El Rastrillo
La pintora Sof¨ªa Morales me presenta a Mercedes F¨®rmica y luego a un grupo de se?oras que quieren contactarme para el Rastrillo. (Ahora se dice contactar, para caerle bien a la colonia argentina anti-Videla y a Nacha de noche, que ayer nos invit¨® a cenar en Bogui).-Pero, Sof¨ªa, si yo escribo todos los a?os mi art¨ªculo contra el Rastrillo.
-El de este a?o lo sub¨¢steremos en el Rastrillo, si nos lo firma -clama el coro de se?oras.
Se lo digo a Eduardo Rico, que est¨¢ preparando unas importantes conversaciones con Santiago Carrillo para hacer un libro:
-La cr¨ªtica siempre se integra en el sistema -dice, exc¨¦ptico.
Pero al editor Jos¨¦ May¨¢ se le ocurre algo mejor:
-Yo les doy a esas se?oras todos mis libros prohibidos por la censura para que los subasten en el Rastrillo.
Entre unas cosas y otras, lo cierto es que el Rastrillo nos amenaza de nuevo. El otro d¨ªa hablaba yo aqu¨ª de las alcaldesas o marimandonas del r¨¦gimen, que tienden a desaparecer con las grandes instituciones del franquismo. Bueno, pues una instituci¨®n del franquismo que no desaparece es el Rastrillo. Las alca.ldesas, marimandonas y amazonas del viejo sistema parecen acuarteladas en su Rastrillo de marquesas y consolas, han levantado una ¨²ltima barricada de cuadros al¨®leo y biombos de Dur¨¢n para resistir a los socialistas de Felipe y los comunistas de Carrillo, que quieren que la justicia social sea algo m¨¢s que un Rastrillo.
-Pues los de Alianza Popular est¨¢n con mucha moral- me dice Pitita.
Alianza Popular y el Rastrillo pueden ser los dos ¨²ltimos baluartes del viejo r¨¦gimen, de aqu¨ª a las elecciones. Son la rnisma cosa. El Rastrillo es una popular alianza de marquesas y Alianza Popu,lar es un Rastrillo pol¨ªtico donde se subastan las ¨²ltimas galas del franquismo desechadas por el Patrimonio Art¨ªstico Nacional y Artespa?a.
Cuando incluso el Consejo Nacional del Movimiento levanta contrafuero a sus contrafueros y se corrige a s¨ª mismo, como glos¨¢bamos aqu¨ª el otro d¨ªa, las se?oras del Rastrillo, hechas unas Agustinas de Arag¨®n de la caridad, est¨¢n dispuestas incluso a subastar Mundo Obrero llamar a Camacho para que firme ejemplares en la caseta de Cayetana de Alba, como en la Feria del Libro.
-Es el viejo cinismo de la derecha, jefe- dice el abrecoches, que viene vestido por el Rastrillo del barrio, con todo lo que las se?oras tiran, y ahora se pone una redecilla femenina para el pelo, con lo que renace en ¨¦l un majo de Coya, un ilustrado o un caballerito de Azcoitia.
Por cierto que a Pitita la conoc¨ª yo en un Rastrillo, hace a?os, cuando ella se paseaba por all¨ª con sus mangas de farol filipino y yo me hab¨ªa metido en un arc¨®n del XVII, con unos ni?os pobres que tambi¨¦n estaban en subasta, para espiar.
-Pues este art¨ªculo que est¨¢ usted escribiendo hoy contra el Rastrillo lo vamos a subastar ma?ana en el Rastrillo, que todo es poco para los ni?os pobres -me dice una marquesa.
Lo malo del socialismo es que estas se?oras se van a quedar sin misi¨®n, como dir¨ªa Ortega. Entre el Rastrillo y la guillotina, cuando no haya una cosa ni otra, a ver qu¨¦ hacemos con tanta dama ociosa.
-Nos las pod¨ªamos pasar por la piedra -sugiere el parado.
La integraci¨®n en el Rastrillo de lo que va incluso contra el Rastrillo nos plantea nada menos que el profundo tema de la integraci¨®n de la cr¨ªtica en el sistema.
-Buena,tesis para don Cristino Martos -me interrumpe otra vez el parado, que sigue ah¨ª.
Ni don Cristino Martos, ni Eduardo Rico, ni Engels. Esto no hay quien lo arregle. El Manifiesto Comunista est¨¢ ya en los quioscos, pero a media ma?ana lo ha tapado el gl¨²teo de la Cantudo, que viene en todas las revistas. Su¨¢rez se ha cargado las Cortes, los Sindicatos y el Consejo Nacional, pero no s¨¦ si va a poder con el Rastrillo.
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