De Frasquita a Bernarda Alba
Hace bastante tiempo que escrib¨ª en torno a las posibles fuentes que sirvieron a Federico Garc¨ªa Lorca para escribir la ¨²ltima de sus obras teatrales. La casa de Bernarda AIba. Dir¨¦ ante todo que creo firmemente en la puesta en escena como proceso de creaci¨®n aut¨®noma y que el punto de vista del director representa una opci¨®n esc¨¦nica precisa. Ello equivale a afirmar que reconocido, reconocible, o no existe siempre un trabajo de dramaturgia previo e intr¨ªnseco a toda puesta en escena, que define una buena parte las bases ideol¨®gicas del espect¨¢culo.La complejidad del trabajo de dramaturgia estriba en el hecho de que debe descubrir y evidenciar las contradicciones, el proceso, el marco hist¨®rico de la f¨¢bula. En definitiva, todo trabajo de dramaturgia consciente y coherente tender¨¢ a potenciar y desarrollar los materiales existentes en el original y por ello siempre es importante conocer las fuentes documentales o de la realidad que sirvieron a la escritura de un texto teatral. Federico veraneaba con su familia en el pueblecito de Asquerosa, cercano a Fuentevaqueros, que desde hace unos a?os cambi¨® su nombre por el de Valderrubio. Frente a la casa que alquilaban los Garc¨ªa Lorca durante la cosecha, viv¨ªa una viuda, Frasquita Alba, con sus hijas. Junto a ella una prima de Federico en cuyo patio pasaba muchas horas, separado del contiguo por un tabique medianil y el pozo que era com¨²n a las dos casas.
Los agrios enfrentamientos entre Frasquita y sus hijas, las conversaciones crispadas, el clima denso de tensiones fueron escuchadas por Federico que compuso a partir de ellas su obra. A ruegos de su madre cambi¨® el nombre de Frasquita por el de Bernarda para no a?adir le?a al fuego de tantas discordias.
Basta leer la obra con esta perspectiva para descubrir frases aqu¨ª y all¨¢ que expresan la posici¨®n de Bernarda hacia sus vecinos. Por otra parte, existen otras fuentes directas tambi¨¦n para otros pasajes. Fue una t¨ªa de Lorca quien le cont¨® que en ocasi¨®n de uno de esos dilatados duelos de la familia le entr¨® tal coraje que se calz¨® dos trajes de fiesta que le hablan hecho y se fue para el patio.
La historia que cuenta la Poncia, sobre el hijo de la Librada, abandonado muerto entre las piedras, procede tambi¨¦n de un hecho real. En un pueblo de los contornos ocurri¨® efectivamente algo parecido pero ligado a un adulterio. Las mujeres gritaban: Carb¨®n ardiendo en el sitio de su pecado, frase con la que finaliza Bernarda el segundo acto.
Lorca sab¨ªa muy bien lo que hacia al transformar estos materiales tomados de la realidad en texto teatral. El antecedente de los Esperpentos de Valle Incl¨¢n era bien evidente como m¨¦todo. Por otra parte, cuadraba perfectamente con la nueva orientaci¨®n que quer¨ªa dar a su teatro. Basta coger las obras completas y leer la entrevista-di¨¢logo mantenida con el dibujante Bagaria, publicada en junio de 1936 en El sol coincidiendo con las fechas en que el dramaturgo ley¨® su obra recien terminada a un grupo d¨¦ amigos:... El concepto de arte por el arte es una cosa que ser¨ªa cruel si no fuera afortunadamente cursi. Ning¨²n hombre verdadero cree ya en esa zarandaja del arte puro. arte por el arte mismo. En este momento dram¨¢tico del mundo, el arte debe llorar y re¨ªr con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas. Particularmente. yo tengo un ansia verdadera por comunicarme con los dem¨¢s. Por eso llam¨¦ a las puertas del teatro y al teatro consagro toda mi sensibilidad.?
La casa de Bernarda AIba fue resultado de la reflexi¨®n y el deseo de comunicar una realidad m¨ªsera a los hombres que pugnaban por cambiarla, los buscadores de azucenas supone la proclamaci¨®n de que el teatro es un hecho social y representa el repudio al mito aristocr¨¢tico de la imaginaci¨®n pura, de la obra de arte como producto virginal e inmaculado de la mente innaccesible del artista replegado sobre s¨ª mismo.
Federico Garc¨ªa Lorca era plenamente consciente cuando puntualizaba al comienzo de la obra que el espect¨¢culo deb¨ªa tener la objetividad y el ritmo de un documental fotogr¨¢fico. Esta acotaci¨®n era algo m¨¢s que una mera pro puesta estil¨ªstica o una definici¨®n estrecha de la mimesis naturalista como tantas veces se ha visto. Para m¨ª expresa la opci¨®n dramaturgica que exige por tanto unos medios esc¨¦nicos. Significa el rechazo de las modas y la b¨²squeda de una comunicaci¨®n eficaz con los espectadores. Ese era el camino que emprend¨ªa y que como el de tantos otros de aquellos buscadores de azucenas, un pu?ado de balas le impidi¨® proseguir.
Babelia
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