Historia ficci¨®n
El 20 de abril de 1562 se le comunic¨® al rey Felipe 11 que su hijo Carlos, siguiendo a una muchacha de su edad, hija de uno de los servidores de palacio, hab¨ªa rodado por las escaleras de ¨¦ste, en Alcal¨¢ de Henares, hiri¨¦ndose en la cabeza. Como el enfermo se agravara -a?ade Aguado Bleye-, -se reunieron nueve m¨¦dicos que celebraron m¨¢s de cincuenta consultas. Toda Espana, oraba por su salud y se intent¨® una trepanaci¨®n, suspendida luego. Cuando se esperaba un mortal desenlace, el pr¨ªncipe san¨®, salvando as¨ª una vida que habr¨ªa de ser breve, pero agitada, llegando a convertirse en figura principal del romanticismo europeo de nuestra Leyenda Negra, e incluso de la siquiatr¨ªa, que acab¨® bautizando con su nombre los amores correspondidos o no, de los hijastros con sus madtastras.La historia inventada por Serrano Poncela arranca del accidente del pr¨ªncipe, seg¨²n ¨¦l no fortuito, sino provocado por la madre de la muchacha perseguida. Consideraciones aparte acerca de una moral ciertamente demasiado rigurosa para tal protagonista y tales tiempos, este tipo de novela se escribe hoy desde un punto de vista real, como interpretaci¨®n de unos hechos que nos llevan a un conocimiento m¨¢s amplio del pasado, o bien aprovechando unos personajes y su posible historia, se busca representar en ellos ideas y reacciones de hoy que de tal modo aparecen m¨¢s claras y con una mayor repercusi¨®n entre los espectadores. A este tipo de novela con ?claves? pertenece este Hombre de la Cruz-Verde, que bajo el t¨ªtulo de El Segundo Poder alude a la Inquisici¨®n, mano oculta que mueve la trama del filme desde su desarrollo hasta el final del proceso.
El segundo poder
Seg¨²n la novela de Segundo Serrano Poncela. Gui¨®n de Herm¨®genes Sainz y Jos¨¦ Mar¨ªa Forqu¨¦. Fotograf¨ªa, Alejandro Ulloa. M¨²sic, Adolfo_ Waitzman. Int¨¦rpretes: John Finch, Juliet Mills, Fernando Rey, Ver¨®nica Foequ¨¦, Jos¨¦ Mar¨ªa Prada, Africa Pratt, Jos¨¦ Canalejas. Espa?a. Dram¨¢tico. 1976. Local de estreno: Lope de Vega.
De las dos partes bien diferenciadas en que se divide y que separa, no la ca¨ªda, sino la salvaci¨®n del pr¨ªncipe, la primera, desarrollada como una encuesta policial, m¨¢s rica tambi¨¦n en caracteres y escenarios, aparece superior a la segunda, que, en realidad, deber¨ªa ser la m¨¢s importante. Esta, en cambio, resulta m¨¢s fr¨ªa y lineal, a pesar del desenlace y el frustrado amor de la madre con el enviado del Cardenal, especie de polic¨ªa social sui generis.
Todo el filme parece ba?ado por un aliento fr¨ªo y est¨¦tico; el agente del cardenal no acaba de definirse claramente, o si lo hace desconocemos sus motivaciones, as¨ª como la raz¨®n inmediata de la locura de Laurencia. Su misma muerte, como la de lbs otros reos, nos es ajena, a pesar de la insistencia de su imagen. Todas estas limitaciones no se sabe si se deben de achacar al argumento, a su tratamiento, o a las servidumbres habituales a la hora de tratar temas de tal ¨ªndole.
Muy bien fotografiada y excelentemente ambientada, aunque, en ocasiones, monumentos demasiado conocidos lleguen a crear cierta confusi¨®n, destacan en la interpretaci¨®n Fernando Rey, que da empaque y dignidad al cardenal, Jos¨¦ Mar¨ªa Prada, una Africa Pratt viva, sensual y, sobre todo, convincente, y Jos¨¦ Canalejas en el extremo opuesto, hosco, inmisericorde y agresivo. Respecto a John Finch compone un tipo no demasiado definido, bas¨¢ndose, sobre todo, en su f¨ªsico, De¨ªodas formas, sale adelante en un reparto generoso que, salvo alguna que otra escena demasiado teatral, como.el ¨²ltimo encuentro en el convento de los. dos amantes, mantiene el inter¨¦s de esta pel¨ªcula, m¨¢s brillante en lo que a la t¨¦cnica se refiere que el tema en s¨ª, no se sabe si aludiendo a los tiempos en que la acci¨®n sucede, por miedo a un silencio posiblel o lo que es m¨¢s lamentable: por miedo a tener miedo.
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