Lo legal, lo leg¨ªtimo y lo real
La clase pol¨ªtica espa?ola se debate hoy en un delicado, y en cierto modo bizantino, circulo vicioso. El Gobierno acusa a la llamada oposici¨®n de no ser leg¨ªtima, puesto que nunca ha sido sancionada por el voto popular. La oposici¨®n r¨¦plica con id¨¦ntico argumento. Ambas partes -en el mejor de los casos- denuncian la falta de legitimidad del adversario. Ahora bien, la ciencia pol¨ªtica se ocupa ante todo del poder; se ocupa del poder en general y no s¨®lo del poder leg¨ªtimo; se ocupa del poder en sus m¨²ltiples proyecciones, y no s¨®lo de una instituci¨®n particular llamada Estado. En cuyo caso lo que procede es clarificar la estructura del poder real, el conjunto de poderes reales que est¨¢n en juego y que tienen vigencia actual. Dentro de este contexto, cabr¨ªa recoger una distinci¨®n de Friedrich y sugerir que si el Gobierno actual no es leg¨ªtimo, como m¨ªnimo es legal, puesto que se apoya en una legislaci¨®n positiva vigente, la cual -al menos oficialmente- no ha sido derogada. Al Gobierno le asistir¨ªa entonces un poder legal, en tanto que a la oposici¨®n le asistir¨ªa un poder moral. Planteadas as¨ª las cosas se tratar¨ªa de que el pr¨®ximo Gobierno y el pr¨®ximo Parlamento fueran a la vez legales y leg¨ªtimos.Pero si esta es la cuesti¨®n primera, no es la cuesti¨®n ¨²nica, y, en cierto modo, no es la cuesti¨®n principal. Por el momento, en Espa?a, las voces que m¨¢s suenan son las de los profesores de Derecho Pol¨ªtico, y muy concretamente, de Derecho Constitucional. Se comprende, habida cuenta el pleito entre lo legal y lo leg¨ªtimo. Sin embargo, cada vez suenan m¨¢s las voces de los economistas, de los empresarios, de los asalariados y, en general, de los hombres preocupados por los problemas concretos de la vida cotidiana. El caso es que m¨¢s all¨¢ de la pol¨¦mica entre lo legal y lo leg¨ªtimo presiona lo real, puesto que si el pa¨ªs va hacia la quiebra, de poco le va a servir que su Constituci¨®n sea muy perfecta.
El meollo del asunto est¨¢ en que no se puede disociar lo econ¨®mico de lo pol¨ªtico ni lo pol¨ªtico de lo social, y en que procede atacar simult¨¢neamente desde todos los frentes. El Gobiemo ha demostrado una gran habilidad en el planteamiento de la reforma desde los presupuestos de la legalidad vigente. La oposici¨®n (al menos si hemos de atenernos al abortado documento Ollero) dice renunciar a los ?maximalismos est¨¦riles? y se preocupa por encontrar ?los medios reales? para que se instaure en Espa?a la legitimidad democr¨¢tica. Todo esto est¨¢ muy bien; pero, en el entretanto, lo que no puede hacer un Gobierno es dejar de gobernar, y lo que no puede hacer ninguna familia pol¨ªtica es obsesionarse con un solo problema. La vida no permite estas dicotom¨ªas, y hay lesiones que son irreversibles. Al fin y al cabo todo organismo vivo, todo sistema abierto con un intercambio constante de energ¨ªa e informaci¨®n con su radio ambiente, reconsidera permanentemente la totalidad d¨¦ sus ?problemas?. El metabolismo pol¨ªtico ha de ser an¨¢logo al metabolismo de la vida.
Junto a lo legal y lo leg¨ªtimo est¨¢ pues, lo real; lo real que viene compuesto por las grandes opciones de la sociedad. ?Qu¨¦ hacemos con el territorio?, ?con la escolaridad?, ?con el sindicato?, ?con la empresa?, ?con el urbanismo?, ?con el medio ambiente?, ?con las regiones?, ?con el gasto p¨²blico?, ?con la legislaci¨®n sobre la familia?, ?con la condici¨®n de la mujer?, ?con la seguridad social?, ?con el concepto de seguridad social?, ?con el s¨ªntoma de la inflaci¨®n?, ?con el problema del desempleo?, ?con el campo?, ?con la tercera edad?, ?con la investigaci¨®n? Las respuestas a estas cuestiones, desde luego dictadas al azar, presuponen previos juicios de valor, es decir, previas opciones pol¨ªticas.
Sobre estas opciones pol¨ªticas habr¨¢n de decidirse los espa?oles en un futuro pr¨®ximo. Pero entretanto la vida sigue y no est¨¢n los tiempos para que se produzcan vac¨ªos de poder. El Gobierno ha de gobernar, adem¨¢s de preparar la reforma. La oposici¨®n ha de hacer todo lo posible para gobernar ma?ana; lo cual significa que ha de exhibir un programa concreto de Gobierno para que el electorado sepa a qu¨¦ atenerse. Los grandes planteamientos deber¨¢n referirse a cuestiones reales y no ¨²nicamente morales. M¨¢s todav¨ªa, los temas reales no van a ser exclusivamente los temas econ¨®micos o los temas laborales; van a ser los temas m¨¢s hondos de la filosof¨ªa pol¨ªtica. Es cosa sabida que todos los grupos pol¨ªticos utilizan hoy el mismo lenguaje. Democracia, soberan¨ªa popular, pacto social, justicia y libertad, son t¨¦rminos que invariablemente se escuchan desde cualquier zona del espectro pol¨ªtico. Motivo de m¨¢s para que el ciudadano reclame programas concretos, opciones pol¨ªticas sobre cuestiones reales. Procede, pues, hacer pol¨ªtica, segregar pol¨ªtica, proponer opciones con contenido y no limitarse a consideraciones de principios.
Hay que afrontar los temas reales, las opciones pol¨ªticas m¨¢s hondas y no s¨®lo las que se relacionen con el Derecho Constitucional. Hay que auscultar al cuerpo social, con su palpitaci¨®n diaria, sus alienaciones, sus esperanzas, su desasosiego, sus nostalgias, sus desfasajes, sus recelos. Hay que proponer soluciones concretas a problemas concretos: desempleo, coste de la vida, medio ambiente. Hay que interpretar los signos. Por ejemplo, ese tic de fuga de los fines de semana, ese apetito vago de evasi¨®n y de felicidad. Posiblemente habr¨¢ que inventar un concepto nuevo de felicidad. Este es el famoso tema de la llamada calidad de la vida, al cual alud¨ª en un art¨ªculo anterior. Habr¨¢ que inventar un margen nuevo para el ejercicio pol¨ªtico del ciudadano medio: una posibilidad de maniobra que equidiste entre la resignaci¨®n hedonista (e inflacionista) de los pasados a?os y la obsesi¨®n por intervenir en todas las decisiones que conciernen a la comunidad.
Dicho sea de paso. Posiblemente uno de los fen¨®menos m¨¢s caracter¨ªsticos del momento, la revitalizaci¨®n de las regiones y de los barrios, proceda de esta necesidad de configurar un margen nuevo. El cuerpo social es un cuerpo vivo en la medida en que est¨¢n vivas las c¨¦lulas que lo componen; unas c¨¦lulas en contacto in mediato con sus propios problemas. Al Gobierno y al Estado -es decir, al juego dial¨¦ctico entre el Gobierno, la oposici¨®n y otras instituciones- le concierne entonces la tarea sutil de coordinar la pluralidad de las c¨¦lulas y la pluralidad, de las opciones desde una perspectiva estructural, e incluso estructuralista. Pues un cuerpo social adulto desea articularse de un modo cr¨ªtico y descentralizado. Y, por otra parte, un cuerpo social vivo es m¨¢s que la suma de sus partes; es una totalidad nueva y ?emergente?, legitimada en el consenso, en permanente ejercicio metab¨®lico, y tanto m¨¢s compleja cuanto m¨¢s libertad pueda albergar. En sociolog¨ªa y en biolog¨ªa, todo progreso equivale a una ganancia de complejidad.
En resumen: ser¨¢ preciso establecer un debate permanente sobre los temas reales y no s¨®lo sobre los temas constitucionales. Ser¨¢ preciso superar la fiebre transitoria de la cuesti¨®n de la legitimidad y atacar de lleno las grandes opciones pol¨ªticas. Habr¨¢ que debatir el valor social de los programas, las prioridades, los supuestos culturales de cada opci¨®n. Habr¨¢ que trabajar los temas en toda su hondura cultural. En ¨²ltima instancia la cuesti¨®n real ser¨¢: ?C¨®rno queremos vivir? Y sobre todo: ?En qu¨¦ consiste vivir?
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