la efectiva emancipaci¨®n, del cual toda moral pol¨ªtica no es sino burla del dolor y toda cultura, remedo de la libertad.Pero fue grande, os lo repito, como los grandes ilustrados, corno e imp¨ªo Voltaire, como el sensual Diderot. Tuvo el coraje de la raz¨®n y la pasi¨®n de la vida. Supo que la inteligencia debe ser, ante todo un ¨¢nimo recto, no una c¨¢bala o una herramienta; prefiri¨® equivocarse y contradecirse mil veces a esquivar el bulto all¨ª donde lat¨ªa lo urgente, el conflicto. No pact¨® con la beocia labor ?serena y callada? de quienes fingen suponer que la cultura est¨¢ en las universidades como los enfermos en la UVI, aunque en verdad no ignoran que se parece m¨¢s bien al loco en su jaula o al obrero en su cadena de ciego montaje. Sali¨® a la calle, encabez¨® la manifestaci¨®n, se sent¨® en la calzada junto con los que obstru¨ªan pac¨ªfica, pero tenazmente, el tr¨¢fico de lo que no va a ning¨²n lado, peg¨® proclamas en los muros de edificios beatificados por la rutina... En este pa¨ªs en el que tan frecuentemente se cultiva el liberalismo como forma de inanidad espiritual, suena con agudeza inmediata la reflexi¨®n del viejo liberal cuando fund¨® el tribunal que lleva su nombre contra los cr¨ªmenes de guerra en Vietnam: ?Un esp¨ªritu amplio no es Io mismo que un esp¨ªritu vac¨ªo.?
Retratos de memoria de Bertrand Russell
Alianza Editotial. Madrid,1976
Se reeditan ahora en edici¨®n de bolsillo una colecci¨®n de textos breves de diferente alcance: notas autobiogr¨¢ficas, certeros retratos de pensadores, literatos y pol¨ªtico, brit¨¢nicos que conoci¨® en su larga vida y numerosos apuntes sobre cuestiones filos¨®ficas, estil¨ªsticas o ¨¦ticas, parte venial, pero significativa de un magisterio antidogm¨¢tico que ocupa setenta a?os de cultura europea. Me parece particularmente entra?able su caracterizaci¨®n de Joseph Conrad, con quien le uni¨® una gran amistad. La acaba con unas l¨ªneas que quienes le amamos no dudamos en aplicarle a ¨¦l mismo: ?Su nobleza intensa y apasionada brilla en mi memoria como una estrella vista desde el Fondo de un pozo.?
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