"Todos los hombres son iguales ante la ley"
Si pudi¨¦ramos vivir la pr¨¢ctica de cuantas normas, programas y promesas tomaron sobre s¨ª la tarea de defender al hombre, nuestra existencia ser¨ªa paradis¨ªaca. Sobre el papel -que lo aguanta todo, como vulgarmente se. dice- no hay derecho que no se reconozca al ciudadano. Sobre la vida real ya es otra cosa. Ah¨ª tenemos lo de que ?todos los hombres son iguales ante: la ley?. Entre la Revoluci¨®n francesa, que lo dijo por vez primera, hasta la Declaraci¨®n de los Derechos Humanos, que lo remach¨®, han pasado 150 a?os. ?Se habr¨¢ cumplido a rajatabla en alg¨²n sitio mandato tan digno de alabanza? Me temo que no. El refranero castellano est¨¢ plagado de dichos en los que brilla la picaresca popular acerca del juicio que al buen pueblo merece la ley, y eso, porque desde arriba se empieza ya a conculcarla y a buscarle las vueltas. Desde siempre ha habido ?poderosos caballeros? -se llamen o no don dinero- y leguleyos como los que el Crisp¨ªn de ?Los intereses creados? llamaba monstruos de la jurisprudencia, que siempre sabr¨¢n, cambiando una coma, transformar, por ejemplo, el ?Resultando que no, debe conden¨¢rsele?, en ?Resultando que no debe debe conden¨¢rsele?. ?Les habr¨¢n zambiado las comas a las ¨®rdenes de detenci¨®n de los que queman librer¨ªas y aporrean liberales? En la legislaci¨®n penal nuestra deben existir comas y c¨®mos, porque si no, es dif¨ªcil entender que a los que hace un par de a?os intentaron quemar las instalaciories del conservador peri¨®dico -ya, les hayan caido penas de varios a?os de c¨¢rcel, mientras que a los que quisieron hacer lo mismo con el liberal Diario de Mallorca, s¨®lo tres d¨ªas de arresto y 5.000 pesetas de multa. ?La coma, la maravillosa coma!
Visto pues lo que ser¨ªa la viga en nuestro ojo, que ello no nos impida contemplar la paja en el ajeno, que es a lo que iba. Resulta que por esos mundos tambi¨¦n se discrimina a los humanos, por muchas y diversas causas. Sin que nos sirva de consuelo f¨¢cil la extensi¨®n del mal, puntualicemos que en todos los pa¨ªses hay unos ciudadanos perpetuamente discriminados e indefensos: los extranjeros. Supuestamente admitidos como hu¨¦spedes, se haga ello bien porque estos extranjeros abonen con su sangre el campo econ¨®mico del pa¨ªs que los acoge, bien porque lo sean como refugiados pol¨ªticos, su situaci¨®n depende del humor -o del mal humor- de un prefecto, un comisario de polic¨ªa o un ministro del Interior. La Justicia es a menudo poco seria en estos casos. Echa una ojeada por encima de la venda o truca las pesas de su balanza, en la misma forma que el abogado astuto de la comedia de Benavente trucaba la sintaxis. En nuestra hermana Francia, de la que nos separan los Pirineos para casi todo, salvo, al parecer, para la inteligencia policial, las huestes de M. Poniatowsky tienen a nueve vascos -siete hombres y dos mujeres- recluidos en la isla de Yeu desde que, a .mediados de octubre, el Rey de Espa?a hizo su visita oficial a Par¨ªs. Lo que entonces se tom¨® como una ,medida de precauci¨®n, aceptable en principio, se ha convertido en un confinamiento sine die que contraviene bastantes normas legales. ?Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado?, dice el art¨ªculo 13 de la Declaraci¨®n de Derechos Humanos, y tambi¨¦n: ?No se har¨¢ distinci¨®n alguna fundada en la condici¨®n pol¨ªtica, jur¨ªdica o internacional del pa¨ªs de cuya jurisdicci¨®n dependa una, persona ... ? (art¨ªculo 2).
Estos vascos, cuya actuaci¨®n en nuestro pa¨ªs no se trata ahora de juzgar, est¨¢n obligatoriamente hospedados en el ?Hotel de Viajeros?, t¨ªtulo parad¨®jico en este caso, pues los forzados hu¨¦spedes no s¨®lo no pueden viajar a parte alguna, sino ni siquiera circular por el pueblo, salvo si lo hacen en grupo y custodiados por cuatro guardias.
La ley concreta que este arbitrario confinamiento vulnera es la de ?asignation a r¨¦sidence?, de los a?os 1945 y 1946, pero esta limitaci¨®n impuesta a extranjeros solamente previene la residencia en un lugar determinado de antemano y la presentaci¨®n peri¨®dica a la polic¨ªa, lo que no tiene nada que ver con esta especie de prisi¨®n, por muy atenuada que sea.
Esta minuciosa y exagerada aplicaci¨®n de una norma jur¨ªdica contrasta dolorosamente con la rapidez que han exhibido las autoridades galas para liberar y quitarse de encima al terrorista palestino Abu Daud, rechazando las peticiones de extradici¨®n y las condiciones impuestas para tales casos por la nueva Convenci¨®n Europea sobre Represi¨®n del Terrorismo. Tampoco se trata de juzgar a Abu Daud, -terrorista para unos y patriota para otros-, sino poner de manifiesto que detr¨¢s del palestino se encuenira todo el petr¨®leo ¨¢rabe, mientras que detr¨¢s de los nueve vascos s¨®lo hay silencio. Ni siquiera en su pa¨ªs se conoce esta nueva veisi¨®n concentracionaria del derecho de asilo pol¨ªtico. -
Todos los hombres son iguales ante la Ley, pero algunos, por lo visto, son ilienos iguales que otros.
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