Cine sovi¨¦tico de ayer
La balada del soldado.Gui¨®n, Valentin Ejov. Fotograf¨ªa, VIadimir Nicolaiev y Era Savelieva. Int¨¦rpretes, Vladimir Ivachov, Jeanette Prokhorenko, A. Maximova, N. Koutchov, E. Ourbanski. Direcci¨®n, Grigori Tchoukrai. URSS. Dram¨¢tico.1960. Blanco y negro. Local de estreno, Alexandra.
Con la muerte de Stalin para quien el artista venia a ser un ingeniero de almas al que deb¨ªa estar vedado mostrar cualquier aspecto negativo de la vida, discutir o emitir dudas simplemente, el cine sovi¨¦tico y ciertos aspectos de la cultura en general comenzaron a sentir los efectos del famoso deshielo al que llia Eremburg alud¨ªa en su no menos conocida novela. Entre los que reflejan en sus filmes las consecuencias de esta nueva orientaci¨®n se halla el autor de La balada del soldado, Grigori Tchoukrai, que por entonces realiza su primer largometraje titulado El cuarenta y uno. Sobre el relato ya cl¨¢sico de Laureniev, narraba la historia de un amor entre dos enemigos aparentes: una muchacha combatiente en el ej¨¦rcito rojo y un oficial ruso blanco al que hace prisionero. Los personajes aparec¨ªan tratados en profundidad, gran novedad entonces, por encima de esquemas obligados sobre todo en el caso del oficial al que s¨®lo al final su compa?era daba muerte, poniendo por encima del amor los intereses de la guerra y del partido en definitiva. Cuatro a?os m¨¢s tarde, el mismo Tchoukrai obten¨ªa el gran premio del festival de Mosc¨² con su Cielo limpio, ataque claro y directo a la ¨¦poca stalinista en el que un aviador ca¨ªdo en desgracia quedaba al margen de la sociedad, hasta que el deshielo y los nuevos tiempos ven¨ªan a devolverle el honor y el tiempo perdido. M¨¢s tarde y fiel a su tem¨¢tica en la que la guerra parece hallarse siempre presente, realiza esta balada que nos llega ahora, en la que la exaltaci¨®n de los valores del soldado se halla muy por encima de los filmes de guerra contempor¨¢neos. Premiada en Cannes, como cierto tipo de cine sovi¨¦tico aparecido por entonces, lleva en s¨ª una muy clara carga de romanticismo en su modo de afrontar las escenas fundamentales en su visi¨®n del amor ideal y casto y en el modo, de mostrarnos la guerra a trav¨¦s de la aventura de un soldado adolescente. A¨²n discurriendo por los cauces habituales de bondad universal de los que s¨®lo una casada infiel escapa en brazos de otro hombre, mientras su marido lucha en el frente, los protagonistas, c¨®mo en los filmes anteriores de Tchoukrai, consiguen huir a su vez de los t¨®picos habituales a pesar de su psicolog¨ªa elemental a veces. El largo viaje al encuentro de la madre va nutriendo el relato de personajes secundarios que resultan lo m¨¢s vivo de la obra precisamente porque tratados al paso, s¨®lo un gesto o una an¨¦cdota bastan para caracterizarlos.
Amor, humor y caracteres vienen dados en la clave tradicional del arte ruso, de sus escritores m¨¢s conocidos entre nosotros antes y despu¨¦s de Chejov. As¨ª su desenlace en el que los cuatro d¨ªas de permiso del soldado quedar¨¢n reducidos a unos instantes, as¨ª la visi¨®n completa de la guerra y sus desastres el humor de los soldados, la frustraci¨®n de los heridos o el afan paternal de los oficiales. Quiz¨¢ la guerra, al igual que la vida, resulte del color del prisma con que se mira o con que se sufre, pero la de este joven soldado viene a ser, a pesar de su miseria y sus horrores, una postrera guerra rom¨¢ntica si se la compara con Paisa por ejemplo, mucho m¨¢s viva hoy a pesar de los a?os. Quiz¨¢ la diferencia estribe en que Rosellini era -al menos por entonces-, un intelectual fr¨ªo en apariencia pero tremendamente l¨²cido, en tanto que Tchoukrai es un buen narrador, un poeta con experiencias personales cuya visi¨®n del mundo no rebasa las claves de una ¨¦poca.
Babelia
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