El buen salvaje
Como se sabe a mediados del siglo XIX, Inglaterra vio alteradas estructuras econ¨®micas y sociales por la llamada revoluci¨®n industrial. Las m¨¢quinas multiplicaron el esfuerzo del hombre y el impulso de los nuevos tiempos lleg¨® desde las ciudades al campo donde, una vez expulsados los peque?os arrendatarios, se crearon grandes empresas capaces de explotarlo por medios m¨¢s lucrativos y racionales. A una de estas familias de innovadores debi¨® pertenecer John Morgan ?el hombre llamado Caballo? por sus hermanos indios americanos, tras de las aventuras narradas en el primer filme de este t¨ªtulo.A su vuelta, en su retiro de Inglaterra, John Morgan se aburr¨ªa. No eran capaces de llenar sus d¨ªas el amor, las cacer¨ªas del zorro, tan socorridas en la vida y las pel¨ªculas, ni mucho menos los problemas del campo ingl¨¦s, de sus propiedades y sus en otro tiempo arrendatarios, ahora convertidos en peones futuros de las luchas sociales ya en puertas. A John Morgan, pues, no le preocupaban sus hermanos ingleses, sino sus hermanos sioux, m¨¢s lejanos y menos conflictivos. Como cualquiera de sus compatriotas rom¨¢nticos, m¨¢s dispuestos a luchar en guerras ajenas que en conflictos de puertas adentro de nuevo volvi¨® a los territorios que conociera seis a?os antes con equipaje repleto de regalos y la cabeza de vagos sue?os espirituales.
La venganza de un hombre llamado caballo
Escrito por Jack de Witt. Fotograf¨ªa, Owen Roizman. M¨²sica, Laurence Rosenthal Direcci¨®n, Irvin Kershner. Int¨¦rpretes, Richard Harris, Gale Sondergaard, Geoffery Lewis, Bill Lucking. EEUU. Color, Western 1976. Local de estreno, Capitol.
M¨¢s tal como Rousseau hab¨ªa escrito algunos a?os antes, la cultura puede ser causa de corrupci¨®n y males sin cuento cuando no opera sobre la bondad primitiva del hombre y otras tribus rivales y vecinas de sus amigos, compradas por los habituales blancos desaprensivos, hab¨ªan acabado por expulsarlos de sus tierras, no en aras del progreso industrial sino para apropi¨¢rselas definitivamente. La revancha de los sioux, su vuelta a la fe en s¨ª mismos, las nuevas pruebas a que debi¨® de ser sometido su hermano ingl¨¦s y su victoria final, llenan a duras penas las casi dos horas de proyecci¨®n de esta segunda pel¨ªcula. Como la an¨¦cdota es corta, la acci¨®n que falta se ha suplido con ceremonias de iniciaci¨®n, danzas rituales, folklore y divagaciones pseudoespirituales que hacen menguar el ya de por s¨ª escaso inter¨¦s de la aventura, por otra parte ya demasiado conocida y propia de cine navide?o para menores de edad mental, aficionados a cualquier tipo de empe?o navide?o con que llenar este obligado marat¨®n de fiestas y alegr¨ªas familiares.
Pero hay tambi¨¦n en esta historia un cierto racismo subterr¨¢neo.
En realidad se trata de un conflicto entre blancos: John Morgan contra sus hermanos depredadores, conflicto en el que los indios con sus dioses no son sino comparsas. Que uno de ellos defienda su libertad y otros intenten arrebatarles sus tierras viene a decir al espectador que el destino de las razas inferiores, de sus tierras que a la postre les ser¨¢n arrebatas, de sus dioses en los que los blancos no creen, y su valor, cuentan poco sin un caudillo superior, en este caso un Richard Harris bastante amanerado.
Irvin Kershner ha realizado el filme m¨¢s atento a la etnograf¨ªa que a los valores puramente narrativos, no se sabe si por necesidades de metraje o por propia vocaci¨®n como John Morgan, que a¨²n vivi¨® muchos a?os entre los sioux hasta 1854. Sus hermanos indios debieron llorar su muerte alo largo de muchas lunas. Sus colonos ingleses, no se sabe.
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