?La era vicepresidencialista?
El presidente Ford posee un extra?o r¨¦cord, ¨²nico en la historia pol¨ªtica americana: haber sido vicepresidente y presidente accidental. Alcanz¨® ambos cargos sin elecci¨®n previa; el primero, por ?renuncia? del vicepresidente Agnew y el segundo, por ?dimisi¨®n? del presidente Nixon.La Constituci¨®n prev¨¦ la figura del vicepresidente para cubrir vacantes producidas en la primera magistratura-, para tal fin ha sido concebido este puesto escaso de poder y lleno de posibilidades, posibilidades que radican en la sustituci¨®n accidental, o sucesi¨®n normal mediante elecci¨®n. En otro caso el cargo ?no vale la pena?, como reconoci¨® un vicepresidente de F. D. Roosevelt.
Esta excepcional circunstancia de Ford, la sucesi¨®n continuada de vicepresidentes al frente del ejecutivo y la escasa talla demostrada por todos ellos como hombres de Estado y aun de gobierno implica un triste presagio: que Am¨¦rica ha entrado en la era del vicepresidencialismo.
Asesinado John F. Kennedy, le sucede ?accidentalmente? Lyndon B. Johnson, a quien sigue no ya un vicepresidente, sino un ex vicepresidente: Ricard Nixon. Creo que Nixon fue un presidente accidental, puesto que para llegar a la Casa Blanca fue necesaria la muerte de dos hermanos Kennedy y la renuncia del tercero. Es inconcebible que con la presencia de los Kennedy en la escena pol¨ªtica haya sido posible lo que Jarnes Reston llam¨® ?resurrecci¨®n de Nixon?. Incluso las encuestas de opini¨®n inmediatas a la elecci¨®n de 1968 avalan esta hip¨®tesis: de haberse presentado E. Kennedy formando tandem con H. Humprhey, Nixon saldr¨ªa derrotado.
Las elecciones del a?o 68 ofrecieron un espect¨¢culo in¨¦dito: la lucha del vicepresidente contra el ex vicepresidente. Los electores se inclinaron por el pasado, y en 1972 prefirieron lo malo conocido a la inc¨®gnita que supon¨ªa McGovern; en el primer caso, en busca de mayor seguridad,y en el segundo, para evitar riesgos.
Ateni¨¦ndonos a los hechos y contemplando los acontecimientos a posteriori, todo hace prever que, despu¨¦s del triunfo de Nixon, las posibilidades de Agnew eran ¨®ptimas, incluso una revista de primera l¨ªnea (Time, 20 de noviembre del a?o 72), profetizaba a toda plana: ?Y ahora, aqu¨ª est¨¢ Spiro para el a?o 76.?
Watergate lo alter¨® todo y el problema se plantea de nuevo en 1976. En la presente situaci¨®n, Am¨¦rica y el mundo occidental necesitan m¨¢s que nunca un presidente con iniciativa e ideas que permitan hacer frente, con decis i¨®n y sabidur¨ªa, a los nuevos, permanentes y complejos problemas que sucesivamente se ir¨¢n planteando en el mundo que se nos avecina. Ante esta perspectiva la opci¨®n es Ford y la alternativa es Carter.
A Ford se le ha querido comparar primero con Truman, lo que es absurdo; tambi¨¦n con Einsenhower, lo que resulta pintoresco. Per, el argumento aportado por Davio Einsenhower, nieto del general ( yerno de Nixon) es ingenioso en extremo: ?Al igual que los votante americanos asociaron en 1952 a Einsenhower al abuelo querido, respetado, asociar¨¢n a Ford a la figura del t¨ªo de confianza?; en consecuencia, el ¨¦xito electoral est¨¢ asegurado. Imagino a Art Buch wald escribiendo la parodia correspondiente en la que David Einsenhower presenta su candidatura como yerno y / o nieto-presidente id¨¦al. Sin embargo, es necesario reconocer que, aunque sus respectivos ?curriculum? son bien distintos, existen similitudes evidentes entre el general-presidente y el vicepresidente-presidente, por ejemplo, el comportamiento de ambos hacia el Tribunal Supremo el primero contra Warren, cuya designaci¨®n lleg¨® a calificar de su ?gran error?, y el segundo contra el juez Douglas, hasta proponer incluso el impeachment; en ambos casos por id¨¦nticos motivos: de. masiado liberales. En id¨¦ntica l¨ªnea consta su escasa visi¨®n de. mundo que les ha tocado vivir a cada uno. Einsenhower, al final de su mandato, se lamentaba de que ?algo sucede en esta Am¨¦rica que no alcanza a comprender?; al tiempo que Ford, en los primeros d¨ªas de su mandato, declar¨®: ?Algo no funciona bien en Estados Unidos.? Reconocen la existencia de un problema, pero no son capaces de interpretarlo ni encuentran soluciones adecuadas.
Al analizar en conjunto, y comparativamente, lo que venimos llamando era vicepresidencia lista es f¨¢cil comprobar c¨®mo la imagen del sistema que representan y la vigencia de los valores que aseguraban defender se han deteriorado en el interior y en el exterior; con Johnson la credibilidad, con Nixon el respeto a la ley, con Ford el sentido de la justicia. La ?gran sociedad?, la ?ley y orden?, la ?honestidad? desembocaron en la indiferencia y apat¨ªa internas, mientras que en el plano internacional Norteam¨¦rica pas¨® de ser primero entre iguales a igual entre primeros.
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