Mujeres solas

Cuatro mujeres en torno a una piscina, charlan, cantan, se ba?an, juegan. La historia de su encuentro comenz¨® tiempo atr¨¢s. Este encuentro, su relaci¨®n amistosa o profesional, lo ha escrito, protagonizado y dirigido Jeanne Moreau monstruo sagrado y consagrado hoy camino del ocaso, en el cine del otro lado de los Pirineos.Trat¨¢ndose de una actriz cuyo trabajo siempre se apoy¨® en muy peculiar tipo de personajes (recordemos al paso, tal como viene a la memoria, su excelente creaci¨®n en el Diario de una doncella, de Bu?uel), lo primero que llama la atenci¨®n en este su primer filme como realizadora, es lo leve de su trama, lo superficial de las im¨¢genes que nos ofrece en su visi¨®n del mundo del cine.

Tal visi¨®n no es aqu¨ª, como en otras peliculas, ese bulevard del crep¨²sculo, melanc¨®lico y sombr¨ªo en el que Gloria Swanson y E. von Stroheim se dejaban morir a golpes del m¨¢s puro melodrama. No es tampoco una versi¨®n amable en torno al s¨¦ptimo arte tal como la ofrec¨ªa en su Noche americana Truffaut, hace poco.

Se trata de un filme europeo y por lo tanto con pretensiones literarias que se evidencian de forma casi obsesiva sobre todo en los di¨¢logos. Desde su t¨ªtulo Lumi¨¦re, alusi¨®n a los inventores del cine, hasta sus citas de Bergman, la historia tiene siempre un tono vagamente narcisista muy com¨²n, por otra parte, a cierto tipo de cine franc¨¦s de factura reciente.

Dado que, en realidad, se trata de una obra comercial, dedicada al p¨²blico medio franc¨¦s o amante de la cultura francesa, las im¨¢genes eluden sistem¨¢ticamente cualquier impresi¨®n pecaminosa. Sobre tales pecados se pasa sin rozarlos siquiera, tal como debe ser trat¨¢ndose de un filme burgu¨¦s y, en cierto modo, rom¨¢ntico, cortado a la medida de su autora en el que se busca dar testimonio de unas vidas, de unos estados de ¨¢nimo m¨¢s que de una acci¨®n con principio y desenlace al estilo cl¨¢sico. Sucede, sin embargo, que tales momentos o estados de ¨¢nimo de estas cuatro mujeres, estrellas en ciernes o ya consagradas, vienen a resultar vulgares, no porque aparezcan sin inter¨¦s o profundidad, sino porque sus dolores, alegr¨ªas y peque?as tragedias tienen un aire tan leve y anodino como los hombres que en tomo a ellas giran y con ellas nos dicen que se acuestan.

De los cuatro personajes femeninos, el de Jeanne Moreau resulta, por supuesto, el m¨¢s convincente, ante todo por razones obvias de categor¨ªa como int¨¦rprete. Luc¨ªa Bos¨¦ viene a hacer de se?ora Garc¨ªa a la europea. Su franc¨¦s resulta tan torpe como su castellano entre nosotros, y en lo que se refiere a Francine Racette y Carolina Cartier, rellenan con sus cuitas los tiempos muertos que la Moreau deja libre.

A pesar de tratarse de una historia entre mujeres no hay amor entre ellas, ni, por supuesto, grandes pasiones, s¨®lo af¨¢n de acoplarse con sus hombres, entre copa y copa, entre divagaci¨®n y divagaci¨®n m¨¢s o menos filos¨®fica. La imagen del medio resulta m¨¢s bien aburrida, quiz¨¢s porque en el cine, como en el amor, lo que cuenta es hacerlo. Todo el resto, lo que hay antes o viene despu¨¦s, nace y camina por los pagos del tedio.