Benito Espinoza, el primer fil¨®sofo espa?ol del exilio
Ma?ana se conmemora el tricentenario de su muerte
Es dif¨ªcil asomarnos al paisaje y mirar con amplitud, porque nos domina una febril angustia. Hemos perdido el h¨¢bito moroso de la atenci¨®n visual. Sin embargo, hubo un hombre que, con su mirada, pudo abarcar la infinitud del universo y llegar a contemplar la totalidad de la naturaleza viviente. Este hombre excepcional, ¨²nico, fue un jud¨ªo espa?ol, el primer fil¨®sofo exiliado de nuestra dram¨¢tica historia espa?ola.
Naci¨® el 24 de noviembre de 1632 en el barrio jud¨ªo de Amsterdam. Sus padres proced¨ªan de Espinosa, un pueblo cerca de la frontera portuguesa. Estudi¨® Teolog¨ªa, en la escuela rabina, y Humanidades Latinas. Ya muy joven, comenz¨® a separarse de la comunidad jud¨ªa y fue tan sospechoso de herej¨ªa que, a la salida de un teatro, un fan¨¢tico atent¨® contra su vida. El gran rabino Sa¨²l Morteira lo expulsa de la comunidad y lo condena al ostracismo: ? i Maldito sea de d¨ªa y de noche! ? Para huir a la persecuci¨®n se refugi¨® en Rynsburg, una peque?a aldea cerca de Leiden, y viv¨ªa de pulir cristales. Le llamaban ?el ¨®ptico?. He visitado su casa que tiene dos habitaciones: en una hay una rueda, donde pulla los lentes, y en la otra la biblioteca con una peque?a mesa de comedor. All¨ª pude hojear las Novelas Ejemplares de Cervantes, con anotaciones marginales de su pu?o y letra. En esta peque?a casa, aislado y escondido, escribi¨® Tratado sobre Dios, Tratado teol¨®gico -pol¨ªtico y la primera parte de su Etica. A?os m¨¢s tarde, se traslad¨® a Voorburg, cerca de La Haya, donde vivi¨® sin preocupaciones bajo la protecci¨®n del gran hombre de Estado holand¨¦s, Jan de Witt. En 1672 el asesinato de su protector le supone una nueva cat¨¢strofe que se obliga a huir a Utrecht. Su obra comienza a difundirse por ,toda Europa, hasta convertirse en le fameux juif, a quien visitaban el pr¨ªncipe De Cond¨¦ y el fil¨®sofo Leibnitz. Espinoza rechaza el ofrecimiento de una c¨¢tedra en Heidelberg y vivi¨® en soledad hasta el final de sus d¨ªas. El 6 de febrero de 1677 hace crisis la tuberculosis que sufr¨ªa, pero contin¨²a su vida normal, fuma su pipa conversando animadamente con los amigos, pues ?la vida no es meditaci¨®n de la muerte, sino de la vida misma?, como dice una de sus sentencias. Se apaga como una d¨¦bil llama, el 21 de febrero.
Un moralista
Benito Esp¨ªnoza, creador de! naturalismo, es un te¨®logo, un fil¨®sofo y, sobre todo, un moralista. Por el camino de la divinidad nos ense?a c¨®mo llegar a la contemplaci¨®n serena, a la rectitud. Para Espinoza existe una sustancia ¨²nica, que es causa de s¨ª mima, con distintos nombres. As¨ª, Dios, la Naturaleza y el Mundo son id¨¦nticos. ?El te¨®logo Espinoza no demuestra la existencia de Dios, sino que toda existencia es Dios?,dice Goethe. El monismo de Espinoza es dualista porque la sustancia ¨²nica es, al mismo tiempo, extensi¨®n y pensamiento. Vemos, pues, que su idealismo es naturalista porque todo lo que es natural se le aparece como necesario y, comprendi¨¦ndolo, lo acepta. Cuanto existe forma parte de una totalidad viviente y entre las cosas hay una interconexi¨®n sistem¨¢tica.Espinoza afirm¨®, antes que nadie, esta ley de la coherencia universal de las realidades, base de la biolog¨ªa evolucionista moderna, y dice.: ?Toda la Naturaleza es un solo individuo.? Antes que Marx hab¨ªa intuido la funci¨®n de la praxis: ?El esp¨ªritu se esfuerza en perseverar en su ser por una duraci¨®n infinita.? De una meditaci¨®n sobre esta sentencia, extrajo Unamuno, como ¨¦l mismo reconoce, su teor¨ªa del hambre de inmortalidad. ?El deseo es el apetito con la conciencia de s¨ª mismo? fue el axioma en que se inspir¨® Freud. Tambi¨¦n investig¨®, con implacable. frialdad, la estructura interna de las pasiones humanas. Esta sicolog¨ªa materialista la contin¨²an, en nuestros d¨ªas, Sartre y el sovi¨¦tico Leontief. Aunque las pasiones nos desgarran y descentran, no busca eliminarlas ni dominarlas. Aspira a que los hombres se sosieguen, para llegar a ?ese placer tranquilo de la pura contemplaci¨®n? (Goethe), y poder realizar el amor intelectual que es un di¨¢logo sublimado de los esp¨ªritus.
El naturalismo de Espinoza lleva a la melancol¨ªa de la resignaci¨®n, peor a¨²n, a la tristeza de la inactividad o pesimismo de la indiferencia, porque, si todo lo que es est¨¢ bien y lo aceptamos, el mundo permanecer¨ªa inm¨®vil sin cambiar. Comprendemos que a este naturalismo se le haya opuesto el humanismo critico. La raz¨®n era como el sentido com¨²n, un bien equitativamente repartido, la igualdad metaf¨ªsica de los hombres que exig¨ªa la revoluci¨®n burguesa. La acci¨®n cr¨ªtica de la raz¨®n destruy¨® un mundo. y cre¨® otro m¨¢s justo. Pero este humanismo abstracto desemboc¨® en un irracionalismo rom¨¢ntico, que tampoco era la soluci¨®n. Kierkegaard descubre que, como todos los hombres no son iguales, es necesario encontrar sus diferencias para escapar a la universalidad racional. Este nuevo huma nismo, al idealizar la existencia personal, nos separ¨® del mundo de los otros, pulveriz¨¢ndonos en ¨¢tomos individuales, hasta convertirnos en asc¨¦ticos enemigos de la vida. De aqu¨ª, la lecci¨®n vivificante de Espinoza: Necesitamos volver a la Naturaleza. Ahora bien, como parecen irreconciliables la pasividad feliz del naturalismo y la actividad creadora del humanismo, Marx nos propone otra soluci¨®n: ?La humanizaci¨®n de la Naturaleza y la naturalizaci¨®n del hombre.? Proyecto del futuro que se realizar¨¢, o no, a lo largo de la historia.
Por ahora, nos queda el recurso de recordar la lecci¨®n, m¨¢s actual que nunca de, Espinoza, quien, nos ense?a a mirar con alegr¨ªa la claridad de las ma?anas, encendemos con los fuegos del est¨ªo, y gozar en el invierno de la beatitud, silenciosa de la nieve. La felicidad, para Espinoza, fue la suprema quietud.
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