Adi¨®s a Jos¨¦ Herrera Petere
Despedimos hoy, es un decir, a Jos¨¦ Herrera Petere, exiliado espa?ol, poeta, poeta y poema ¨¦l mismo. Pues que estaba hecho de sustancia po¨¦tica, su ser se le derramaba en vida. Habr¨ªa sido as¨ª siempre aunque no le hubiera tocado vivir ese momento hist¨®rico po¨¦tico de la historia de Espa?a que apur¨® con generosidad y entera inocencia.Mas coincidi¨® el alba de su juventud con el alba de Espa?a, una de sus interrumpidas, y aun dadas por sepultas, albas. Y ¨¦l, junto con tantos otros desaparecidos ya, recogio en sus brazos ese alba suya -y de todos- cuando por muerta la daban. En Petere esta po¨¦tica acci¨®n resplandec¨ªa siempre, En todo momento en que se le viera en diversas tierras y entre diversas gentes, su presencia era como una aparici¨®n llevando el cuerpo del alba entre sus brazos. El alba respiraba por el fuego que le prestaba su pecho protegida por la claridad que de aquella su pura y alta frente, como torre invencible, se derramaba. La Ilevaba tambi¨¦n sobre sus hombros cuando arreciaba el vendaval de la adversidad y de las penas inacabables. M¨¢s no daba se?ales de fatiga,aunque se le desgarrara el coraz¨®n. Al verle as¨ª, las l¨¢grimas acud¨ªan a los ojos aun de los que no acababan de saber. Ten¨ªa Petere la fuerza de dar a sentir y a entender con s¨®lo su presencia: hacer derramar l¨¢grimas de dolor y de alegr¨ªa al percibir algo tan precioso sostenido en medio del viento implacable, del que extra¨ªa aire puro llegado de las cumbres de Extremadura, de los cerros -ensartados; el que baja por las laderas olorosas de la menuda flor morada del cantueso hasta los campos de trigo amarillo donde asoma la roJa amapola.
No la hubi¨¦ra podido llevar as¨ª a esa alba de no haber tenido o sido m¨¢s bien voz, ni sin canci¨®n ni sin palabra. Sin canto. Estaba siempre cantando canciones que no escucharemos ya m¨¢s que en su voz mdeleblemente. La verdad de su palabra se vivificaba en el canto.
Y todo lo que escribi¨® se le hace hoy un solo canto.
Parec¨ªa casi ciego, como les sucede a todos los que cantan con una voz originaria. La voz que viene desde antes y que se est¨¢ yendo, pero que se queda: en los aires y en algo m¨¢s que no se sabe y que se presiente.
Y por esa tu pura voz que viene del alba de la historia estabas predestinado al exilio, donde tu poema hoy se te cumple. En el exilio derramaste tu voz que tra¨ªa y dejaIba encinares y olivares, cumbres, puertos, r¨ªos de aquella tu tierra de sue?o y de alma. A ella ahora vuelves con el alba respirando intacta. Porque don.de quiera que vayas ir¨¢s all¨¢, seg¨²n reza una de tus canciones preferidas: So el encina, madre..., madre, so el encina, encina. Tal como una voz que entra en las ra¨ªces y canta con ellas en la inrriensidad de la vida.
(Este texto fue le¨ªdo por Mar¨ªa Zambrano en el entierro del poeta, el pasado dia 11, en Ginebra).
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